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La Esperanza Puritana


¿QUIENES FUERON LOS PURITANOS?

En la mente popular, el término Puritano evocaba la imagen de un austero, engreído, lleno de justicia propia, un aguafiestas cazador de brujas. Pero nada podría estar más lejos de la realidad histórica. Aunque el término puritano se usó originalmente como un rótulo detractor, sólo se refiere a alguien que deseaba purificar la adoración de la Iglesia y la vida de los santos. El puritanismo inglés surgió en los años de 1560. Primero apareció como un movimiento de reforma litúrgica, pero pronto se extendió a una actitud distinta hacia la fe cristiana. El fenómeno puritano podría definirse como un movimiento de la iglesia inglesa, donde la mitad del siglo dieciséis hasta principios del dieciocho, que procuraba la reforma en la vida de la iglesia y una purificación individual del creyente. Era calvinista en su doctrina y pietista en su orientación.


CONSAGRACION A LAS ESCRITURAS

Las Escrituras fueron la pieza central del pensamiento y vida de los puritanos.
El puritanismo fue, por sobre todas las cosas, un movimiento bíblico. Para los puritanos la Biblia era en verdad la posesión más preciosa que el mundo podría permitirse. Su convicción más profunda era que la reverencia a Dios significaba reverencia por las Escrituras, servir a Dios significa obediencia a las Escrituras. Por lo tanto, para su mente no podría darse un insulto mayor al Creador que rechazar su palabra escrita, y por el contrario, no podría haber un acto de reverencia más elevado que apreciarla, estudiarla con detenimiento y luego vivirla y enseñarla a otros. La intensa veneración por las Escrituras como la palabra viva del Dios viviente y un devoto interés por conocer y hacer todo lo que prescriben, fue el distintivo sobresaliente del puritanismo.
Todo lo que digan las Escrituras, lo dijo Dios. Como dijo Thomas Watson: " En cada línea que lea, piense que Dios le está hablando".
La aplicación de las Escrituras se hizo con más constancia a través de la predicación. Como William Ames explica: " Es deber de un predicador corriente declarar la voluntad de Dios, extraída de la Palabra y expresarla para edificación de los oyentes". El sermón servía como un medio de consejería para toda la audiencia, edificando el cuerpo de creyentes reunidos. Desde la perspectiva puritana, si no se edificaba a los santos, la Palabra no se había predicado. Hablando a los ministros de sus días, Ames advierte: " Por tanto, pecan quienes se adhieren al hallazgo y explicación desnuda de la verdad, pero descuidan el uso y la práctica, en las cuales consiste de religión y la consecuente bendición. Tales predicadores edifican muy poco o nada a la conciencia. La predicación puritana consistía, pues, en una especie de consejería preventiva, ya que se aplicaban las verdades de la Palabra a la conciencia. Para cumplir este propósito, cada sermón se dividía en dos partes principales: Doctrina y aplicación. El resultado fue una predicación profundamente teológica y eminentemente práctica.

CONFIANZA EN DIOS
El compromiso puritano con la Palabra de Dios proviene de su devoción a Dios como su Autor.
En nuestro siglo A.W. Tozer ha expresado de modo inmejorable la necesidad de una elevada idea de Dios:
" La cuestión más grave delante de la Iglesia es siempre Dios mismo y lo más portentoso acerca de cualquier hombre no es lo que él en un momento dado puede decir o hacer, sino lo que en la profundidad de su corazón concibe acerca de cómo es Dios. Por una secreta ley de nuestras almas tendemos a movernos hacia nuestra imagen mental de Dios. Esto es verdad no sólo para cada creyente, sino para todos lo que componen la Iglesia. Siempre lo más revelador acerca de la Iglesia en su idea de Dios, tanto como su más significativo mensaje es lo que ella dice o no hace de El, porque su silencio es a veces más elocuente que sus palabras. Jamás puede escapar a la auto revelación de su testimonio concerniente a Dios.

El distinguido teólogo inglés del siglo diecisiete, Thomas Watson, es quien mejor capta el énfasis puritano sobre el amor a Dios en su explicación: " El amor a Dios hierve y se derrama, pero no se agota. El amor a Dios, de la misma manera que es sincero y sin hipocresía, también es constante y sin apostasía." El grado de amor a Dios excede toda medida, y que el Señor es la quintaesencia de todo lo bueno. Siendo que Dios es supremo en nuestra percepción, debe ser también supremo en nuestros afectos.

Usted puede amar demasiado a la criatura. Puede amar demasiado el vino y la plata, pero nunca podrá amar demasiado a Dios. Si fuera posible, el exceso aquí sería una virtud, pero nuestro pecado es que no podemos amar lo suficiente a Dios. Por tanto, jamás debemos dejar de procurar un entendimiento mayor de sus propósitos y una devoción mayor a su persona. Una consumidora pasión por Cristo deja muy poco tiempo para distracción tales como buscar nuestra propia satisfacción. Por consiguiente, los puritanos amantes de Dios no estuvieron tan ocupados en las necesidades del yo como aquellos de nosotros que nos toca vivir la " Generación del yo"


EL CONCEPTO PURITANO DEL PECADO

Es en su actitud hacia el pecado que el puritanismo contrasta de un modo tan agudo con nuestra época. En su concepto, la naturaleza humana fue radicalmente defectuosa, caracterizada por su inclinación al mal y aversión a lo bueno. Muchos evangélicos modernos han reemplazado el realismo bíblico de los puritanos con un concepto superficial y ligero del pecado. Hoy en día, el pecado se ha redefinido como el resultado de una aflicción demoníaca o una conducta adictiva. En cualquier caso, el pecador se tiene como víctima y, por tanto, sin responsabilidad de sus acciones.


Los puritanos, en cambio consideraban el pecado como criminal y le prestaban mucha atención. Como observa un historiador: " El pecado era el recipiente de la repulsa mayor que los fieles puritanos podrían expresarle porque amenazaba el orden social, violaba la razón y sobre todo resumía la antítesis de aquello que profesaban amar con más intensidad: " el Señor".


Stephen Charnock comenta que el pecado es una afrenta a Dios: " Cada pecado se funda en un ateísmo secreto"..cada pecado es como una maldición a Dios en el corazón, su objeto es la virtual destrucción del ser de Dios… Un hombre en cada pecado, apunta a establecer su propia voluntad como gobierno y su propia gloria al final de sus acciones".
Pecado es darle las espaldas a la adoración de Dios, para adorar el ego. El aspecto más importante acerca de la humanidad es que estamos adorando a las criaturas. Autoadoración, pues, está en el centro del problema del pecado.

