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Importancia de tener iglesias centradas en el evangelio


La Ortodoxia Muerta.


Tim Keller


Tomé este artículo del estudio del Evangelio en Romanos de Keller (Estudio 4). En este tiempo de múltiples opciones, el artículo muestra la importancia de tener iglesias centradas en el evangelio.

Confiar en la ley (mandamientos de Dios) es moralismo. Esto es hacer la ley (Que es una cosa buena) un sistema de salvación. El contenido de la ley es bueno, pero usar la ley como un sistema de salvación es muerte. Pero el moralismo es extremadamente común y siempre lo ha sido. Este es actualmente la religión más grande del mundo. Hoy es extremadamente común para la gente compararse a sí mismos con otros, haciendo notar que ellos son “mucho más buenos que la mayoría de la gente”, y dicen, ” si hay un Dios, él ciertamente me aceptaría.”

Es completamente posible poner tu fe en tus prácticas religiosas para salvación en lugar de en Dios. De hecho, tu puedes aún confiar en el Cristianismo en lugar de Cristo. Esto sucede en toda clase de iglesias.

La “Ortodoxia muerta” es una condición donde las doctrinas básicas son cuidadosamente suscritas, pero estas no vitalizan a la gente. Puede haber un apoderamiento de verdades, pero el evangelio no hace una revolución interna. El Dr. Richard Lovelace dice que los miembros de iglesia quienes no son verdaderamente enseñados que ellos son justificados por la fe sola en lugar de sus presentes logros espirituales, “son subconscientemente y radicalmente personas inseguras”.

La “Ortodoxia muerta” hace que la iglesia esté apoyada en un “cojín religioso” que le hace sentirse bien y cómoda. La gente desesperadamente necesita asegurarse que ellos están en lo correcto. Y entonces se juntan buscando un “cojín”. Varias iglesias hacen esto de varias maneras:

a) Las “Iglesias Legalistas” producen detallados códigos de conducta y detalles de doctrina. Los miembros necesitan continuamente escuchar que ellos son más santos y cuidadosos en la doctrina y que las iglesias con mala doctrina están equivocadas. Ellos confían en su “exactitud teológica”.

b) Las “Iglesias de Poder” ponen gran énfasis en milagros y obras espectaculares de Dios. Los miembros necesitan continuamente tener experiencias de poder emocional y ver sucesos dramáticos. Ellos están confiando en sus sentimientos (o emociones) y en esas respuestas dramáticas a las oraciones.

c) Las “Iglesias Sacerdotales” ponen gran énfasis en los rituales y la tradición. El manejo de la culpa de la gente es anestesiada por la belleza de la música y la arquitectura y la grandeza y el misterio de la ceremonia. Estos descansan en tradiciones.
Ahora, el cuidado de la buena doctrina, una buena conciencia moral, la oración de fe, y la belleza del culto ¡Todo ello está bien! Pero el problema es que esos elementos son regularmente usados como una forma de “obras muertas”, reemplazos de la confianza en la justicia de Cristo.

“Mucho de lo que hemos interpretado como un defecto de santificación ( carencia de madurez) en la gente de la iglesia, es realmente una consecuencia de su pérdida respecto a la justificación [el evangelio de la justicia recibida].”Richard Lovelace. La importancia de este principio no puede ser sobre enfatizado.
Por esto, una iglesia centrada en el Evangelio es rara. Muchas iglesias comienzan con la misión central de conectar a la gente con Jesús, pero pasado el tiempo ellas son arrastradas a mantenerse a sí mismas o a seguir una agenda separada. Ellas hacen todo esto en el nombre del Cristianismo, pero el corazón de su mensaje se ha ido. Algo más además de la gracia de Jesucristo toma el lugar central.

¿Cuáles son las señales o síntomas de la “Ortodoxia muerta”? Lee Romanos 2.21-29

1. Hay una posición sólo teórica hacia la Palabra de Dios. v. 21. Una persona puede amar los conceptos de la verdad, pero nunca está bajo ella, nunca sentir su poder. El moralista o persona con una ortodoxia muerta raramente o nunca está “bajo convicción”. Un cristiano real encuentra la Biblia “viva y activa” (Heb.4.12).

2. Hay una sutil u obvia superioridad moral. Si tu descansas en tus logros espirituales (moralidad y observancia de la religión), tu mirarás hacia abajo a aquellos que han fallado en las mismas áreas. Los Moralistas/Ortodoxia muerta son al final “fríos” y los más terribles jueces hacia aquellos que están batallando. Ellos no tienen palabras de ánimo para ellos. Una señal de esta condición es que tu no eres accesible – la gente no desea compartir sus problemas contigo. No eres una persona simpática. Además, los Moralistas/Ortodoxia muerta tienden al chisme y la murmuración y a ser defensivos.

3. Y lo más importante, hay una total carencia de una “vida interior”. Esta significa una activa vida de oración, y un sentido de la presencia y cercanía de Dios. Ahora, esto es algo que el Moralista y/o la Ortodoxia muerta no tienen regularmente. Ellos pueden obtener “sentimientos” cuando ellos son contagiados en la liturgia o en la excitación en un servicio en la iglesia, pero ellos están radicalmente inseguros que Dios les ama y por lo tanto experimentan muerte permanente en ellos. (¡Esto no quiere decir que un cristiano real siempre tiene grandes tiempos de quietud!).

4. Ahí encontramos doblez de vida. Ahí puede haber una completa hipocresía y una “doble vida”. Es posible que el “pilar de la iglesia” está teniendo una aventura amorosa o sea deshonesto en los negocios.

SOBRE ESTA PIEDRA



¿QUIENES SOMOS? (1 º PARTE)

Somos parte de la Iglesia de Jesucristo. Y sobre esta premisa explicaremos quienes somos. Etimológicamente el termino iglesia tiene su origen en la palabra griega ekklesía. La cual está compuesta de dos palabras. La primera, "ek", que significa, "desde", o "fuera de"; la segunda, que viene de la raíz, "kaleo", y significa "llamado". Las dos palabras (juntas) conllevan una significación de, "ser llamado afuera de".

Sin embargo, el uso más común o simple indica una asamblea o convocación de personas. Estos llamados o convocados constituyen una asamblea o congregación. Luego, lo que constituye a una iglesia es un grupo de individuos reunidos y convocados por un heraldo. Por lo tanto para que exista iglesia o asamblea deben concurrir los siguientes elementos: personas (convocados), un llamado (convocación), alguien que llama (quien convoca) y una meta final (propósito de la convocación). Entonces, en base a lo antes expuesto o explicado, podríamos decir que:

En primer lugar, la Iglesia de Jesucristo es: “la asamblea o congregación que el Dios vivo reúne alrededor de su Mesías Jesús. De esta forma, la Iglesia es la familia espiritual de Dios, la comunión cristiana creada por el Espíritu Santo a través del testimonio de los grandiosos hechos de Dios en Cristo Jesús. Dondequiera que el Espíritu Santo, una a las almas que adoran a Cristo unidas, allí está el misterio de la Iglesia.”

Por lo tanto, nosotros, también, formamos parte de la iglesia de Jesucristo, ya que somos un grupo de personas que hemos oído y obedecido (solo por gracia) al llamado de Dios nuestro Padre, y nos hemos reunido en torno a la persona de Jesucristo para recibir sus dones y bendiciones de salvación por medio de su Espíritu Santo haciéndonos partícipes de su Glorioso Cuerpo, que esta sentado a la diestra de Dios Padre Todo Poderoso.

En segundo lugar, la Iglesia de Jesucristo se ha definido también como la communio sanctorun o la communio fedelium, es decir, la comunidad de los santificados o de los fieles. En virtud de esto, se ha dicho que la Iglesia de Jesucristo tiene atributos (concilio de Nicea, 325 A.D.) que la identifican y diferencian de toda otra institución. Estas propiedades son:

1.- La Iglesia es Una: esto significa que todos aquellos que pertenecen a la Iglesia son miembros del Cuerpo de Cristo. Este Cuerpo, llamado el Cuerpo Místico, está controlado por una Cabeza, Jesucristo, quien también es Rey de la Iglesia. Por lo tanto, al ser miembros del Cuerpo de Cristo y al estar conectados a su Cabeza implica una unidad total siendo partícipes de todas las bendiciones de salvación que Cristo ganó para nosotros. Por esta razón la Iglesia es Una, porque todo el que cree en Él pasa a ser parte, inmediatamente, del cuerpo de Cristo. No hay dos Iglesias porque no hay dos Cristos. Hay un Cristo, por lo tanto, la Iglesia es Una.

2.- La Iglesia es Santa: En virtud del sacrificio Vicario de Cristo y su justicia imputada a nuestras vidas la Iglesia es Santa. También se refiere a la obra de santificación que el Espíritu Santo está realizando en la vida de cada uno de los escogidos y la certeza de que, un día, todos seremos completamente santos. Pero sobre todo la Iglesia es Santa (apartada para) porque es propiedad de Dios y le pertenece.

3.- La Iglesia es Católica (Universal): Es universal o católica porque incluye a todos los creyentes sobre la Tierra, en cualquier tiempo particular, sin excepción de alguno; porque sus miembros están entre todas las naciones del mundo y porque ejercita una influencia dirigente sobre la vida entera del Hombre con el mensaje del Señorío de Cristo sobre todas las cosas (arte, educación, política, deporte, literatura, ciencia, filosofía etc.)