A la luz de la corriente infatuación con la autoestima, merece examinarse la enseñanza puritana sobre el amor propio. En un estilo típicamente puritano, Charnock discierne tres tipos de amor propio. El primero es el " amor propio natural", al cual lo considera tanto necesario como recomendable ya que es el patrón de medida de nuestro deber con nuestro prójimo. Este tipo de amor es innato y parte de nuestra naturaleza. Segundo: " el amor propio canal ", es cuando un hombre se ama a si mismo más que a Dios, en oposición a Dios, con menosprecio de Dios. Esta clase de amor " resulta criminal por su exceso"


Este es un amor propio desordenado y, como tal, la pasión fundamental del corazón y puerta de entrada a toda iniquidad. "El amor propio pecaminoso", es alejarse de Dios para meterse en el lodo del egoísmo carnal, del que no hay escape fuera de la gracia divina. Esto lleva al tercer tipo que menciona Charnock, que es un afable amor propio impartido a los creyentes en la regeneración. Es " cuando nos amamos a nosotros mismos por fines más elevados que la naturaleza de una criatura, en subordinación a la gloria de Dios. Esto es reducir a la criatura rebelde a su orden verdadero y feliz, se dice, por tanto, que un cristiano es creado en Cristo Jesús para buenas obras". Sin embargo, aparte de una transformación radical de la naturaleza, el individuo es dejado con su idolatría:
"Cuando actúa como si algo menos que Dios puede hacerle feliz, o como si Dios, no pudiera hacerle feliz sin otras cosas. Así, el glotón hace un dios de sus manjares, el ambicioso, de su honor, el sensual, de su lascivia, el avaro, de sus riquezas, por consiguiente las estima como el mejor y más noble fin al cual elevar sus pensamiento…"


Brooks advierte además que ceder a un pecado menor mueve al diablo a tentarnos a cometer uno mayor. "El pecado es un invasor, se desliza en el alma poco a poco, paso a paso". Owen concuerda con esto, hablando del pecado como una fuerza dentro del corazón.


"Primero codicia, despertando e incitando demasiadas quimeras en la mente, deseos en los apetitos y afectos, proponiéndolos a la voluntad. Pero no descas allí, no puede descansar, insta, presiona y persigue sus propósitos con ardor, fuerza y vigor, luchando contendiendo y guerreando para obtener sus fines.."
De aquí que la solución que los pastores puritanos ofrecían a los dilemas que crea el dominio del pecado era el principio de la "mortificación".
Mortificación es hacer morir las obras de la carne ( Rom. 8:13) Mortificar significa quitar toda fuerza, vigor y poder al pecado, de modo que no pueda actuar por sí mismo ni influir en la vida del creyente. Esto involucra no sólo el fruto del pecado en los patrones de conducta externa, sino también la raíz de pecado en las motivaciones y deseos.
El pecado debería de someterse a la luz de la ley y del evangelio respectivamente, por el hecho de que debe verse a la verdadera luz de la santidad, gracia y amor de Dios y del sacrificio de Cristo por él. El Santo que ha pecado debe temblar delante de Dios por haber ofendido su paciencia, pecado contra su misericordia y tomado su gracia por otorgada.
Sí la convicción toma control del corazón, le seguirá un definitivo arrepentimiento. Un genuino arrepentimiento es mucho más que un simple reconocimiento del pecado. Keller señala: " es natural para una persona expresar dolor brevemente sobre un pecado y luego restablecerse con un versículo referido al perdón ( 1ª Juan 1:8-9). Pero esto puede producir una tremenda dureza de corazón, en especial en aquellas personas que caen a menudo ante la trampa del pecado que vive en nosotros
Tampoco es suficiente dejar el pecado si la única razón es el temor a las consecuencias. El verdadero arrepentimiento, como Ricard Sibbes lo expreso, es " promover en nuestros corazones tal dolor que el pecado resulte aún más odioso que su castigo, hasta llegar al punto en que ejerzamos una santa violencia en su contra.





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La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte II)



Continuación....


“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo”



Hechos 8: 9-11

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”



Hch 20: 32

“Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”

Col. 2: 10


En el capítulo anterior habíamos identificado el falso dualismo que actualmente se enseña en la mayoría de las iglesias evangélicas. También dijimos que este dualismo no era algo nuevo, sino que era la misma herejía gnóstica del primer, segundo y tercer siglo de nuestra era. Este falso dualismo consistía en establecer categorías de cristianos, es decir, cristianos más espirituales y cristianos menos espirituales. Los más espirituales eran aquellos que habían descubierto un evangelio más espectacular, un evangelio de milagros y nuevas revelaciones. En cambio los cristianos menos espirituales, eran aquellos que todavía no habían recibido las nuevas revelaciones, por lo tanto tenían que seguir buscando “más poder y más revelación”



Ahora vamos a explicar el por qué ha sido tan aceptado este falso evangelio por la mayoría de los cristianos en este tiempo, así como en los primeros siglos de nuestra era.

Una falsa Doctrina de Cristo y la Salvación

La soteriología es aquella doctrina que habla de la redención o salvación del hombre. En otras palabras, es la aplicación y apropiación de la obra de redención, efectuada por Jesucristo en su vida, muerte, resurrección e intercesión, por nosotros, su Iglesia.



Cuando tenemos un concepto deficiente de la salvación, o de la redención aplicada a nuestras vidas, es inevitable caer en el engaño de Satanás.
Ese fue el problema de los cristianos judaizantes de Galacia, ya que al no entender la salvación gratuita de Dios, cayeron en el legalismo y la salvación por obras.
También cometieron el mismo error los “cristianos” gnósticos de los primeros siglos, ya que al no creer en la humanidad real de Jesucristo, negaban una satisfacción completa del sacrificio Vicario de Cristo ante el Padre.
Todo mal concepto de la salvación, trae desastres doctrinales que afectarán profundamente nuestra forma de ver y vivir la vida cristiana.
Si queremos tener una vida abundante en Cristo Jesús, debemos comprender a cabalidad lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Pablo en la carta a los Efesios ora para que los cristianos sepan cuál es la esperanza y la herencia que tienen en Jesucristo, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”.



Pero para vivir vidas completas en Cristo, debemos saber si realmente Cristo hizo una obra completa por nosotros en la Cruz. Y para saber si su obra fue completa, debemos hacernos y respondernos las siguientes preguntas:
¿Fue completa su obra en la Tierra? ¿Fue su vida, una vida perfecta en santidad y en obediencia?, ¿Fue su muerte un sacrificio perfecto ante el Padre?, ¿Fue su resurrección una completa victoria sobre Satanás y la muerte?, ¿Es actualmente su intercesión por la Iglesia (y por mí) una oración perfecta, agradable y aceptada ante el Padre?



Si creemos junto con la iglesia histórica y reformada que nuestro Señor realizó una obra completa en todo sentido, y que no debe agregársele nada, entonces estoy listo para comenzar a apropiarme de las bendiciones escriturales y a vivir por gracia.
En cambio, si pienso que a la obra de Cristo hay que agregarle algo adicional, por muy noble o santo que sea, entonces mi evangelio es incompleto, y no sólo incompleto, sino que falso, es decir, anatema y maldito.



Toda gran herejía y apostasía de la iglesia comienza con restarle méritos a la gloriosa y completa obra de Cristo. Ireneo, un padre de la Iglesia primitiva, dijo: “El diablo, sin embargo, como él es el ángel apóstata, sólo puede llegar hasta cierto punto, como hizo en el principio, engañar y extraviar la mente del hombre para que desobedezcan los mandamientos de Dios, y gradualmente obscurecer los corazones”
Satanás ha querido truncar la palabra infalible de Dios desde el principio, y su estrategia siempre es la misma, la mentira. Sus mentiras y engaños irán contra la persona y obra de Cristo. Y cuando sus engaños entran en la iglesia, estos siempre, cual virus, van contra las doctrinas de la gracia.
Satanás sabe muy bien que solamente la verdad nos hace libres, y que esa verdad, mientras esté oculta, será su mejor arma para extraviar y entretener a la iglesia en cualquier baratija religiosa que esté de moda.
La astucia de Satanás ha sido la misma. La serpiente engañó a Adán y Eva haciéndoles creer que Dios no les había dicho toda la verdad, y por tanto ellos debían descubrir lo que todavía estaba oculto.






El diablo siempre dará la idea que al mensaje o a la Palabra de Dios le falta algo, para que luego, nosotros, por nuestros propios medios “completemos y agreguemos lo que falta”.





Esto es el principio del ocultismo. El ocultismo parte de la base de que no todo esta revelado, que Dios todavía se ha guardado algo y que nosotros debemos buscarlo y descubrirlo. Todas las ciencias ocultas parten de esta falsa hipótesis; es por esta razón que entran en misteriosas especulaciones en relación a ángeles, demonios, seres míticos, encantos, conjuros, magia, leyendas, espíritus, sueños, revelaciones etc. Col. 2: 18



Cuando Satanás logra eclipsar y oscurecer los principios sólidos y diáfanos de la Escritura, la iglesia entra en sus peores crisis.
Por esta razón, en distintas épocas de la historia, Dios ha tenido que levantar a valerosos hombres para que saquen a luz la preciosa Palabra Eterna. Pablo tuvo que luchar contra los legalistas; Juan contra los gnósticos; Atanasio contra Arrio, porque negaba la divinidad de Cristo; Agustín contra Pelagio, porque negaba la gracia en la salvación; Lutero y Calvino contra Roma, porque negaba la justificación por la sola fe; El calvinismo contra el arminianismo porque este negaba la soberanía de Dios en la salvación del hombre etc.



Hoy también estamos embarcados en la misma lucha. Un falso evangelio anda por ahí enseñando que aún falta “algo más” para llegar a ser cristianos completos. Cuando oigo predicar a supuestos “apóstoles y profetas” siempre quedo con la impresión que en vez de ayudar a las personas a afirmarse y confiar en la obra de Cristo, les animan a buscar “nuevas experiencias” para así ser “más exitosos, más prósperos y más espirituales”. Lamentablemente los resultados son desastrosos. Cada vez veo más cristianos confundidos y desesperanzados en su búsqueda sin fin, muchos de ellos rayando en la esquizofrenia y en la paranoia.



Pero ¿qué hace que miles de creyentes acepten y crean un cúmulo de ideas antibíblicas, mágicas y ocultistas? ¿Qué es lo que nuestra gente no está haciendo bien? ¿Por qué hay tan pocos cristianos viviendo vidas victoriosas y fructíferas?,





veamos:



En primer lugar hay un mal entendido de nuestra identidad en Cristo. La gran mayoría de los cristianos no tienen idea quienes son en Cristo. Las Escrituras dicen: “…Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gal 4: 6) y “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro Espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom. 8: 16)
El mensaje del evangelio “…que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) se está perdiendo en nuestras predicaciones y experiencias personales.
Muchos cristianos no tienen ni la menor idea de quienes son en Cristo, y la mayoría ignora su herencia espiritual. Piensan que la vida eterna es lago que reciben al morir; desesperadamente intentan convertirse en algo que ya son; ¡y creen que su identidad está determinada por lo que hacen!
Producto de que no saben quienes realmente son en Cristo Jesús, intentan desesperadamente llegar a ser algo que ya son. Pocos cristianos saben quienes son como hijos de Dios o comprenden su herencia en Cristo. Por ello es que Pablo ora: “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Ef. 1: 18-19)
Al fallar en la verdad que dice “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) caemos en el juego de tratar de “comportarnos como cristianos” y hacer todo lo posible por “parecernos” a un hijo de Dios. Esta falsa hipótesis crea una vida legalista o mística en los creyentes, ya que primero está el “hacer” y luego el “ser”. Es decir, si oro, si leo la Biblia, si no digo malas palabras, si voy a la iglesia, si diezmo etc., entonces, y sólo entonces seré un hijo de Dios. Con esto, los creyentes actuamos desde una óptica católica romana, es decir, tratamos de agradar a Dios partiendo desde nuestras propias experiencias, méritos u obras. Trágicamente el resultado es una forma sutil de “comportamiento cristiano” que conduce a la gente a consumirse en la derrota del día a día.
El legalismo y/o el misticismo siempre nos dirá: “lo que estas haciendo está mal. No deberías hacerlo de esa manera, o esa no es la mejor manera de hacerlo. Esta es una mejor manera”
Las personas responden diciendo: “Está bien. ¡Haré un mayor esfuerzo!” y se obtiene nuevamente la respuesta a esta: ¡Pero no estás haciendo tu mayor esfuerzo! ¡Si tan sólo te esforzaras más!
La metodología que dice “haz un mayor esfuerzo” hace que las personas sean esclavas en vez de que se sientan libres. Algunas han logrado pasar del legalismo negativo (no hagas esto y no hagas lo otro) al legalismo positivo (haz esto y haz lo otro). Entre más no esforcemos en la carne, terminaremos por quebrantarnos. El cansancio y la rebelión son las únicas consecuencias del legalismo o del “buen comportamiento cristiano”.
Jesús dijo: En esto es glorificado mi padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8). Cuando leemos este pasaje concluimos que tenemos que llevar mucho fruto ¿cierto?...
No. No es cierto, ni se trata de eso. El llevar fruto es evidencia del hecho de que estás permaneciendo en Cristo (que asumes que eres un hijo de Dios por la fe). Algunos cristianos intentan llevar fruto sin permanecer en Cristo (no dimensionan la obra preciosa de la gracia), y no pueden hacerlo. ¿Por qué no pueden? Porque Jesús dijo: “yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer”. Cristo no dijo que seríamos unos lisiados sin él, o que no seríamos eficaces sin él. Dijo que sin él






“Nada podemos Hacer”



No le hemos enseñado a nuestra gente a permanecer en Cristo, y no los hemos ayudado a estar firmemente arraigados en Él. No les hemos enseñado las hermosas doctrinas de la gracia, ni su nueva posición en Cristo por la fe.
Cuando el evangelio que predicamos no les enseña a las personas las hermosas doctrinas de la gracia; su elección, regeneración, conversión, justificación, santificación, seguridad de la salvación, unión mística etc. Inmediatamente creamos un falso evangelio, un evangelio substituto, que niega y lucha con el evangelio de la Sola Gracia, por la Sola Fe en el Sólo Cristo.
Inventamos un evangelio que ya no es “Sólo Christus”, sino que es Cristo, más sanidad interior; más liberación; más guerra espiritual; más maldiciones generacionales; más “retiros espirituales”; más “ofrendas de pactos” etc. Así enlodamos la preciosa Sangre de Jesucristo y la Palabra de su Gracia que tiene el único poder para sobreedificarnos se convierte en un Libro para “iniciados”.
Un evangelio incompleto creará cristianos incompletos, con vidas incompletas, con iglesias incompletas, con un testimonio incompleto…y así suma y sigue, volvemos a caer en el círculo vicioso del evangelio incompleto.
Como tenemos un evangelio incompleto, creamos programas espirituales para poder completarlo. Pero estos programas de nada sirven, ya que parten de la base de un evangelio incompleto en la vida del creyente… programas así son contraproducentes y dañinos para las personas. “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Gal. 3: 1-5



Cuando presentamos un evangelio incompleto, es decir, que hay que agregarle nuevas “revelaciones” o “hacer nuevas cosas”, pasamos a formar cristianos criticones, legalistas y místicos. Estos cristianos a menudo son las típicas personalidades que atropellan e intimidan a otros. Insisten en que tienen la razón, e irónicamente, pueden tener la razón en el sentido legalista y moralista. Utilizando las escrituras, pueden probar sus puntos y demostrarte como “debes vivir”. Saben lo que es correcto y lo que no lo es. Han captado la letra de la ley, la cual mata, pero no el espíritu que da vida.