4.- La Iglesia es Apostólica: Porque se basa en las enseñanzas de los Apóstoles de Jesucristo que fueron inspirados por el Espíritu Santo para escribir la Revelación de Dios, su Palabra infalible y eterna.
Entonces podemos decir, hasta aquí, que somos parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual es: Una (no hay otra), Santa (propiedad de Dios), Católica (universal, en todas épocas y lugares) y Apostólica (descansamos en la doctrina de los Apóstoles, La Biblia)
En tercer lugar, afirmamos, humildemente, que no somos “La Iglesia De Jesucristo”, sino que somos parte de ella. Con esto queremos decir que la Iglesia no se sujeta a ningún hombre ni institución, aparte de Cristo, sino que cualquiera que invoca el Nombre Del Señor Jesucristo confesando su nacimiento (virginal) muerte (vicaria) y resurrección (victoriosa), forma parte de la Iglesia. Por lo tanto reconocemos como hermanos y miembros de su Cuerpo a todos aquellos que se someten a su Señorío y Salvación. En virtud de esto rechazamos terminantemente toda arrogancia y espíritu separatista de cualquier iglesia “cristiana” que afirme ser la única, original y exclusiva “iglesia cristiana”, excluyendo con esto a otros que no se les sometan o conformen a sus requerimientos egoístas y personalistas. Esto, es precisamente lo que pretende la Iglesia Católica Apostólica Romana, tildando de herejes o, eufemísticamente, de “hermanos separados” a nosotros los de fe protestante o reformada.
Nuestra herencia, fundación y base espiritual están en Cristo y su Palabra, pero parte de nuestra historia viene de la Reforma Protestante. La Reforma del Siglo XVI fue un redescubrimiento de la doctrina bíblica. Al principio, los reformadores no querían romper con la "Iglesia Católica Romana”, sino que querían reformarla. Querían retornarla a su fundamento, al Dios vivo, al evangelio de Cristo y la presencia del Espíritu Santo, revelado en la Biblia. Pero la misma Iglesia Romana no quiso volver. Había tantos defectos y errores fundamentales dentro de la Iglesia Romana, que no permitía ninguna forma de cambio. Esta iglesia rechazó a todos los que predicaban cualquier punto diferente o en contra de los errores de ella. Entonces, los reformadores no tenían otra alternativa que separarse, y aun huir para salvar su propia vida, a causa de la persecución que la Iglesia Romana emprendió contra los reformadores.
Lo que pasó con la Reforma fue que varios líderes en diferentes países trabajaron para retornar la iglesia al verdadero evangelio. Entre ellos tenemos principalmente a Martín Lutero, formador de la Iglesia Luterana y Juan Calvino, formador de las Iglesias Reformadas. Aunque ellos pensaban y creían prácticamente lo mismo, siguieron la misma creencia pero con distintas formas. Nosotros, La Iglesia Reformada, seguimos la tradición de ambos, pero más específicamente la de Juan Calvino. Continuará…




“ECLESIA REFORMATA, SAMPER REFORMANDA”

¿Puede un Cristiano Sufrir Depresión Espiritual?


D. M. Lloyd-Jones (1900-1981)

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Salmo 42:5). “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío” (Salmo 42:11).


La descripción más simple del libro de los Salmos es que él era el libro inspirado de oración y alabanza de Israel, si me preguntasen por un libro de experiencias espirituales diria con toda seguridad que ese libro es el libro de Los Salmos.
Ellos contiene la revelación de la verdad, no de forma abstracta, sino en términos de la experiencia humana. La verdad revelada está impregnada de emociones, anhelos y sufrimientos del pueblo de Dios por las circunstancias que tuvieron que enfrentar.Debido a eso, los salmos siempre han sido una fuente de aliento y ánimo para el pueblo de Dios a través de los siglos – tanto para los hijos de Israel como para la Iglesia cristiana de ayer y hoy.

Este es un extracto de uno de los mejores libros del Dr. Martyn Lloyd-Jones, en este libro el autor nos guía através de la siempre clara enseñanza bíblica a como tratar con nosotros mismos.No plantea ninguna doctrina nueva. El Dr. Lloyd-Jones nos lleva a un viaje de nuestra propia naturaleza através de la experiencia bíblica y doctrinal.


Néstor Rubilar.


Problema Planteado

En el Salmo 42, el salmista se siente desdichado y perturbado, y por eso se desahoga con estas dramáticas palabras: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío». Esta declaración, que se encuentra dos veces en este salmo, es también repetida en el salmo siguiente.El salmista está compartiendo su perturbación, la infelicidad de su alma, y las circunstancias por las que estaba atravesando, cuando escribió estas palabras. Él nos cuenta el motivo de su perturbación. Probablemente en aquel período le fue impedido unirse a los demás en adoración en la casa de Dios. Pero no es sólo eso: él estaba claramente siendo atacado por ciertos enemigos. Había personas que estaban haciendo todo lo posible para deprimirlo – y él relata eso.

Con todo, estamos interesados particularmente en la manera como él enfrenta la situación y por la cual trata consigo mismo.

En otras palabras, nuestro asunto es lo que podríamos describir como «depresión espiritual», sus causas y la manera cómo tratarla. Es interesante notar la frecuencia con que este asunto es tratado en las Escrituras. Esto nos lleva a la conclusión de que es un problema muy común, y que parece haber afligido al pueblo de Dios desde el principio, pues tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento lo describen y lo tratan ampliamente. Esto por sí sólo sería razón suficiente para llamar nuestra atención, pero también lo hago porque parece ser un problema que está afligiendo al pueblo de Dios de forma particular en la actualidad.

Examinando el problema

Por ahora, quiero abordar este asunto de manera general. Quiero examinar y considerar las causas generales, y también evaluar la manera en que debemos tratar el problema en nosotros mismos, si es que estamos padeciendo de él.
Sería imposible encontrar una descripción mejor de la que es dada por el salmista en el salmo 42. Es un cuadro extraordinariamente preciso de la depresión espiritual. Lean las palabras y casi podrán ver al hombre, perturbado y abatido. Es casi posible ver eso en su rostro.En relación con eso, noten la diferencia entre el versículo 5 y el 11. Versículo 11: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío». (Sal. 42:11). En el verso 5 él dice: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío». En este versículo él dice que hay socorro en la presencia de Dios; pero en el versículo 11 él habla de «mi rostro».En otras palabras, el hombre que se siente abatido, desanimado y miserable, que está desdichado y deprimido, siempre revela eso en su rostro. Él parece preocupado y perturbado. Basta mirarlo, y se percibe su condición. «Sí», dice el salmista, «pero cuando realmente miro a Dios, y me siento mejor, mi rostro también mejora» – «él es la salud de mi rostro». Aquella apariencia cansada, perturbada, afligida, inquieta, perpleja e introspectiva se deshace, y yo paso a comunicar una impresión de paz, tranquilidad y equilibrio.Pero contemplen de nuevo el cuadro que este pobre hombre presenta. Parece estar cargando el mundo sobre sus hombros. Está abatido, triste, perturbado, perplejo. No sólo eso, también nos dice que llora: «Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche». Él llora porque está en un estado de perplejidad y temor. Está preocupado consigo mismo, con lo que está sucediendo con él, y perturbado con los enemigos que lo están atacando e insinuando cosas sobre él y sobre su Dios. Todo parece estar encima de él, aplastándolo.Él no logra controlar sus emociones, y llega al punto de perder el apetito. Dice que sus lágrimas han sido su pan. Todos estamos familiarizados con este fenómeno. Si alguien está ansioso o preocupado, pierde el apetito. De hecho, la comida le parece casi repugnante.


Uno de los problemas resultantes de la depresión espiritual es que, con frecuencia, cuando sufrimos de ella, no estamos conscientes de la impresión que estamos causando en los demás. Si tuviésemos la capacidad de vernos a nosotros mismos como los demás nos ven, ese sería muchas veces el paso decisivo para la victoria y la liberación. Es bueno mirar hacia nosotros mismos, intentando visualizar el cuadro que estamos mostrando a los demás como una persona deprimida, llorosa, que no quiere comer, ni ver a nadie, y está tan preocupada con sus problemas que comunica a todos un cuadro de depresión y miseria.

Primera causa: el temperamento

Habiendo descrito el problema de forma general, quiero ahora mencionar una de sus causa generales. Yo no dudo en poner, en primer lugar y por encima de todo, el temperamento.A fin de cuentas, es un hecho que las personas son diferentes en temperamento y personalidad. ¿Alguien se sorprende de que yo ponga esto en primer lugar? O tal vez usted argumente: «Cuando usted habla de los cristianos, no debería abordar el asunto del temperamento, o tipo de personalidad. Pues el cristianismo elimina todo eso, así que usted no debería considerar ese aspecto como influyendo en este asunto». Pues bien, esa objeción es válida, y debe ser respondida.

Quiero comenzar dejando bien claro que el temperamento, el perfil psicológico y nuestra personalidad, no tienen la más mínima influencia en lo tocante a nuestra salvación. No importa cuál sea nuestro temperamento, somos todos salvos del mismo modo, por el mismo acto de Dios en y a través de su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nosotros nos gloriamos en el hecho y de esto hay pruebas abundantes– de que todo y cualquier tipo concebible de temperamento fue, y todavía es, encontrado hoy en la Iglesia del Dios vivo. Pero aunque yo enfatice con todo mi ser que el temperamento no incide de manera alguna en nuestra salvación, quiero igualmente enfatizar que él hace una enorme diferencia en la experiencia concreta de nuestra vida cristiana. Y cuando estamos tratando de un problema como la depresión espiritual, esta cuestión del temperamento debe ser uno de los primeros factores en ser considerado.En otras palabras, de acuerdo con mi comprensión de la enseñanza bíblica sobre este asunto, no hay nada más importante que la necesidad de conocernos a nosotros mismos, y eso, tan pronto como sea posible. Pues el hecho es que, aunque seamos todos cristianos, unidos en un mismo «cuerpo», todos somos diferentes, y los problemas y las dificultades, las tribulaciones y las perplejidades que enfrentamos son, en gran medida, determinadas por las diferencias de temperamento y tipos de personalidad.