A menudo utilizan su pobre teología como una cortina de humo para que los demás se mantengan a la defensiva y para que no se les acerquen demasiado. Cualquier intento para atravesar sus barreras cuidadosamente erigidas, para llegar a su persona interior, es rechazado. Sus inseguridades resultan en un retraimiento o pasividad, o se convierten en unos controladores enfermizos.
La mayoría de estas personas jamás han tenido relaciones cercanas, y no son libres en Cristo. Muchos de ellos llegan a ser pastores. Aquellos que se encuentran alrededor de estos controladores son las víctimas, y a menos que sean liberados en Cristo, continuarán en el ciclo del abuso y del evangelio incompleto.

¿Qué dice la Biblia al respecto?

Pero la Biblia me enseña algo totalmente distinto. Hubo un tiempo cuando encontré a Cristo. Fui transferido del reino de las tinieblas al “reino de su amado hijo” (Col. 1: 13). De la misma manera me convertí en una nueva criatura, las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas. Mi vida ya no está más en la carne o viejo hombre; está en Cristo. Pablo escribe, “más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el espíritu de Cristo, no es de él”. (Rom. 8: 9) Es de una importancia crítica el que nos demos cuenta que todo cristiano ya no está más en la carne, ya que todo hijo de Dios está en Cristo. Nuestra esperanza yace en el hecho bíblico de que estamos vivos en Cristo, y nos hemos convertido en un participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1: 4). Pablo escribe: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5: 8).
El evangelio no está incompleto en nuestras vidas. Creemos que tenemos un Dios completo (Padre, Hijo y Espíritu Santo), un evangelio completo (Consumado es) y que trata con personas por completo (Cuerpo, alma y espíritu).
¿Entonces por qué no vivimos nuestra vida de acuerdo a quienes somos en realidad? He descubierto que muchas personas intentan matar al viejo hombre, pero no logran hacerlo. ¿Por qué no lo logran? Porque ya está muerto. No podemos hacer por nosotros mismos lo que Cristo ha hecho por nosotros, y es inútil el intentar llegar a ser quienes ya somos. Simplemente tenemos que aceptar lo que Cristo dijo que era cierto acerca de nosotros por causa de su obra en la cruz, y luego podremos andar según la fe. La salvación no es una añadidura, es una transformación. Somos regenerados, nacidos de nuevo, una nueva creación en Cristo.
La única razón por la cual podemos caminar como hijos de luz es porque ahora somos hijos de luz. “mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1: 12). “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gal. 3: 26). “Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…Amados ahora somos hijos de Dios…Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo” (I Juan 3: 1-3)
Entendamos que la vida eterna que recibimos es “Cristo, quien es nuestra vida” (Col. 3: 4). Esta vida es el pasado eterno, el presente y el futuro. Pablo dice “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2: 20)
La vida eterna no es algo que recibimos al morir físicamente, sino que la obtenemos del momento mismo de recibir a Cristo Jesús. “El que tiene al hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (I Juan 5: 12)
Cuando nacemos de nuevo, nos volvemos espiritualmente vivos. El Espíritu de Dios implanta su vida, la vida de Dios, en nuestro ser y pasamos a estar unidos a Cristo y al Padre. El estar en Cristo es el fundamento teológico central para una vida plena y llena. Es la base de la vida cristiana. Pablo identifica a todo creyente verdadero con Cristo: En su muerte, en su sepultura, en su resurrección, en su vida, en su poder, en su herencia, en su posición celestial ¡Aleluya!
Nuestro viejo Catecismo de Heidelberg (1562) parte con la siguiente pregunta y respuesta: “¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con su preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un sólo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación . Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad”



La vida humana se vive de acuerdo a lo que se cree, esta verdad esencial de quienes somos en Cristo es tremendamente importante. Nuestras actitudes, respuestas y reacciones a las circunstancias de la vida son determinadas por nuestras percepciones (presuposiciones) de quienes somos. Nadie puede comportarse consistentemente de una manera que sea inconsistente con la manera en que esa persona se perciba que es. Si los cristianos no son diferentes en su interior a los no creyentes, o si ellos se perciben a sí mismos como que no son diferentes, entonces la vida en el mejor de los casos se vivirá de una manera mediocre, con muy poca distinción entre los cristianos y los que no lo son. El resultado será derrotas repetidas en la vida cristiana. El acusador de los hermanos aumenta esto derramando culpa y a menudo es ayudado por los maestros legalistas.
Si creo que soy un terrible pecador, entonces me comportare como un terrible pecador. Si creo que soy un fracasado, entonces mi única expectativa de vida será el fracaso. En cambio, si cada día me veo a luz de la preciosa Sangre de Jesucristo y creo lo que la Palabra dice de mí, esto es, que soy un hijo de Dios, la niña de sus ojos, una nueva criatura, un poema de Dios etc.; entonces me conduciré en función de la verdad de Cristo en mi vida, y no del falso evangelio que me dice que estoy incompleto en Cristo.



Recordemos y hagamos como San Pablo:

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su Gracia,
que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”
Hch 20: 32

Amén

Sola Scriptura!!!


La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte I)

“Y dijo Dios...” Génesis 1:3
“Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Sal. 19: 4
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” Sal 33: 6
“El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas” Sal. 68: 11
“Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron”. Sal. 78: 1-3
“Se acordó para siempre de su pacto; De la palabra que mandó para mil generaciones” Sal. 105: 8
“Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina”. Sal. 107: 20
“En el principio era La Palabra, y La Palabra estaba con Dios, y La Palabra era Dios. Esta era en el principio con Dios. Todas las cosas por Ella fueron hechas, y sin Ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1: 1-3
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” Juan 5: 24
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8: 31
“¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra” Juan 8: 43
“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” Hch 20: 32