Todos participamos de la misma batalla, es claro, pues todos compartimos de la misma salvación común, y tenemos una misma necesidad básica. Pero las manifestaciones del problema varían de un caso a otro, y de una persona a otra. No hay nada más ocioso, al tratar este problema, que suponer que todos los cristianos son idénticos en todos los aspectos. No lo son – y Dios jamás planeó que así fuesen.
Este punto puede ser mejor ilustrado por un ejemplo tomado de otra esfera. Todos nosotros somos seres humanos, básicamente con la misma constitución física, sin embargo, sabemos muy bien que no hay dos personas idénticas. En verdad, somos todos diferentes en muchos aspectos. Ahora, muchas veces encontramos personas que defienden estilos de vida, o métodos de tratamiento de enfermedades, que ignoran completamente este hecho fundamental, y por lo tanto, están obviamente erradas. Ellas recetarían la misma dieta para todo el mundo. Prescriben un régimen universal, afirmando que va a sanar a todo el mundo. Eso, creo, es imposible; es básicamente errado.
Muchas veces he dicho que la primera ley fundamental de la dietética se resume en aquel dicho inglés, que traducido dice más o menos lo siguiente: «Juan Pérez no podía comer gordura, su mujer no podía comer carne». ¡Es cierto! Es una declaración graciosa, en un sentido, pero por otro lado, es un principio fundamental de la nutrición. Juan Pérez tiene una constitución diferente de la de su mujer, y sugerir que la misma dieta sería perfecta para ambos es un error fundamental.Menciono esto para ilustrar esa tendencia a reglamentar; y el punto que quiero aclarar es que no podemos establecer leyes así generalizadas y universales, como si los hombres fuesen máquinas. Es equivocado en la esfera física, como lo acabo de demostrar, y es mucho más equivocado en la esfera espiritual.Es bien obvio que podemos dividir a los seres humanos en dos grupos básicos – los introvertidos y los extrovertidos. Hay un tipo de persona que está permanentemente volcada hacia adentro de sí misma, y otro tipo cuya atención está, en general, volcada hacia fuera. Y es muy importante comprender, no sólo que pertenecemos a uno de esos dos grupos, sino también que el problema de depresión espiritual tiende a afectar a uno de esos grupos más que al otro.
Hay un tipo de persona que es especialmente vulnerable al problema de la depresión espiritual. Eso no significa que esas personas sean peores que otras. En verdad, yo podría sustentar, con buena base, que las personas que más se han destacado de forma gloriosa en la historia de la Iglesia eran, muchas veces, del tipo de personas que estamos considerando. Algunos de los mayores santos eran introvertidos; el extrovertido generalmente es una persona más superficial.
En la esfera natural existe el tipo de persona que está siempre haciendo autoanálisis, evaluando todo lo que hace, y preocupándose con los posibles efectos de sus acciones, siempre mirando para atrás, siempre llena de remordimientos fútiles. Puede ser algo que fue hecho una vez para siempre, pero ella no logra olvidarlo. No puede deshacer lo que fue hecho, mientras pasa todo el tiempo analizándose, culpándose y condenándose. Ustedes están familiarizados con este tipo de personas. Ahora, todo eso también es transferido a la esfera del espíritu, afectando su vida espiritual. En otras palabras, existe el peligro de que tales personas se tornen mórbidas.
1º Yo ya dije que podría mencionar nombres. Ciertamente uno de ellos fue el gran Henry Martin. No se puede leer la vida de ese gran hombre de Dios sin llegar a la inmediata conclusión de que él tenía una personalidad introspectiva. Era introvertido, y sufría de una clara tendencia hacia la morbidez y la introspección.
Esos dos términos nos recuerdan que el problema fundamental de esas personas, es que ellas muchas veces no cuidan de establecer la línea divisoria entre el autoanálisis y la introspección. Todos concordamos con la necesidad de examinarnos a nosotros mismos, pero también concordamos que la introspección y la morbidez son cosas nocivas. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre el autoanálisis y la introspección? Yo diría que atravesamos la línea divisoria entre autoanálisis e introspección cuando no hacemos otra cosa sino examinarnos, y cuando este autoanálisis se torna el fin dominante de nuestra vida.Debemos examinarnos periódicamente, pero si lo hacemos constantemente, colocando, por decirlo así, nuestra alma en un recipiente para disecarla, eso es introspección. Y si estamos siempre hablando con los demás respecto de nosotros mismos, de nuestros problemas y dificultades, y nos aproximamos a ellos con cara larga diciendo: «¡Tengo tantos problemas!» – probablemente eso significa que tenemos siempre toda nuestra atención centrada en nosotros mismos. Esto es introspección, y puede conducir a la condición conocida como morbidez.Este es, entonces, el punto desde donde debemos comenzar. ¿Nos conocemos a nosotros mismos? ¿Sabemos cuáles son las áreas específicas de peligro para nosotros? ¿Sabemos en qué somos especialmente vulnerables? La Biblia está repleta de enseñanzas sobre eso. Ella nos exhorta a ser cuidadosos respecto de nuestras fortalezas y nuestras debilidades.
Tomemos a Moisés como ejemplo. Él era el hombre más manso que había sobre la tierra, según la Biblia; y, sin embargo, su mayor fracaso tuvo que ver exactamente con eso. Él afirmó su propia voluntad y cayó en la ira. Tenemos que vigilar tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades. La esencia de la sabiduría es comprender este hecho fundamental sobre nosotros mismos. Si yo, por naturaleza, soy un introvertido, tengo que ejercer una vigilancia constante y advertirme a mí mismo sobre eso, para no caer inconscientemente en un estado de morbidez. De la misma manera, el extrovertido necesita conocerse a sí mismo, manteniendo vigilancia contra las tentaciones peculiares de su naturaleza. Algunos de nosotros, por naturaleza y debido a nuestro temperamento, somos más susceptibles a la enfermedad llamada «depresión espiritual» que otros.
Pertenecemos al mismo grupo que Jeremías, Juan Bautista, Pablo, Lutero y muchos otros. ¡Una compañía muy selecta! Sí, pero no se puede pertenecer a ella sin ser especialmente vulnerable a este tipo específico de tribulación.

Segunda causa: Condiciones físicas

Ahora pasemos a la segunda gran causa: condiciones físicas. ¿Sorprende esto a alguien? ¿Hay alguien que piensa que la condición física de su cuerpo no importa porque ya es cristiano? Bien, si piensa así, no va a tardar en sufrir una desilusión. La condición física tiene mucho que ver con todo esto. Es difícil marcar una línea divisoria entre esta causa y la anterior, porque el temperamento parece ser controlado, hasta cierto punto, por condiciones físicas – y en verdad hay personas que, al parecer, son físicamente vulnerables al problema de la depresión espiritual.
En otras palabras, existen ciertas debilidades físicas que tienden a causar depresión. Pienso que Thomas Carlyle fue un buen ejemplo de eso. O tomemos aquel extraordinario predicador inglés del siglo XIX, Charles Haddon Spurgeon. Ese gran hombre era sujeto a la depresión espiritual, y la explicación, en su caso, sin duda era el hecho de que él sufría de gota,2 el problema que terminó causando su muerte. Él tuvo que enfrentar ese problema de depresión espiritual muchas veces en su forma más intensa.Hay muchas personas que me buscan por su problema de depresión, en cuyos casos resulta obvio para mí que la causa del problema es, principalmente, física. Están incluidas en este grupo de causas físicas: cansancio, agotamiento, «stress», o cualquier tipo de enfermedad. No se puede aislar lo físico, separándolo de lo espiritual, pues somos cuerpo, mente y espíritu. Los mejores cristianos son más propensos a ataques de depresión espiritual cuando están físicamente débiles – y encontramos grandes ilustraciones de eso en la Biblia. A esta altura quiero decir una palabra de advertencia. No podemos olvidar la existencia del diablo, ni permitir que él nos engañe, considerando espiritual aquello que es fundamentalmente físico. Pero por otro lado, debemos ser cuidadosos en esta distinción en todos los aspectos; porque, si echamos toda la culpa a nuestra condición física, podemos hacernos culpables en un sentido espiritual. Sin embargo, si reconocemos que nuestro físico puede ser parcialmente responsable por nuestro problema espiritual, y tenemos eso en cuenta, será más fácil tratar lo espiritual.

Tercera causa: El problema de la «reacción»

Otra causa frecuente de la depresión espiritual es lo que podríamos llamar «reacción» – reacción a una gran bendición, o a una experiencia extraordinaria o fuera de lo común. Pretendo llamar la atención al caso de Elías, sentado debajo del enebro. No tengo ninguna duda de que su problema era que él estaba sufriendo una reacción a lo que había sucedido en el Monte Carmelo (1 Reyes 19). Abraham tuvo la misma experiencia (Génesis 15). Por eso, cuando alguien viene a contarme de alguna experiencia extraordinaria que tuvo, yo me alegro con la persona, dando gracias a Dios; pero luego me dispongo a observarla atentamente, por si hay alguna reacción. Eso no sucederá obligatoriamente, pero puede darse si no estamos conscientes de esa posibilidad. Si sólo comprendiésemos que cuando Dios se agrada en darnos una bendición especial, deberíamos redoblar nuestra vigilancia, así podremos evitar esa reacción.

Cuarta causa: El enemigo de nuestras almas

Pasemos a la causa siguiente. En cierto sentido, en último análisis, esta es la única causa de depresión espiritual – es el diablo, el enemigo de nuestras almas. Él puede usar nuestro temperamento (Yo) y nuestra condición física. Él nos manipula de tal forma que acabamos permitiendo que nuestro temperamento nos controle y gobierne nuestras acciones, en vez de mantenernos nosotros en control de él. Son incontables los medios por los cuales el diablo causa la depresión espiritual.
Tenemos que acordarnos de él. Su objetivo es deprimir al pueblo de Dios, de tal forma que él pueda ir al hombre del mundo y decirle: «Mira el pueblo de Dios, ¿tú quieres ser así?». La estrategia del adversario de nuestras almas, el adversario de Dios, es llevarnos a la depresión.En verdad, puedo resumir este asunto de la siguiente forma: la causa básica de toda depresión espiritual es la incredulidad, pues si no fuese por ella ni el diablo podría hacer cosa alguna. Es porque prestamos atención al diablo en vez de oír a Dios, que caemos derrotados ante los ataques del enemigo.
Por eso es que el salmista continúa diciéndose a sí mismo: «Espera en Dios, porque aún he de alabarle». El vuelca su pensamiento hacia Dios. ¿Por qué? Porque él estaba deprimido, y se había olvidado de Dios, de manera que su fe en Dios y en su poder, y su confianza en la relación que tenía con el Señor, no eran lo que deberían ser.
Podemos, por lo tanto, resumir todo eso afirmando que la causa fundamental es pura y simple incredulidad.
Tratamiento: Asumiendo el control de nosotros mismos
Hasta aquí hemos examinado las causas. ¿Y en cuanto al tratamiento? En resumen, la primera cosa que por ahora necesitamos aprender es lo que el salmista aprendió – necesitamos asumir el control de nosotros mismos. Este hombre no se contentó con quedarse sentado, sintiendo lástima de sí mismo. Él hizo algo al respecto: Asumió el control de sí mismo.Pero él hizo todavía una cosa más importante: Habló consigo mismo. Él se volcó hacia sí, diciendo: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?». Habla consigo mismo, argumenta consigo mismo. Sin embargo, alguien pregunta: ‘Pero, ¿no es exactamente eso lo que debemos evitar, ya que tomar demasiado tiempo con uno mismo es una de las causas del problema? ¡Eso contradice sus declaraciones anteriores! Fuimos advertidos contra la introspección y morbidez, y ahora nos dice que debemos hablar con nosotros mismos!’.¿Cómo podemos armonizar las dos cosas? De esta manera, ¡yo estoy diciendo que debemos hablar con nuestro ‘yo’ en vez de permitir que nuestro ‘yo’ hable con nosotros! ¿Entienden lo que eso significa? Estoy diciendo que el mayor problema en toda esta cuestión de la depresión espiritual, en un sentido, es que permitimos que nuestro ‘yo’ hable con nosotros, en vez de nosotros hablar con nuestro ‘yo’.¿Estoy intentando ser deliberadamente paradójico? De ningún modo. Eso es la esencia de la sabiduría en esta cuestión. ¿Ya percibieron que una gran parte de la desdicha y perturbación en sus vidas provienen del hecho que se están escuchando a sí mismos en vez de hablar consigo mismos?Por ejemplo, consideren los pensamientos que les vienen a la mente cuando despiertan por la mañana. Ustedes no los originaron, pero esos pensamientos comienzan a ‘hablar’ con ustedes, trayendo de vuelta los problemas de ayer, etc. Alguien está hablando. ¿Quién les está hablando? Su ‘yo’ está hablando con ustedes.Ahora, lo que el salmista hizo fue lo siguiente: en vez de permitir que ese ‘yo’ hablase con él, él comenzó a hablar consigo mismo. «¿Por qué te abates, oh alma mía?», pregunta él. Su alma estaba deprimida, aplastándolo. Por eso, él se dirige a ella diciendo: ‘Oye por un momento, yo quiero hablar contigo’. ¿Ustedes entienden de qué estoy hablando? Si no, es porque todavía no han tenido mucha experiencia en estas cosas.El mayor arte en este asunto de la vida espiritual es saber cómo dominarse.Un hombre necesita tener control sobre sí mismo, debe hablar consigo mismo, exhortarse y examinarse a sí mismo. Debe preguntar a su alma: ‘¿Por qué te abates? ¿Cómo te puedes abatir así?’.Usted, lo mismo que el salmista, necesita volverse a sí mismo –reprendiendo, censurando, reprobando, exhortando– y diciéndose a sí mismo: «Espera en Dios», en vez de refunfuñar y murmurar de esa manera desdichada y deprimida.Y entonces debe continuar, acordándose de Dios: quién es él, lo que él es, lo que él ha hecho, lo que él ha prometido hacer. Habiendo hecho eso, concluya con esta nota de triunfo: desafíese a sí mismo, desafíe a los demás, desafíe al diablo y a todo el mundo, diciendo con el salmista: «Aún he de alabarle. Él es la salud de mi rostro, y el Dios mío».Esta es, en resumen, la esencia del tratamiento. La esencia de esta cuestión es entender que este nuestro ‘yo’ interior –esta otra persona dentro de nosotros– necesita ser controlado. No le preste atención –hable con él, reprobando, censurando, exhortando, animando, acordándose de aquello que usted sabe– en vez de oír plácidamente lo que él tiene que decir, permitiéndole que lo lleve al desánimo y la depresión.Ciertamente esto es lo que siempre él hará, si usted le entrega el control. El diablo intenta controlar nuestro ‘yo’ interior, usándolo para deprimirnos.Necesitamos levantarnos, y decir como el salmista: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?». ¡Basta ya de eso!
«Espera a Dios, la salud de mi rostro, y el Dios mío».

La Esperanza Puritana


¿QUIENES FUERON LOS PURITANOS?

En la mente popular, el término Puritano evocaba la imagen de un austero, engreído, lleno de justicia propia, un aguafiestas cazador de brujas. Pero nada podría estar más lejos de la realidad histórica. Aunque el término puritano se usó originalmente como un rótulo detractor, sólo se refiere a alguien que deseaba purificar la adoración de la Iglesia y la vida de los santos. El puritanismo inglés surgió en los años de 1560. Primero apareció como un movimiento de reforma litúrgica, pero pronto se extendió a una actitud distinta hacia la fe cristiana. El fenómeno puritano podría definirse como un movimiento de la iglesia inglesa, donde la mitad del siglo dieciséis hasta principios del dieciocho, que procuraba la reforma en la vida de la iglesia y una purificación individual del creyente. Era calvinista en su doctrina y pietista en su orientación.


CONSAGRACION A LAS ESCRITURAS

Las Escrituras fueron la pieza central del pensamiento y vida de los puritanos.
El puritanismo fue, por sobre todas las cosas, un movimiento bíblico. Para los puritanos la Biblia era en verdad la posesión más preciosa que el mundo podría permitirse. Su convicción más profunda era que la reverencia a Dios significaba reverencia por las Escrituras, servir a Dios significa obediencia a las Escrituras. Por lo tanto, para su mente no podría darse un insulto mayor al Creador que rechazar su palabra escrita, y por el contrario, no podría haber un acto de reverencia más elevado que apreciarla, estudiarla con detenimiento y luego vivirla y enseñarla a otros. La intensa veneración por las Escrituras como la palabra viva del Dios viviente y un devoto interés por conocer y hacer todo lo que prescriben, fue el distintivo sobresaliente del puritanismo.
Todo lo que digan las Escrituras, lo dijo Dios. Como dijo Thomas Watson: " En cada línea que lea, piense que Dios le está hablando".
La aplicación de las Escrituras se hizo con más constancia a través de la predicación. Como William Ames explica: " Es deber de un predicador corriente declarar la voluntad de Dios, extraída de la Palabra y expresarla para edificación de los oyentes". El sermón servía como un medio de consejería para toda la audiencia, edificando el cuerpo de creyentes reunidos. Desde la perspectiva puritana, si no se edificaba a los santos, la Palabra no se había predicado. Hablando a los ministros de sus días, Ames advierte: " Por tanto, pecan quienes se adhieren al hallazgo y explicación desnuda de la verdad, pero descuidan el uso y la práctica, en las cuales consiste de religión y la consecuente bendición. Tales predicadores edifican muy poco o nada a la conciencia. La predicación puritana consistía, pues, en una especie de consejería preventiva, ya que se aplicaban las verdades de la Palabra a la conciencia. Para cumplir este propósito, cada sermón se dividía en dos partes principales: Doctrina y aplicación. El resultado fue una predicación profundamente teológica y eminentemente práctica.

CONFIANZA EN DIOS
El compromiso puritano con la Palabra de Dios proviene de su devoción a Dios como su Autor.
En nuestro siglo A.W. Tozer ha expresado de modo inmejorable la necesidad de una elevada idea de Dios:
" La cuestión más grave delante de la Iglesia es siempre Dios mismo y lo más portentoso acerca de cualquier hombre no es lo que él en un momento dado puede decir o hacer, sino lo que en la profundidad de su corazón concibe acerca de cómo es Dios. Por una secreta ley de nuestras almas tendemos a movernos hacia nuestra imagen mental de Dios. Esto es verdad no sólo para cada creyente, sino para todos lo que componen la Iglesia. Siempre lo más revelador acerca de la Iglesia en su idea de Dios, tanto como su más significativo mensaje es lo que ella dice o no hace de El, porque su silencio es a veces más elocuente que sus palabras. Jamás puede escapar a la auto revelación de su testimonio concerniente a Dios.

El distinguido teólogo inglés del siglo diecisiete, Thomas Watson, es quien mejor capta el énfasis puritano sobre el amor a Dios en su explicación: " El amor a Dios hierve y se derrama, pero no se agota. El amor a Dios, de la misma manera que es sincero y sin hipocresía, también es constante y sin apostasía." El grado de amor a Dios excede toda medida, y que el Señor es la quintaesencia de todo lo bueno. Siendo que Dios es supremo en nuestra percepción, debe ser también supremo en nuestros afectos.

Usted puede amar demasiado a la criatura. Puede amar demasiado el vino y la plata, pero nunca podrá amar demasiado a Dios. Si fuera posible, el exceso aquí sería una virtud, pero nuestro pecado es que no podemos amar lo suficiente a Dios. Por tanto, jamás debemos dejar de procurar un entendimiento mayor de sus propósitos y una devoción mayor a su persona. Una consumidora pasión por Cristo deja muy poco tiempo para distracción tales como buscar nuestra propia satisfacción. Por consiguiente, los puritanos amantes de Dios no estuvieron tan ocupados en las necesidades del yo como aquellos de nosotros que nos toca vivir la " Generación del yo"


EL CONCEPTO PURITANO DEL PECADO

Es en su actitud hacia el pecado que el puritanismo contrasta de un modo tan agudo con nuestra época. En su concepto, la naturaleza humana fue radicalmente defectuosa, caracterizada por su inclinación al mal y aversión a lo bueno. Muchos evangélicos modernos han reemplazado el realismo bíblico de los puritanos con un concepto superficial y ligero del pecado. Hoy en día, el pecado se ha redefinido como el resultado de una aflicción demoníaca o una conducta adictiva. En cualquier caso, el pecador se tiene como víctima y, por tanto, sin responsabilidad de sus acciones.