La Palabra como fundamento de todo

Los versículos antes leídos nos muestran la centralidad de la Palabra, tanto en la creación como en la redención y santificación. Fue por La Palabra que todas las cosas fueron hechas y también fue por La Palabra que la iglesia fue redimida, y a su vez por La Palabra la Iglesia y el mundo están siendo santificados y sobreedificados.
Por lo tanto la relación de Dios con la creación y con la iglesia, particularmente con el hombre, no es una relación místico-esotérica, orientada por el sentimiento y lo oculto, sino una relación orientada lingüísticamente, es decir, por la Palabra. No se niega el aspecto emocional del Cristianismo. Ciertamente no hay nada malo con que la gente se emocione acerca de Dios, y que cada cristiano llore por su arrepentimiento o se alegre por su santificación. Sin embargo, el Cristianismo no se reduce a emociones o manifestaciones extáticas.
Dios estimó comunicarse con el hombre en función del lenguaje, por medio de La Palabra Encarnada (El Señor Jesucristo), y por medio de La Palabra Escrita (La Biblia).
El lenguaje es el vehículo de comunicación que Dios instituyó para revelarse al Hombre. Según Gén. 1:28 Dios se reveló al hombre por medio del habla. Pero el lenguaje o la palabra no quedó reservada solamente a la relación Dios-hombre, sino que también Dios estableció la palabra para que los hombres la usaran como medio de comunicación y de interrelación entre ellos mismos, por ejemplo en Gen. 2:23 vemos como Adán bendice a su mujer por medio de la palabra. Con respecto al mandato cultural (Gen 2: 19), este también está determinado por el lenguaje o la palabra, ya que Adán nombró (por medio de palabras) a los animales para poder ejercer dominio sobre ellos y sobre la creación. De esta forma, tenemos que la palabra pasa a ser el común denominador entre las relaciones Dios-hombre, hombre-mujer y hombre-creación.
Por lo tanto cuando la palabra o lenguaje que empleamos se torna turbio, borroso, ruidoso, ambiguo o simplemente no existe, se nos hace imposible tener una comprensión clara de la creación, de nuestros semejantes y, sobre todo, de Dios. Desde el principio, con Adán y Eva, Satanás quiso cambiar la Palabra de Dios por medio de la mentira. Pablo nos dice que los hombres cambiaron la verdad de Dios por la mentira; y Dios confundió la lengua de los hombres en la torre de Babel por la sencilla razón que los hombres ya no comprendían la Palabra de Dios.
En cuanto a la revelación especial, Dios consideró apropiado comunicarse y enseñarle al hombre por medio de La Palabra; por cierto, Dios se reveló a Sí mismo por medio de hechos o acontecimientos, tales como la zarza ardiendo, las plagas de Egipto, el nacimiento virginal, la resurrección de Cristo etc. Pero Dios no dejó estas acciones por sí solas. Ni tampoco nos dejó una tradición oral para que se desvirtúe a través del tiempo, sino que inspiró a determinados hombres por medio del Espíritu Santo para que escriban Palabra por Palabra las poderosas manifestaciones de Dios. Por lo tanto Dios interpretó verbalmente sus “actos poderosos” para que no pueda haber equivocación en su significado.
“La Palabra de Dios es la posesión más preciosa de la Santa Iglesia Universal. Fuera de La Palabra no hay conocimiento del Dios Verdadero, no hay Iglesia, y no hay adoración. La Palabra es la Revelación del Dios Verdadero en Cristo; Cristo mismo es La Palabra esta Palabra es para perdonar y dar vida eterna, diciendo “Las palabras que os he hablado son Espíritu y son Vida” (Juan 6: 63). Esa Palabra de Perdón y Salvación ha sido dada a Su Iglesia, y aparte de la Iglesia, la obra de la Palabra y del Espíritu no es eficaz. Como lo establece Lutero en su Catecismo Mayor, “y todo esto es el oficio y obra del Espíritu Santo, que Él comienza y que diariamente incrementa la santidad sobre la tierra por medio de estas dos cosas, la Iglesia Cristiana y el Perdón de los Pecados. Por lo tanto, allí donde está la Iglesia y donde “la Palabra es predicada... allí siempre está el Espíritu Santo… porque es imposible que la Palabra de Dios vuelva a Él vacía”. Lutero advirtió que una Congregación Cristiana nunca debería reunirse sin la predicación de la Palabra; pues, cuando la Palabra de Dios no es predicada, Cristo no está presente. Por lo tanto, con la predicación de la Palabra, “cuando estamos en el templo para la adoración pública cada semana, estamos en la presencia de Dios, el dador de Vida” (Pr. Enrique Ivaldi)

El Problema

Pero lamentablemente aún dentro de la iglesia hay quienes han querido establecer vías diferentes de llegar y conocer a Dios aparte de la Palabra. Ya en el siglo I existía en la iglesia una secta de corriente filosófico-teológico llamada el “Gnosticismo”. Este pretendía establecer otras bases epistemológicas (de conocimiento) para el conocimiento de Dios o la fe. El Gnosticismo se inspiraba en una mezcla de doctrinas judías y helenistas, que “se embarcaba en especulaciones en cuanto a ángeles y espíritus” (Berkhof). El gnosticismo buscaba satisfacer la sed de conocimiento profundo, el deseo de comunión mística con Dios, y la esperanza de obtener para el alma, un camino seguro hacia el mundo superior después de la muerte. El gnosticismo era un movimiento especulativo, ellos siempre reclamaron para si, un conocimiento más profundo, de las cosas divinas, del que podían tener los creyentes comunes. Para esto establecieron “ritos simbólicos, ceremonias místicas, y la enseñanza de formulas mágicas. Para iniciarse en estas asociaciones, los ritos y fórmulas extrañas constituían una parte importante. Se suponía que estas constituían una protección necesaria y efectiva contra el poder del pecado y la muerte, y que eran los medios para ganar acceso a la bendición del mundo venidero. La participación en la redención, o la victoria sobre el mundo, solo se ganaba mediante ritos secretos de las sociedades gnósticas. El camino a la redención estaba conformado por la iniciación en los misterios del casamiento con Cristo, bautismo especial, nombres mágicos y ungimiento especial, por medio del cual se alcanzaba el conocimiento de Dios. Con el tiempo el gnosticismo llegó a ser más y más un sistema de misterios religiosos. Los hombres de dividen en tres clases: los espirituales, que constituyen la élite de la iglesia, los físicos constituidos por los miembros comunes de la iglesia, y los hílicos o gentiles. Solo los hombres espirituales eran realmente capaces de conocimiento superior (epignosis), y de este modo recibir la altísima bendición… (L. Berkhof)
El gnosticismo fue un formidable enemigo que estaba dentro de la Iglesia. Muchos fueron arrastrados por un tiempo por sus osadas especulaciones o por sus ritos místicos, pero la gran mayoría de los creyentes no se dejó engañar por sus representaciones fantasmagóricas, ni por sus promesas seductoras de secreta felicidad. Fue duramente refutado por nuestro apóstol Juan, y terminó siendo vencido por los Padres de la iglesia mediante la exposición, preparación y circulación de pequeñas exposiciones de los hechos fundamentales de la Palabra de Dios, por ejemplo, El Credo Apostólico.
Sin embargo el gnosticismo no dejó de tener una impresión duradera en la Iglesia. Algunas de sus particularidades fueron absorbidas por la iglesia católica romana con su peculiar concepción de los sacramentos, su filosofía de un Dios oculto a quien había que acercarse a través de intermediarios (santos, ángeles, María etc.), su división de los hombres en órdenes superiores e inferiores y su énfasis en el ascetismo y monasticismo.
Hoy también podemos ver el gnosticismo en algunos sectores de la iglesia evangélica. Muchos cristianos desean medios más cortos y vías más fáciles para relacionarse con lo “divino”, ya que se encuentran estancados inconscientemente en las mismas cosmovisiones gnósticas del pasado. No necesitamos ir más lejos para ver esas antiguas herejías que hoy cobran vida en los grupos neopentecostales y carismáticos; tal es el caso de las redes apostólicas, la doctrina de la prosperidad, la súper fe, la guerra espiritual, la cartografía espiritual, la sanidad interior, la demonología y las nuevas formulas ocultas de la “Visión Celular” como los pre-encuentros, encuentros, reencuentros, requete-encuentros, requetecontra-encuentros, el regreso del encuentro etc.
El ir en pos de "fórmulas ocultas o mágicas" para la vida cristiana exitosa revela un Cristianismo poco profundo, inclinado al Gnosticismo. El primer pecado del hombre en el Edén involucró un deseo de conocimiento y poder secreto a través de las artes mágicas y no a través de la Palabra o mandato de Dios. El actual gnosticismo o misticismo en nuestras iglesias asesta un golpe a la comunión y a la comunicación que Dios quiere establecer con su pueblo solo por medio de La Palabra, dejando a Dios silencioso y remoto. Priva al Hijo de su poder salvador, convirtiéndolo en un camino entre muchos caminos posibles. El misticismo conduce necesariamente a la fragmentación de la verdad, a la salvación por obras, a mesías substitutos, y a la deificación de hombres narcisistas y acomplejados que pretenden ser “apóstoles y profetas”. “El resultado inevitable de todo misticismo es otro salvador.”
Así como los gnósticos del siglo primero y segundo distorsionaron el evangelio y creyeron que podían salvarse a sí mismos con conocimiento secreto, hoy día muchas iglesias evangélicas creen que pueden llegar a “una espiritualidad superior” creyendo y practicando las “nuevas revelaciones” que nos traen los “apóstoles y profetas” de “este último tiempo”.
Tanto para los antiguos herejes, así como los nuevos, el secreto está en oír la voz del “Espíritu” más que la “letra muerta de la Palabra (Cristo)”. Los actuales herejes crean en un falso dualismo (dos caminos por separado), ya que transforman la vida cristiana en una carrera de “experiencias paranormales en el espíritu” más que una vida basada en la Palabra Eterna del Cristo Resucitado. Con esto, caen en la trampa de “Cristo sí, pero más del Espíritu”. Esto es a lo que se le llama “Dualismo”, que corresponde a creer que hay dos estilos de vida cristiana o dos formas de llegar a Dios el Padre. Por un lado está Cristo, pero por el otro lado está el Espíritu Santo; por un lado está la Palabra, pero por el otro está la “Unción”.
Tanto Cristo como el Espíritu Santo pasan a ser más o menos independientes el uno del otro; cada uno nos lleva al Padre en su propia manera particular. De este modo, la Palabra y el misticismo, la razón y el alma, son colocadas una contra la otra, produciéndose una competencia entre ambos (Cristo y el Espíritu Santo) luchando por quien es mejor para llevarnos al Padre y darnos vidas más exitosas ¿Cristo o el Espíritu Santo?
Para esta nueva clase de gnosticismo, el Hijo y el Espíritu están tan descoordinados que ambos, de la misma manera, tienen su propio camino al Padre. Los dos son más o menos independientes el uno del otro; cada uno dirige al Padre en su propia manera particular
La doctrina y la experiencia están separadas: la doctrina es solamente para la mente, solo sirve para saber teología. Pero a parte de ella, hay otro camino, “el mover del Espíritu”. De esta forma “la unción, el poder, las revelaciones, las caídas etc.” pasan a ser manifestaciones de categorías superiores de cristianismo. Esta forma de pensar establece un falso evangelio entre la mente y el corazón; las ideas y las emociones. De manera que no tienen su fuente en la Sola Scriptura (La Palabra) sino que tiene su propio origen, en cualquier otra fuente, menos en la Palabra Autoritaria del Dios Vivo.
Con esto último nacen dos mediadores, dos reveladores, dos caminos, dos salvadores. El Hijo hace que conozcamos a Dios en la “Vieja Biblia”, el Espíritu hace que conozcamos a Dios en las “nuevas revelaciones”. El Hijo, está para convertirse y dar los primeros pasos de cristiano; en cambio el Espíritu Santo está para los cristianos “mas avanzados”, “los más maduros”, “los más espirituales”, “los que tienen la unción”.
La consecuencia lógica es que se divorcia la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas de la obra de Jesucristo. La redención obrada por Cristo es menos que la obra “novedosa” del Espíritu. El énfasis desmedido de las operaciones del Espíritu en nuestras vidas tiende a llevar a una independencia de Cristo, la iglesia, los sacramentos y la Biblia. Las experiencias pasan mostrarse más importantes que la justificación, la comunión subjetiva con el Espíritu es más sublime que la vida objetiva de la iglesia y los sacramentos, y la unción por parte del Espíritu más excelsa que conocer la Escritura.