Los puritanos, en cambio consideraban el pecado como criminal y le prestaban mucha atención. Como observa un historiador: " El pecado era el recipiente de la repulsa mayor que los fieles puritanos podrían expresarle porque amenazaba el orden social, violaba la razón y sobre todo resumía la antítesis de aquello que profesaban amar con más intensidad: " el Señor".


Stephen Charnock comenta que el pecado es una afrenta a Dios: " Cada pecado se funda en un ateísmo secreto"..cada pecado es como una maldición a Dios en el corazón, su objeto es la virtual destrucción del ser de Dios… Un hombre en cada pecado, apunta a establecer su propia voluntad como gobierno y su propia gloria al final de sus acciones".
Pecado es darle las espaldas a la adoración de Dios, para adorar el ego. El aspecto más importante acerca de la humanidad es que estamos adorando a las criaturas. Autoadoración, pues, está en el centro del problema del pecado.

A la luz de la corriente infatuación con la autoestima, merece examinarse la enseñanza puritana sobre el amor propio. En un estilo típicamente puritano, Charnock discierne tres tipos de amor propio. El primero es el " amor propio natural", al cual lo considera tanto necesario como recomendable ya que es el patrón de medida de nuestro deber con nuestro prójimo. Este tipo de amor es innato y parte de nuestra naturaleza. Segundo: " el amor propio canal ", es cuando un hombre se ama a si mismo más que a Dios, en oposición a Dios, con menosprecio de Dios. Esta clase de amor " resulta criminal por su exceso"


Este es un amor propio desordenado y, como tal, la pasión fundamental del corazón y puerta de entrada a toda iniquidad. "El amor propio pecaminoso", es alejarse de Dios para meterse en el lodo del egoísmo carnal, del que no hay escape fuera de la gracia divina. Esto lleva al tercer tipo que menciona Charnock, que es un afable amor propio impartido a los creyentes en la regeneración. Es " cuando nos amamos a nosotros mismos por fines más elevados que la naturaleza de una criatura, en subordinación a la gloria de Dios. Esto es reducir a la criatura rebelde a su orden verdadero y feliz, se dice, por tanto, que un cristiano es creado en Cristo Jesús para buenas obras". Sin embargo, aparte de una transformación radical de la naturaleza, el individuo es dejado con su idolatría:
"Cuando actúa como si algo menos que Dios puede hacerle feliz, o como si Dios, no pudiera hacerle feliz sin otras cosas. Así, el glotón hace un dios de sus manjares, el ambicioso, de su honor, el sensual, de su lascivia, el avaro, de sus riquezas, por consiguiente las estima como el mejor y más noble fin al cual elevar sus pensamiento…"


Brooks advierte además que ceder a un pecado menor mueve al diablo a tentarnos a cometer uno mayor. "El pecado es un invasor, se desliza en el alma poco a poco, paso a paso". Owen concuerda con esto, hablando del pecado como una fuerza dentro del corazón.


"Primero codicia, despertando e incitando demasiadas quimeras en la mente, deseos en los apetitos y afectos, proponiéndolos a la voluntad. Pero no descas allí, no puede descansar, insta, presiona y persigue sus propósitos con ardor, fuerza y vigor, luchando contendiendo y guerreando para obtener sus fines.."
De aquí que la solución que los pastores puritanos ofrecían a los dilemas que crea el dominio del pecado era el principio de la "mortificación".
Mortificación es hacer morir las obras de la carne ( Rom. 8:13) Mortificar significa quitar toda fuerza, vigor y poder al pecado, de modo que no pueda actuar por sí mismo ni influir en la vida del creyente. Esto involucra no sólo el fruto del pecado en los patrones de conducta externa, sino también la raíz de pecado en las motivaciones y deseos.
El pecado debería de someterse a la luz de la ley y del evangelio respectivamente, por el hecho de que debe verse a la verdadera luz de la santidad, gracia y amor de Dios y del sacrificio de Cristo por él. El Santo que ha pecado debe temblar delante de Dios por haber ofendido su paciencia, pecado contra su misericordia y tomado su gracia por otorgada.
Sí la convicción toma control del corazón, le seguirá un definitivo arrepentimiento. Un genuino arrepentimiento es mucho más que un simple reconocimiento del pecado. Keller señala: " es natural para una persona expresar dolor brevemente sobre un pecado y luego restablecerse con un versículo referido al perdón ( 1ª Juan 1:8-9). Pero esto puede producir una tremenda dureza de corazón, en especial en aquellas personas que caen a menudo ante la trampa del pecado que vive en nosotros
Tampoco es suficiente dejar el pecado si la única razón es el temor a las consecuencias. El verdadero arrepentimiento, como Ricard Sibbes lo expreso, es " promover en nuestros corazones tal dolor que el pecado resulte aún más odioso que su castigo, hasta llegar al punto en que ejerzamos una santa violencia en su contra.





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La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte II)



Continuación....


“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo”



Hechos 8: 9-11

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”



Hch 20: 32

“Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”

Col. 2: 10


En el capítulo anterior habíamos identificado el falso dualismo que actualmente se enseña en la mayoría de las iglesias evangélicas. También dijimos que este dualismo no era algo nuevo, sino que era la misma herejía gnóstica del primer, segundo y tercer siglo de nuestra era. Este falso dualismo consistía en establecer categorías de cristianos, es decir, cristianos más espirituales y cristianos menos espirituales. Los más espirituales eran aquellos que habían descubierto un evangelio más espectacular, un evangelio de milagros y nuevas revelaciones. En cambio los cristianos menos espirituales, eran aquellos que todavía no habían recibido las nuevas revelaciones, por lo tanto tenían que seguir buscando “más poder y más revelación”



Ahora vamos a explicar el por qué ha sido tan aceptado este falso evangelio por la mayoría de los cristianos en este tiempo, así como en los primeros siglos de nuestra era.

Una falsa Doctrina de Cristo y la Salvación

La soteriología es aquella doctrina que habla de la redención o salvación del hombre. En otras palabras, es la aplicación y apropiación de la obra de redención, efectuada por Jesucristo en su vida, muerte, resurrección e intercesión, por nosotros, su Iglesia.



Cuando tenemos un concepto deficiente de la salvación, o de la redención aplicada a nuestras vidas, es inevitable caer en el engaño de Satanás.
Ese fue el problema de los cristianos judaizantes de Galacia, ya que al no entender la salvación gratuita de Dios, cayeron en el legalismo y la salvación por obras.
También cometieron el mismo error los “cristianos” gnósticos de los primeros siglos, ya que al no creer en la humanidad real de Jesucristo, negaban una satisfacción completa del sacrificio Vicario de Cristo ante el Padre.
Todo mal concepto de la salvación, trae desastres doctrinales que afectarán profundamente nuestra forma de ver y vivir la vida cristiana.
Si queremos tener una vida abundante en Cristo Jesús, debemos comprender a cabalidad lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Pablo en la carta a los Efesios ora para que los cristianos sepan cuál es la esperanza y la herencia que tienen en Jesucristo, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”.



Pero para vivir vidas completas en Cristo, debemos saber si realmente Cristo hizo una obra completa por nosotros en la Cruz. Y para saber si su obra fue completa, debemos hacernos y respondernos las siguientes preguntas:
¿Fue completa su obra en la Tierra? ¿Fue su vida, una vida perfecta en santidad y en obediencia?, ¿Fue su muerte un sacrificio perfecto ante el Padre?, ¿Fue su resurrección una completa victoria sobre Satanás y la muerte?, ¿Es actualmente su intercesión por la Iglesia (y por mí) una oración perfecta, agradable y aceptada ante el Padre?



Si creemos junto con la iglesia histórica y reformada que nuestro Señor realizó una obra completa en todo sentido, y que no debe agregársele nada, entonces estoy listo para comenzar a apropiarme de las bendiciones escriturales y a vivir por gracia.
En cambio, si pienso que a la obra de Cristo hay que agregarle algo adicional, por muy noble o santo que sea, entonces mi evangelio es incompleto, y no sólo incompleto, sino que falso, es decir, anatema y maldito.



Toda gran herejía y apostasía de la iglesia comienza con restarle méritos a la gloriosa y completa obra de Cristo. Ireneo, un padre de la Iglesia primitiva, dijo: “El diablo, sin embargo, como él es el ángel apóstata, sólo puede llegar hasta cierto punto, como hizo en el principio, engañar y extraviar la mente del hombre para que desobedezcan los mandamientos de Dios, y gradualmente obscurecer los corazones”
Satanás ha querido truncar la palabra infalible de Dios desde el principio, y su estrategia siempre es la misma, la mentira. Sus mentiras y engaños irán contra la persona y obra de Cristo. Y cuando sus engaños entran en la iglesia, estos siempre, cual virus, van contra las doctrinas de la gracia.
Satanás sabe muy bien que solamente la verdad nos hace libres, y que esa verdad, mientras esté oculta, será su mejor arma para extraviar y entretener a la iglesia en cualquier baratija religiosa que esté de moda.
La astucia de Satanás ha sido la misma. La serpiente engañó a Adán y Eva haciéndoles creer que Dios no les había dicho toda la verdad, y por tanto ellos debían descubrir lo que todavía estaba oculto.






El diablo siempre dará la idea que al mensaje o a la Palabra de Dios le falta algo, para que luego, nosotros, por nuestros propios medios “completemos y agreguemos lo que falta”.





Esto es el principio del ocultismo. El ocultismo parte de la base de que no todo esta revelado, que Dios todavía se ha guardado algo y que nosotros debemos buscarlo y descubrirlo. Todas las ciencias ocultas parten de esta falsa hipótesis; es por esta razón que entran en misteriosas especulaciones en relación a ángeles, demonios, seres míticos, encantos, conjuros, magia, leyendas, espíritus, sueños, revelaciones etc. Col. 2: 18



Cuando Satanás logra eclipsar y oscurecer los principios sólidos y diáfanos de la Escritura, la iglesia entra en sus peores crisis.
Por esta razón, en distintas épocas de la historia, Dios ha tenido que levantar a valerosos hombres para que saquen a luz la preciosa Palabra Eterna. Pablo tuvo que luchar contra los legalistas; Juan contra los gnósticos; Atanasio contra Arrio, porque negaba la divinidad de Cristo; Agustín contra Pelagio, porque negaba la gracia en la salvación; Lutero y Calvino contra Roma, porque negaba la justificación por la sola fe; El calvinismo contra el arminianismo porque este negaba la soberanía de Dios en la salvación del hombre etc.



Hoy también estamos embarcados en la misma lucha. Un falso evangelio anda por ahí enseñando que aún falta “algo más” para llegar a ser cristianos completos. Cuando oigo predicar a supuestos “apóstoles y profetas” siempre quedo con la impresión que en vez de ayudar a las personas a afirmarse y confiar en la obra de Cristo, les animan a buscar “nuevas experiencias” para así ser “más exitosos, más prósperos y más espirituales”. Lamentablemente los resultados son desastrosos. Cada vez veo más cristianos confundidos y desesperanzados en su búsqueda sin fin, muchos de ellos rayando en la esquizofrenia y en la paranoia.



Pero ¿qué hace que miles de creyentes acepten y crean un cúmulo de ideas antibíblicas, mágicas y ocultistas? ¿Qué es lo que nuestra gente no está haciendo bien? ¿Por qué hay tan pocos cristianos viviendo vidas victoriosas y fructíferas?,





veamos:



En primer lugar hay un mal entendido de nuestra identidad en Cristo. La gran mayoría de los cristianos no tienen idea quienes son en Cristo. Las Escrituras dicen: “…Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gal 4: 6) y “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro Espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom. 8: 16)
El mensaje del evangelio “…que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) se está perdiendo en nuestras predicaciones y experiencias personales.
Muchos cristianos no tienen ni la menor idea de quienes son en Cristo, y la mayoría ignora su herencia espiritual. Piensan que la vida eterna es lago que reciben al morir; desesperadamente intentan convertirse en algo que ya son; ¡y creen que su identidad está determinada por lo que hacen!
Producto de que no saben quienes realmente son en Cristo Jesús, intentan desesperadamente llegar a ser algo que ya son. Pocos cristianos saben quienes son como hijos de Dios o comprenden su herencia en Cristo. Por ello es que Pablo ora: “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Ef. 1: 18-19)
Al fallar en la verdad que dice “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) caemos en el juego de tratar de “comportarnos como cristianos” y hacer todo lo posible por “parecernos” a un hijo de Dios. Esta falsa hipótesis crea una vida legalista o mística en los creyentes, ya que primero está el “hacer” y luego el “ser”. Es decir, si oro, si leo la Biblia, si no digo malas palabras, si voy a la iglesia, si diezmo etc., entonces, y sólo entonces seré un hijo de Dios. Con esto, los creyentes actuamos desde una óptica católica romana, es decir, tratamos de agradar a Dios partiendo desde nuestras propias experiencias, méritos u obras. Trágicamente el resultado es una forma sutil de “comportamiento cristiano” que conduce a la gente a consumirse en la derrota del día a día.
El legalismo y/o el misticismo siempre nos dirá: “lo que estas haciendo está mal. No deberías hacerlo de esa manera, o esa no es la mejor manera de hacerlo. Esta es una mejor manera”
Las personas responden diciendo: “Está bien. ¡Haré un mayor esfuerzo!” y se obtiene nuevamente la respuesta a esta: ¡Pero no estás haciendo tu mayor esfuerzo! ¡Si tan sólo te esforzaras más!
La metodología que dice “haz un mayor esfuerzo” hace que las personas sean esclavas en vez de que se sientan libres. Algunas han logrado pasar del legalismo negativo (no hagas esto y no hagas lo otro) al legalismo positivo (haz esto y haz lo otro). Entre más no esforcemos en la carne, terminaremos por quebrantarnos. El cansancio y la rebelión son las únicas consecuencias del legalismo o del “buen comportamiento cristiano”.
Jesús dijo: En esto es glorificado mi padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8). Cuando leemos este pasaje concluimos que tenemos que llevar mucho fruto ¿cierto?...
No. No es cierto, ni se trata de eso. El llevar fruto es evidencia del hecho de que estás permaneciendo en Cristo (que asumes que eres un hijo de Dios por la fe). Algunos cristianos intentan llevar fruto sin permanecer en Cristo (no dimensionan la obra preciosa de la gracia), y no pueden hacerlo. ¿Por qué no pueden? Porque Jesús dijo: “yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer”. Cristo no dijo que seríamos unos lisiados sin él, o que no seríamos eficaces sin él. Dijo que sin él






“Nada podemos Hacer”



No le hemos enseñado a nuestra gente a permanecer en Cristo, y no los hemos ayudado a estar firmemente arraigados en Él. No les hemos enseñado las hermosas doctrinas de la gracia, ni su nueva posición en Cristo por la fe.
Cuando el evangelio que predicamos no les enseña a las personas las hermosas doctrinas de la gracia; su elección, regeneración, conversión, justificación, santificación, seguridad de la salvación, unión mística etc. Inmediatamente creamos un falso evangelio, un evangelio substituto, que niega y lucha con el evangelio de la Sola Gracia, por la Sola Fe en el Sólo Cristo.
Inventamos un evangelio que ya no es “Sólo Christus”, sino que es Cristo, más sanidad interior; más liberación; más guerra espiritual; más maldiciones generacionales; más “retiros espirituales”; más “ofrendas de pactos” etc. Así enlodamos la preciosa Sangre de Jesucristo y la Palabra de su Gracia que tiene el único poder para sobreedificarnos se convierte en un Libro para “iniciados”.
Un evangelio incompleto creará cristianos incompletos, con vidas incompletas, con iglesias incompletas, con un testimonio incompleto…y así suma y sigue, volvemos a caer en el círculo vicioso del evangelio incompleto.
Como tenemos un evangelio incompleto, creamos programas espirituales para poder completarlo. Pero estos programas de nada sirven, ya que parten de la base de un evangelio incompleto en la vida del creyente… programas así son contraproducentes y dañinos para las personas. “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Gal. 3: 1-5



Cuando presentamos un evangelio incompleto, es decir, que hay que agregarle nuevas “revelaciones” o “hacer nuevas cosas”, pasamos a formar cristianos criticones, legalistas y místicos. Estos cristianos a menudo son las típicas personalidades que atropellan e intimidan a otros. Insisten en que tienen la razón, e irónicamente, pueden tener la razón en el sentido legalista y moralista. Utilizando las escrituras, pueden probar sus puntos y demostrarte como “debes vivir”. Saben lo que es correcto y lo que no lo es. Han captado la letra de la ley, la cual mata, pero no el espíritu que da vida.



A menudo utilizan su pobre teología como una cortina de humo para que los demás se mantengan a la defensiva y para que no se les acerquen demasiado. Cualquier intento para atravesar sus barreras cuidadosamente erigidas, para llegar a su persona interior, es rechazado. Sus inseguridades resultan en un retraimiento o pasividad, o se convierten en unos controladores enfermizos.
La mayoría de estas personas jamás han tenido relaciones cercanas, y no son libres en Cristo. Muchos de ellos llegan a ser pastores. Aquellos que se encuentran alrededor de estos controladores son las víctimas, y a menos que sean liberados en Cristo, continuarán en el ciclo del abuso y del evangelio incompleto.

¿Qué dice la Biblia al respecto?

Pero la Biblia me enseña algo totalmente distinto. Hubo un tiempo cuando encontré a Cristo. Fui transferido del reino de las tinieblas al “reino de su amado hijo” (Col. 1: 13). De la misma manera me convertí en una nueva criatura, las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas. Mi vida ya no está más en la carne o viejo hombre; está en Cristo. Pablo escribe, “más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el espíritu de Cristo, no es de él”. (Rom. 8: 9) Es de una importancia crítica el que nos demos cuenta que todo cristiano ya no está más en la carne, ya que todo hijo de Dios está en Cristo. Nuestra esperanza yace en el hecho bíblico de que estamos vivos en Cristo, y nos hemos convertido en un participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1: 4). Pablo escribe: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5: 8).
El evangelio no está incompleto en nuestras vidas. Creemos que tenemos un Dios completo (Padre, Hijo y Espíritu Santo), un evangelio completo (Consumado es) y que trata con personas por completo (Cuerpo, alma y espíritu).
¿Entonces por qué no vivimos nuestra vida de acuerdo a quienes somos en realidad? He descubierto que muchas personas intentan matar al viejo hombre, pero no logran hacerlo. ¿Por qué no lo logran? Porque ya está muerto. No podemos hacer por nosotros mismos lo que Cristo ha hecho por nosotros, y es inútil el intentar llegar a ser quienes ya somos. Simplemente tenemos que aceptar lo que Cristo dijo que era cierto acerca de nosotros por causa de su obra en la cruz, y luego podremos andar según la fe. La salvación no es una añadidura, es una transformación. Somos regenerados, nacidos de nuevo, una nueva creación en Cristo.
La única razón por la cual podemos caminar como hijos de luz es porque ahora somos hijos de luz. “mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1: 12). “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gal. 3: 26). “Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…Amados ahora somos hijos de Dios…Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo” (I Juan 3: 1-3)
Entendamos que la vida eterna que recibimos es “Cristo, quien es nuestra vida” (Col. 3: 4). Esta vida es el pasado eterno, el presente y el futuro. Pablo dice “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2: 20)
La vida eterna no es algo que recibimos al morir físicamente, sino que la obtenemos del momento mismo de recibir a Cristo Jesús. “El que tiene al hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (I Juan 5: 12)
Cuando nacemos de nuevo, nos volvemos espiritualmente vivos. El Espíritu de Dios implanta su vida, la vida de Dios, en nuestro ser y pasamos a estar unidos a Cristo y al Padre. El estar en Cristo es el fundamento teológico central para una vida plena y llena. Es la base de la vida cristiana. Pablo identifica a todo creyente verdadero con Cristo: En su muerte, en su sepultura, en su resurrección, en su vida, en su poder, en su herencia, en su posición celestial ¡Aleluya!
Nuestro viejo Catecismo de Heidelberg (1562) parte con la siguiente pregunta y respuesta: “¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con su preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un sólo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación . Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad”