Lo que dice la Escritura

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. (Juan 15:26)
Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20:22)
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gál. 4:6).
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:13-15).

En los textos antes leídos podemos hacer el siguiente análisis:

A.- Que es Jesucristo quien envía a al Espíritu Santo (yo os enviaré del Padre… Recibid el Espíritu). Aunque el Espíritu Santo posee la misma divinidad y sustancia que el Padre y el Hijo, no actúa de forma independiente de ellos, sino que se mueve en un mismo plan eterno predeterminado desde antes de la fundación del mundo, el cual es redimir a la humanidad y hacer al Hijo Señor de todo. (Porque de él, por él y para él son todas las cosas)

B.- Que el Espíritu viene para glorificar al Hijo (El me glorificará). La misión del Espíritu Santo es que el hombre confiese que Cristo es el Salvador y Señor de la Tierra. El Espíritu Santo glorificará siempre a Cristo y nunca se glorificará a sí mismo. El Espíritu santo siempre nos llevará a Cristo que es la Palabra “Ahora Padre glorifícame, tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” Juan 17: 5

C.- Que el Espíritu viene a extender el evangelio por toda la tierra (no hablará por su propia cuenta). El Espíritu Santo no dará “nuevas revelaciones” o un “nuevo evangelio”, sino que hablará lo que oyere del Padre y del Hijo, esto es, el evangelio de gracia. “Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio distinto al que os hemos anunciado, se anatema” Gálatas 1: 8
El teólogo reformado Greg Uttinger dijo: “Si separamos la obra del Espíritu de la sangre de Cristo y de la palabra de Dios, distorsionamos el Cristianismo de la manera más horrorosa, y cualquier misticismo que creemos será más parecido al panteísmo Oriental que a cualquier cosa en la Biblia”
Por lo tanto, el establecer un camino diferente al Padre, aparte de Cristo, es tan satánico como practicar la idolatría. El que tiene a Cristo, tiene por lógica al Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un segundo misterio o secreto que hay que descubrir o encontrar en el peregrinar cristiano. Ni tampoco el Espíritu Santo te llevará a “nuevas revelaciones” de misterios que están ocultos para cierta clase de cristianos. El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Divinidad enviada por Cristo y el Padre para que te guíe en tu caminar cristiano, te consuele en momentos difíciles, te fortalezca cuando estés cansado, santifique tu vida y te ilumine cuando leas la Palabra.
El Espíritu Santo siempre obrará amparado por la Palabra de Dios. No dirá nada extraño ni diferente al glorioso evangelio de Cristo. El Espíritu Santo siempre te conducirá al dulce evangelio de Cristo y al tierno amor del Padre. El Espíritu siempre te conducirá a la Palabra y, la Palabra te revelará al Cristo, el Hijo de Dios.
Si tuviéramos que hacer un esquema de cómo obra la Santísima Trinidad, tendríamos algo así:






En primer lugar tenemos que Dios Padre envío a Jesucristo para morir por nosotros (Dios Hijo), Este antes de irse envió al Espíritu Santo para que nos guíe e ilumine la Palabra de Dios (toda verdad), La Palabra de Dios (La Escritura) nos lleva Cristo, y Cristo nos muestra al Padre.
El cristiano no se queda estancado en el Espíritu esperando “nuevas revelaciones de Dios”, sino que el Espíritu Santo siempre nos conducirá a la Palabra y la iluminará para que conozcamos a Cristo, el único mediador entre Dios y los Hombres.
Por lo tanto cuando se nos enseña un evangelio que no nos conduce al Padre por medio de la Palabra y de Cristo, ese evangelio es falso.
Por eso, a Dios solo lo encontramos en la Palabra (la Biblia, La Escritura) y no en los ídolos de roma, el misticismo de los neopentecostales o la música de los carismáticos. Cuando un “espíritu” me conduce a ídolos, misterios, música como fin en si misma o a cualquier otro fenómeno que no sea la Palabra objetiva de Dios (la Biblia y los sacramentos) es cualquier “espíritu” menos el Espíritu Santo.
El pastor luterano Enrique Ivaldi dijo: “Cuando los Medios de Gracia son despreciados en Palabra y Sacramentos, Gracia y fe son también despreciados... Así, las iglesias y sus miembros que no centran su Culto solamente en la Palabra y los otros Medios de Gracia viven en peligro eterno. El Culto contemporáneo parece muy interesado en apelar a la condición humana del hombre. Por ello, esta insistencia en la experiencia y emociones humanas, el uso de “métodos” para seducir a los sin iglesia, la intrusión del racionalismo en territorio Santo y la naturaleza homo-céntrica del Culto Evangelical Americano… debe recordar… que en el Culto ni aún la más mínima “contribución” del hombre es aceptable y que en ese marco estilo y contenido son idolatría. ¡La Palabra es eficaz solamente cuando ella es Palabra Sola!”

“Y vosotros estáis completos en Él…” (Col. 2: 10)

CHRISTUS VINCIT !!!!!



Escatología de la Victoria V/S


Escatología de la Derrota

“La escatología es la doctrina de las últimas cosas, pero también es la doctrina de las primeras cosas porque tiene que ver con la meta de la historia”. Forzosamente, nuestras metas determinarán nuestra forma de actuar. Las metas específicas nos motivan. Si nosotros creemos que la meta principal y final de la vida cristiana es el cielo, o la salvación de nuestras “almas”, seremos indiferentes ante la historia y el mundo que nos rodea. La clase de fe que tenemos rige la totalidad de nuestras vidas y nuestra total perspectiva. Cómo consideremos a Dios y a Cristo determinará cómo nos consideremos nosotros mismos, nuestra vocación y el final de los tiempos.
Todos los hombres hablan y escriben desde una determinada perspectiva: Vemos el mundo, las cosas, la historia y el conocimiento en términos de creencias, y estas creencias determinarán fundamentalmente nuestro compromiso con el mundo, las cosas, la historia y el conocimiento. Nuestra perspectiva siempre está condicionada por nuestras presuposiciones religiosas. Una vez que adoptamos una posición, tiene ciertas consecuencias lógicas y también inferencias muy prácticas para nuestras vidas. Si yo creo que Cristo pronto me raptará de este mundo maligno, esto tendrá un efecto práctico en mí vida, muy diferente de una creencia de que yo veré que el mundo se convertirá en un mundo mejor donde el reino de Dios se extenderá de manera amplia y dominante. Nuevamente, si yo creo que el mundo verá el triunfo progresivo del pueblo de Cristo hasta que todo el mundo sea cristiano y se revele una gloriosa era material y espiritual, yo me motivaré en forma muy diferente a un creyente dispensacionalista que piensa que este mundo le pertenece a Satanás y que va derecho a las garras del anticristo. Las escatologías que creamos determinarán una diferencia muy grande en cómo contemplamos el mundo y nuestra labor y futuro en el mismo. Se dice que en Chile hay tres millones de personas que se confiesan cristianos evangélicos, es decir, que han recibido a Cristo como Señor y Salvador. Si esta gente cree que el final está cerca y que el rapto, el anticristo y la gran tribulación están a la vuelta de la esquina, su impacto en Chile y el mundo será (y es) muy diferente del de aquellos tres millones que creen que conquistarán el mundo. En un enfoque, el pueblo se prepara para escapar del mundo y, en lo posible, “convertir” al máximo de “almas” antes de ser “raptados”. En la otra, se preparan para dominar por medio de la Palabra el mundo y hacer valer los “Derechos de Corona del Rey Jesús”.
Pesimismo: El problema es que la vasta mayoría de los evangélicos han creído que las cosas empeorarán progresivamente en casi todas las áreas de la vida hasta que Cristo regrese. Esta posición pesimista y derrotista de la historia recibe el nombre de dispensacionalismo. Los dispensacionalistas creen que Jesús establecerá un reino terrenal visible, con Cristo a la cabeza, presente en cuerpo y que durará mil años literales. Ellos no creen que Cristo Reina actualmente, sino que es Satanás quien gobierna y dirige este mundo. Creen que la iglesia está solo para “rescatar almas” del infierno pero llegara un punto en que deberá ser “raptada” de la tierra porque el mundo caerá más y más bajo el dominio de Satanás. Esta escatología enseña la derrota terrenal de la iglesia de Cristo antes de su Segunda Venida. Un problema con esta perspectiva es que, cuando llegan las derrotas predecibles, los cristianos tienen un incentivo teológico para encogerse de hombros y decirse a sí mismos: "Así es la vida. Así es como Dios profetizó que ocurriría. Las cosas están empeorando". Leen los amarillistas y sensacionalistas titulares de los diarios, y piensan para sus adentros: "El rapto de la Iglesia está a las puertas". La fortaleza interior que la gente necesita para recuperarse de las derrotas externas normales de la vida es socavada por una teología que predica la inevitable derrota terrenal de la iglesia de Jesucristo. La gente piensa para sus adentros: "Si ni siquiera la santa iglesia de Dios puede triunfar, entonces, ¿cómo puedo yo esperar triunfar?" Por consiguiente, los cristianos se convierten en los cautivos psicológicos de los encabezamientos pesimistas diseñados para vender los periódicos.
Esta escatología parte por una falsa suposición: la inevitable derrota en la historia de la iglesia de Cristo por las fuerzas terrenales de Satanás. Esta doctrina es satánica en forma y contenido, ya que está a favor de la impotencia histórica y la irrelevancia cultural de la obra de Cristo en el Calvario. Esto es lo que los dispensacionalistas predican, el escapismo, la irrelevancia y la cobardía. Ellos nunca se propusieron cambiar la civilización. Sólo se proponían escapar de lo que consideraban como las características “más desagradables de la civilización moderna”, cosas tales como el licor, el cine, y los bailes sociales. Es tanta la esquizofrenia de los dispensacionalistas y los fundamentalistas que Rousas Rushdoony dijo: “He dicho a menudo que si los anti-abortistas difundieran el rumor de que el abortista local daba un vaso de cerveza a cada mujer para calmarle los nervios después del aborto, la mitad de los fundamentalistas del pueblo estarían en las filas de los manifestantes en frente de su oficina dentro de una semana”
En resumen, el dispensacionalismo enseña que en la historia no existe tal cosa como un triunfo de Cristo y su Reino. El papel de los cristianos es en el mejor de los casos sonreír y resignarse, y con mayor probabilidad ser victimas y mártires. En este punto de vista pesimista, el mundo irá de mal en peor. El cristiano debe retirarse del mundo de la acción, en la comprensión de que no hay esperanza para este mundo, ninguna victoria mundial de la causa de Cristo ni rectitud y paz mundial. La Palabra Dios es inaplicable porque no hay ningún plan de conquista ni plan de triunfo en el nombre y poder de Cristo. En el mejor de los casos, la Palabra de Dios es un plan de moralidad privada, no para hombres y naciones en todos sus aspectos. No es sorprendente que el dispensacionalismo produzca una perspectiva retraída, alienada y obtusa, una iglesia en la cual los hombres no piensan en la victoria. El teólogo bíblico David Chilton compuso un epitafio para el dispensacionalismo, este es: "¡Predicamos la derrota, y la obtuvimos!"
Optimismo: Pero nuestro Señor dijo: “Negociad entre tanto que vengo” (Luc. 10:13) Dios creó al hombre para ejercer dominio sobre la tierra y para dominar todas las cosas en términos de la palabra de Dios, y Jesucristo restauró al hombre (siendo él mismo el postrer Adán) en este mandato, con la bendita seguridad de que nuestro “trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58) y que “mucho más reinaran en vida, por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia” (Rom. 5: 17)
El mensaje fundamental de la escatología bíblicamente correcta es la victoria, en el tiempo, en la tierra, en la historia. Una victoria abarcante, no simplemente una especie de victoria psicológicamente interna, de "sonrisas en nuestros rostros, gozo en nuestros corazones". Esta escatología es lo que en círculos teológicos se llama Postmilenialismo. También recibe otros nombres como Teología del Dominio o Reconstrucción Cristiana. El Postmilenialismo enseña que el llamado y deber del cristiano es ejercer los derechos de corona del Rey Jesús en todas las áreas de la vida. Cristo ha comprado a su pueblo de entre las naciones, no sólo para redimirles del pecado, sino para capacitarles para que cumplan el Mandato de Dominio original de Dios para el hombre. Como el segundo Adán, Cristo asigna a su nueva creación la tarea que Adán perdió (esta vez, sin embargo, sobre el inconmovible fundamento de su muerte, su resurrección, y su ascensión) La salvación tiene un propósito, “un salvar a, así como un salvar de”. Cristo ha hecho de su pueblo reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y ha garantizado su destino: Reinarán sobre la tierra. Esto nos muestra la dirección de la historia: Los redimidos del Señor, ya una nación de reales sacerdotes, avanzan hacia el completo dominio que Dios ha planeado como su programa original para el hombre. En Adán, se había perdido; Cristo Jesús, el segundo Adán, nos ha redimido y nos ha restaurado a nuestro real sacerdocio, para que reinemos sobre la tierra. Por medio de la obra de Cristo, la victoria definitiva sobre Satanás ha sido ganada. Se nos prometen crecientes victorias, y creciente gobierno y dominio, al hacer que el evangelio y la ley del gran Rey produzcan frutos por todo el mundo.
El postmilenarismo ve la salvación como victoria en el tiempo y la eternidad, por consiguiente ve una responsabilidad del hombre de Dios para toda la vida. El postmilenarismo sostiene que se cumplirán las profecías de Isaías y de toda la Escritura. Las Escrituras no se han hecho inaplicables a la historia. Habrá victoria sobre Satanás, tal y como lo declaran en Génesis 3:15, Romanos 16:20 y Apocalipsis 12:9; y como lo proclamaban en Génesis 13, Génesis 28:14, Romanos 4:13, y toda la escritura, todas las familias de la tierra serán bienaventuradas. Se convertirán los pueblos de todas las lenguas, tribus y naciones, y la palabra de Dios prevalecerá y gobernará en todas partes de la tierra. Por lo tanto, hay necesidad de acción y una seguridad de victoria.