La vida humana se vive de acuerdo a lo que se cree, esta verdad esencial de quienes somos en Cristo es tremendamente importante. Nuestras actitudes, respuestas y reacciones a las circunstancias de la vida son determinadas por nuestras percepciones (presuposiciones) de quienes somos. Nadie puede comportarse consistentemente de una manera que sea inconsistente con la manera en que esa persona se perciba que es. Si los cristianos no son diferentes en su interior a los no creyentes, o si ellos se perciben a sí mismos como que no son diferentes, entonces la vida en el mejor de los casos se vivirá de una manera mediocre, con muy poca distinción entre los cristianos y los que no lo son. El resultado será derrotas repetidas en la vida cristiana. El acusador de los hermanos aumenta esto derramando culpa y a menudo es ayudado por los maestros legalistas.
Si creo que soy un terrible pecador, entonces me comportare como un terrible pecador. Si creo que soy un fracasado, entonces mi única expectativa de vida será el fracaso. En cambio, si cada día me veo a luz de la preciosa Sangre de Jesucristo y creo lo que la Palabra dice de mí, esto es, que soy un hijo de Dios, la niña de sus ojos, una nueva criatura, un poema de Dios etc.; entonces me conduciré en función de la verdad de Cristo en mi vida, y no del falso evangelio que me dice que estoy incompleto en Cristo.



Recordemos y hagamos como San Pablo:

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su Gracia,
que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”
Hch 20: 32

Amén

Sola Scriptura!!!


La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte I)

“Y dijo Dios...” Génesis 1:3
“Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Sal. 19: 4
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” Sal 33: 6
“El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas” Sal. 68: 11
“Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron”. Sal. 78: 1-3
“Se acordó para siempre de su pacto; De la palabra que mandó para mil generaciones” Sal. 105: 8
“Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina”. Sal. 107: 20
“En el principio era La Palabra, y La Palabra estaba con Dios, y La Palabra era Dios. Esta era en el principio con Dios. Todas las cosas por Ella fueron hechas, y sin Ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1: 1-3
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” Juan 5: 24
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8: 31
“¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra” Juan 8: 43
“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” Hch 20: 32

La Palabra como fundamento de todo

Los versículos antes leídos nos muestran la centralidad de la Palabra, tanto en la creación como en la redención y santificación. Fue por La Palabra que todas las cosas fueron hechas y también fue por La Palabra que la iglesia fue redimida, y a su vez por La Palabra la Iglesia y el mundo están siendo santificados y sobreedificados.
Por lo tanto la relación de Dios con la creación y con la iglesia, particularmente con el hombre, no es una relación místico-esotérica, orientada por el sentimiento y lo oculto, sino una relación orientada lingüísticamente, es decir, por la Palabra. No se niega el aspecto emocional del Cristianismo. Ciertamente no hay nada malo con que la gente se emocione acerca de Dios, y que cada cristiano llore por su arrepentimiento o se alegre por su santificación. Sin embargo, el Cristianismo no se reduce a emociones o manifestaciones extáticas.
Dios estimó comunicarse con el hombre en función del lenguaje, por medio de La Palabra Encarnada (El Señor Jesucristo), y por medio de La Palabra Escrita (La Biblia).
El lenguaje es el vehículo de comunicación que Dios instituyó para revelarse al Hombre. Según Gén. 1:28 Dios se reveló al hombre por medio del habla. Pero el lenguaje o la palabra no quedó reservada solamente a la relación Dios-hombre, sino que también Dios estableció la palabra para que los hombres la usaran como medio de comunicación y de interrelación entre ellos mismos, por ejemplo en Gen. 2:23 vemos como Adán bendice a su mujer por medio de la palabra. Con respecto al mandato cultural (Gen 2: 19), este también está determinado por el lenguaje o la palabra, ya que Adán nombró (por medio de palabras) a los animales para poder ejercer dominio sobre ellos y sobre la creación. De esta forma, tenemos que la palabra pasa a ser el común denominador entre las relaciones Dios-hombre, hombre-mujer y hombre-creación.
Por lo tanto cuando la palabra o lenguaje que empleamos se torna turbio, borroso, ruidoso, ambiguo o simplemente no existe, se nos hace imposible tener una comprensión clara de la creación, de nuestros semejantes y, sobre todo, de Dios. Desde el principio, con Adán y Eva, Satanás quiso cambiar la Palabra de Dios por medio de la mentira. Pablo nos dice que los hombres cambiaron la verdad de Dios por la mentira; y Dios confundió la lengua de los hombres en la torre de Babel por la sencilla razón que los hombres ya no comprendían la Palabra de Dios.
En cuanto a la revelación especial, Dios consideró apropiado comunicarse y enseñarle al hombre por medio de La Palabra; por cierto, Dios se reveló a Sí mismo por medio de hechos o acontecimientos, tales como la zarza ardiendo, las plagas de Egipto, el nacimiento virginal, la resurrección de Cristo etc. Pero Dios no dejó estas acciones por sí solas. Ni tampoco nos dejó una tradición oral para que se desvirtúe a través del tiempo, sino que inspiró a determinados hombres por medio del Espíritu Santo para que escriban Palabra por Palabra las poderosas manifestaciones de Dios. Por lo tanto Dios interpretó verbalmente sus “actos poderosos” para que no pueda haber equivocación en su significado.
“La Palabra de Dios es la posesión más preciosa de la Santa Iglesia Universal. Fuera de La Palabra no hay conocimiento del Dios Verdadero, no hay Iglesia, y no hay adoración. La Palabra es la Revelación del Dios Verdadero en Cristo; Cristo mismo es La Palabra esta Palabra es para perdonar y dar vida eterna, diciendo “Las palabras que os he hablado son Espíritu y son Vida” (Juan 6: 63). Esa Palabra de Perdón y Salvación ha sido dada a Su Iglesia, y aparte de la Iglesia, la obra de la Palabra y del Espíritu no es eficaz. Como lo establece Lutero en su Catecismo Mayor, “y todo esto es el oficio y obra del Espíritu Santo, que Él comienza y que diariamente incrementa la santidad sobre la tierra por medio de estas dos cosas, la Iglesia Cristiana y el Perdón de los Pecados. Por lo tanto, allí donde está la Iglesia y donde “la Palabra es predicada... allí siempre está el Espíritu Santo… porque es imposible que la Palabra de Dios vuelva a Él vacía”. Lutero advirtió que una Congregación Cristiana nunca debería reunirse sin la predicación de la Palabra; pues, cuando la Palabra de Dios no es predicada, Cristo no está presente. Por lo tanto, con la predicación de la Palabra, “cuando estamos en el templo para la adoración pública cada semana, estamos en la presencia de Dios, el dador de Vida” (Pr. Enrique Ivaldi)

El Problema

Pero lamentablemente aún dentro de la iglesia hay quienes han querido establecer vías diferentes de llegar y conocer a Dios aparte de la Palabra. Ya en el siglo I existía en la iglesia una secta de corriente filosófico-teológico llamada el “Gnosticismo”. Este pretendía establecer otras bases epistemológicas (de conocimiento) para el conocimiento de Dios o la fe. El Gnosticismo se inspiraba en una mezcla de doctrinas judías y helenistas, que “se embarcaba en especulaciones en cuanto a ángeles y espíritus” (Berkhof). El gnosticismo buscaba satisfacer la sed de conocimiento profundo, el deseo de comunión mística con Dios, y la esperanza de obtener para el alma, un camino seguro hacia el mundo superior después de la muerte. El gnosticismo era un movimiento especulativo, ellos siempre reclamaron para si, un conocimiento más profundo, de las cosas divinas, del que podían tener los creyentes comunes. Para esto establecieron “ritos simbólicos, ceremonias místicas, y la enseñanza de formulas mágicas. Para iniciarse en estas asociaciones, los ritos y fórmulas extrañas constituían una parte importante. Se suponía que estas constituían una protección necesaria y efectiva contra el poder del pecado y la muerte, y que eran los medios para ganar acceso a la bendición del mundo venidero. La participación en la redención, o la victoria sobre el mundo, solo se ganaba mediante ritos secretos de las sociedades gnósticas. El camino a la redención estaba conformado por la iniciación en los misterios del casamiento con Cristo, bautismo especial, nombres mágicos y ungimiento especial, por medio del cual se alcanzaba el conocimiento de Dios. Con el tiempo el gnosticismo llegó a ser más y más un sistema de misterios religiosos. Los hombres de dividen en tres clases: los espirituales, que constituyen la élite de la iglesia, los físicos constituidos por los miembros comunes de la iglesia, y los hílicos o gentiles. Solo los hombres espirituales eran realmente capaces de conocimiento superior (epignosis), y de este modo recibir la altísima bendición… (L. Berkhof)
El gnosticismo fue un formidable enemigo que estaba dentro de la Iglesia. Muchos fueron arrastrados por un tiempo por sus osadas especulaciones o por sus ritos místicos, pero la gran mayoría de los creyentes no se dejó engañar por sus representaciones fantasmagóricas, ni por sus promesas seductoras de secreta felicidad. Fue duramente refutado por nuestro apóstol Juan, y terminó siendo vencido por los Padres de la iglesia mediante la exposición, preparación y circulación de pequeñas exposiciones de los hechos fundamentales de la Palabra de Dios, por ejemplo, El Credo Apostólico.
Sin embargo el gnosticismo no dejó de tener una impresión duradera en la Iglesia. Algunas de sus particularidades fueron absorbidas por la iglesia católica romana con su peculiar concepción de los sacramentos, su filosofía de un Dios oculto a quien había que acercarse a través de intermediarios (santos, ángeles, María etc.), su división de los hombres en órdenes superiores e inferiores y su énfasis en el ascetismo y monasticismo.
Hoy también podemos ver el gnosticismo en algunos sectores de la iglesia evangélica. Muchos cristianos desean medios más cortos y vías más fáciles para relacionarse con lo “divino”, ya que se encuentran estancados inconscientemente en las mismas cosmovisiones gnósticas del pasado. No necesitamos ir más lejos para ver esas antiguas herejías que hoy cobran vida en los grupos neopentecostales y carismáticos; tal es el caso de las redes apostólicas, la doctrina de la prosperidad, la súper fe, la guerra espiritual, la cartografía espiritual, la sanidad interior, la demonología y las nuevas formulas ocultas de la “Visión Celular” como los pre-encuentros, encuentros, reencuentros, requete-encuentros, requetecontra-encuentros, el regreso del encuentro etc.
El ir en pos de "fórmulas ocultas o mágicas" para la vida cristiana exitosa revela un Cristianismo poco profundo, inclinado al Gnosticismo. El primer pecado del hombre en el Edén involucró un deseo de conocimiento y poder secreto a través de las artes mágicas y no a través de la Palabra o mandato de Dios. El actual gnosticismo o misticismo en nuestras iglesias asesta un golpe a la comunión y a la comunicación que Dios quiere establecer con su pueblo solo por medio de La Palabra, dejando a Dios silencioso y remoto. Priva al Hijo de su poder salvador, convirtiéndolo en un camino entre muchos caminos posibles. El misticismo conduce necesariamente a la fragmentación de la verdad, a la salvación por obras, a mesías substitutos, y a la deificación de hombres narcisistas y acomplejados que pretenden ser “apóstoles y profetas”. “El resultado inevitable de todo misticismo es otro salvador.”
Así como los gnósticos del siglo primero y segundo distorsionaron el evangelio y creyeron que podían salvarse a sí mismos con conocimiento secreto, hoy día muchas iglesias evangélicas creen que pueden llegar a “una espiritualidad superior” creyendo y practicando las “nuevas revelaciones” que nos traen los “apóstoles y profetas” de “este último tiempo”.
Tanto para los antiguos herejes, así como los nuevos, el secreto está en oír la voz del “Espíritu” más que la “letra muerta de la Palabra (Cristo)”. Los actuales herejes crean en un falso dualismo (dos caminos por separado), ya que transforman la vida cristiana en una carrera de “experiencias paranormales en el espíritu” más que una vida basada en la Palabra Eterna del Cristo Resucitado. Con esto, caen en la trampa de “Cristo sí, pero más del Espíritu”. Esto es a lo que se le llama “Dualismo”, que corresponde a creer que hay dos estilos de vida cristiana o dos formas de llegar a Dios el Padre. Por un lado está Cristo, pero por el otro lado está el Espíritu Santo; por un lado está la Palabra, pero por el otro está la “Unción”.
Tanto Cristo como el Espíritu Santo pasan a ser más o menos independientes el uno del otro; cada uno nos lleva al Padre en su propia manera particular. De este modo, la Palabra y el misticismo, la razón y el alma, son colocadas una contra la otra, produciéndose una competencia entre ambos (Cristo y el Espíritu Santo) luchando por quien es mejor para llevarnos al Padre y darnos vidas más exitosas ¿Cristo o el Espíritu Santo?
Para esta nueva clase de gnosticismo, el Hijo y el Espíritu están tan descoordinados que ambos, de la misma manera, tienen su propio camino al Padre. Los dos son más o menos independientes el uno del otro; cada uno dirige al Padre en su propia manera particular
La doctrina y la experiencia están separadas: la doctrina es solamente para la mente, solo sirve para saber teología. Pero a parte de ella, hay otro camino, “el mover del Espíritu”. De esta forma “la unción, el poder, las revelaciones, las caídas etc.” pasan a ser manifestaciones de categorías superiores de cristianismo. Esta forma de pensar establece un falso evangelio entre la mente y el corazón; las ideas y las emociones. De manera que no tienen su fuente en la Sola Scriptura (La Palabra) sino que tiene su propio origen, en cualquier otra fuente, menos en la Palabra Autoritaria del Dios Vivo.
Con esto último nacen dos mediadores, dos reveladores, dos caminos, dos salvadores. El Hijo hace que conozcamos a Dios en la “Vieja Biblia”, el Espíritu hace que conozcamos a Dios en las “nuevas revelaciones”. El Hijo, está para convertirse y dar los primeros pasos de cristiano; en cambio el Espíritu Santo está para los cristianos “mas avanzados”, “los más maduros”, “los más espirituales”, “los que tienen la unción”.
La consecuencia lógica es que se divorcia la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas de la obra de Jesucristo. La redención obrada por Cristo es menos que la obra “novedosa” del Espíritu. El énfasis desmedido de las operaciones del Espíritu en nuestras vidas tiende a llevar a una independencia de Cristo, la iglesia, los sacramentos y la Biblia. Las experiencias pasan mostrarse más importantes que la justificación, la comunión subjetiva con el Espíritu es más sublime que la vida objetiva de la iglesia y los sacramentos, y la unción por parte del Espíritu más excelsa que conocer la Escritura.

Lo que dice la Escritura

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. (Juan 15:26)
Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20:22)
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gál. 4:6).
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:13-15).

En los textos antes leídos podemos hacer el siguiente análisis:

A.- Que es Jesucristo quien envía a al Espíritu Santo (yo os enviaré del Padre… Recibid el Espíritu). Aunque el Espíritu Santo posee la misma divinidad y sustancia que el Padre y el Hijo, no actúa de forma independiente de ellos, sino que se mueve en un mismo plan eterno predeterminado desde antes de la fundación del mundo, el cual es redimir a la humanidad y hacer al Hijo Señor de todo. (Porque de él, por él y para él son todas las cosas)

B.- Que el Espíritu viene para glorificar al Hijo (El me glorificará). La misión del Espíritu Santo es que el hombre confiese que Cristo es el Salvador y Señor de la Tierra. El Espíritu Santo glorificará siempre a Cristo y nunca se glorificará a sí mismo. El Espíritu santo siempre nos llevará a Cristo que es la Palabra “Ahora Padre glorifícame, tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” Juan 17: 5

C.- Que el Espíritu viene a extender el evangelio por toda la tierra (no hablará por su propia cuenta). El Espíritu Santo no dará “nuevas revelaciones” o un “nuevo evangelio”, sino que hablará lo que oyere del Padre y del Hijo, esto es, el evangelio de gracia. “Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio distinto al que os hemos anunciado, se anatema” Gálatas 1: 8
El teólogo reformado Greg Uttinger dijo: “Si separamos la obra del Espíritu de la sangre de Cristo y de la palabra de Dios, distorsionamos el Cristianismo de la manera más horrorosa, y cualquier misticismo que creemos será más parecido al panteísmo Oriental que a cualquier cosa en la Biblia”
Por lo tanto, el establecer un camino diferente al Padre, aparte de Cristo, es tan satánico como practicar la idolatría. El que tiene a Cristo, tiene por lógica al Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un segundo misterio o secreto que hay que descubrir o encontrar en el peregrinar cristiano. Ni tampoco el Espíritu Santo te llevará a “nuevas revelaciones” de misterios que están ocultos para cierta clase de cristianos. El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Divinidad enviada por Cristo y el Padre para que te guíe en tu caminar cristiano, te consuele en momentos difíciles, te fortalezca cuando estés cansado, santifique tu vida y te ilumine cuando leas la Palabra.
El Espíritu Santo siempre obrará amparado por la Palabra de Dios. No dirá nada extraño ni diferente al glorioso evangelio de Cristo. El Espíritu Santo siempre te conducirá al dulce evangelio de Cristo y al tierno amor del Padre. El Espíritu siempre te conducirá a la Palabra y, la Palabra te revelará al Cristo, el Hijo de Dios.
Si tuviéramos que hacer un esquema de cómo obra la Santísima Trinidad, tendríamos algo así:






En primer lugar tenemos que Dios Padre envío a Jesucristo para morir por nosotros (Dios Hijo), Este antes de irse envió al Espíritu Santo para que nos guíe e ilumine la Palabra de Dios (toda verdad), La Palabra de Dios (La Escritura) nos lleva Cristo, y Cristo nos muestra al Padre.
El cristiano no se queda estancado en el Espíritu esperando “nuevas revelaciones de Dios”, sino que el Espíritu Santo siempre nos conducirá a la Palabra y la iluminará para que conozcamos a Cristo, el único mediador entre Dios y los Hombres.
Por lo tanto cuando se nos enseña un evangelio que no nos conduce al Padre por medio de la Palabra y de Cristo, ese evangelio es falso.
Por eso, a Dios solo lo encontramos en la Palabra (la Biblia, La Escritura) y no en los ídolos de roma, el misticismo de los neopentecostales o la música de los carismáticos. Cuando un “espíritu” me conduce a ídolos, misterios, música como fin en si misma o a cualquier otro fenómeno que no sea la Palabra objetiva de Dios (la Biblia y los sacramentos) es cualquier “espíritu” menos el Espíritu Santo.
El pastor luterano Enrique Ivaldi dijo: “Cuando los Medios de Gracia son despreciados en Palabra y Sacramentos, Gracia y fe son también despreciados... Así, las iglesias y sus miembros que no centran su Culto solamente en la Palabra y los otros Medios de Gracia viven en peligro eterno. El Culto contemporáneo parece muy interesado en apelar a la condición humana del hombre. Por ello, esta insistencia en la experiencia y emociones humanas, el uso de “métodos” para seducir a los sin iglesia, la intrusión del racionalismo en territorio Santo y la naturaleza homo-céntrica del Culto Evangelical Americano… debe recordar… que en el Culto ni aún la más mínima “contribución” del hombre es aceptable y que en ese marco estilo y contenido son idolatría. ¡La Palabra es eficaz solamente cuando ella es Palabra Sola!”

“Y vosotros estáis completos en Él…” (Col. 2: 10)