Benjamín Warfield, de Princeton, dijo: "Entonces, no debéis imaginar que Dios se sienta indefenso mientras el mundo, que él creó para sí mismo, se lanza, indefenso, a su destrucción, y que Él sólo puede arrebatar, aquí y allá, algún tizón del incendio universal. El mundo no le gobierna a Él en ninguno de sus actos: Él lo gobierna y lo conduce con mano firme hacia el fin que, desde el principio, o desde que se colocara la primera viga, Él había determinado para él.... A través de todos los años, se nota un propósito, un creciente propósito: más y más, los reinos de la tierra han venido a ser el Reino de nuestro Dios y de su Cristo. Puede que el proceso sea lento; a nuestros ojos impacientes, el progreso puede parecer que se demora. Pero es Dios el que está construyendo, y bajo sus manos, la estructura se levanta firme aunque lentamente, y a su debido tiempo, la cúspide será puesta en su lugar, y ante nuestros ojos atónitos, quedará revelado nada menos que un mundo salvado".

En el Circo Máximo de Nerón, el escenario de sus sangrientas y repugnantes matanzas de cristianos (por medio de las bestias salvajes, por crucifixión, por el fuego y por la espada) había un gran obelisco de piedra, mudo testigo de la valiente conducta de aquellos santos valientes que soportaron la tribulación y contaron todas las cosas como pérdida por amor a Cristo. Hace mucho tiempo, el bestial Nerón y sus secuaces pasaron de la escena a su recompensa eterna, pero el obelisco todavía permanece, y ahora está en el centro de la gran plaza en frente de la Basílica de San Pedro. Grabadas a cincel en su base aparecen estas palabras, tomadas del himno de triunfo de los mártires vencedores:

CHRISTUS VINCIT (Cristo vence)
CHRISTUS REGNAT (Cristo reina)
CHRISTUS IMPERAT (Cristo gobierna sobre todo)

Walter Vega.

Dios ha hablado y no ha tartamudeado



Lecciones de Francis A. Schaeffer



Me encontré este artículo sobre Francis A. Schaeffer con el que me siento identificado. Además de haber leído algunos de sus libros que me formaron una cosmovisión cristiana.


Habiendo releído muchas de las obras de Francis A. Schaeffer, he sido empujado a enlistar algunas lecciones que él puede hoy enseñar a los cristianos y los no cristianos.

Schaeffer fue un pastor, autor prolífico, generalista profético, apologista y primariamente un evangelista. Así es como el típicamente se describió a sí mismo. Schaeffer inspiró a una generación de evangélicos—incluyendo a mí—el honor del Señorío de Cristo sobre toda la vida y para reclamar la mente y la cultura para la causa del reino.

1. Schaeffer tuvo una profunda pasión por Dios y por la verdad. Esto vino por su conversión intelectual como un joven, después de que él leyó tanto la literatura de los clásicos griegos como la Biblia, así como de su crisis intelectual que lo golpeó después de una década de ministerio. No habiendo visto la realidad del amor Cristiano y la obra del Espíritu, el cuestionó todas las cosas por algunos meses, y así regresó más fuerte, espiritualmente y mentalmente a la tarea. El libro La Verdadera Espiritualidad es el fruto de esta crisis y renovación.

2. Schaeffer se preocupó profundamente de la perdición de la gente moderna. Los no cristianos no eran “objetos” para este hombre de Dios, sino que eran portadores de la imagen de Dios que estaban sin esperanza al estar sin el evangelio de Jesucristo. Cuando Schaeffer examinó la cultura, el lo hizo con un ángulo de como la cultura revela una carencia de esperanza y significado. En sus conversaciones apologéticas, Schaeffer pudo no haber cognoscitivamente usado moderación con sus oponentes, pero el trató de llevarlos a la verdad a través del amor y la razón—y no sin lágrimas, como el frecuentemente decía. Schaeffer escribió acerca de la primacía del amor por la vida cristiana y la misión en Las Marcas del Cristiano.

3. Schaeffer fue un profeta generalista por la causa de Cristo. El estudió las áreas de pensamiento pertinentes para el ministerio y el llamado de la iglesia en sus días. Mientras que algunos erróneamente tomaron sus juicios como la última palabra, estos fueron casi siempre una palabra y un llamado vital para posteriores estudios y compromisos proféticos con el mundo bajo Cristo.

4. Schaeffer no fue un auto-promotor, sino vio a Dios en la vida y ministerio. Los ministerios de L’Abri de apologética y evangelismo, y el estudio que desarrolló en los Alpes Suizos como Francis y su esposa Edith respondieron a las necesidades de los estudiantes que preguntaban. Más tarde en su ministerio, Schaeffer fue algún tiempo promocionado muy pesadamente. Esto pudo haber sido por su hijo, Franky, quien produjo la serie de películas, “¿Cómo Entonces Debemos vivir?” y “¿Qué sucedió con la Raza Humana?” Schaeffer nunca planeó escribir libros, pero los escribió cuando sus conferencias y discusiones fueron tan bien recibidas que los libros fueron requeridos.

5. Schaeffer amó las artes, podía reconocer la fineza estética aún en el arte no Cristiano (o anti-Cristiano), y dio a los artistas Cristianos el permiso y la visión de los esfuerzos artísticos. De esta manera podemos ver el libro Arte y la Biblia, recientemente publicado con un prólogo del músico y autor Michael Caird. Schaeffer con frecuencia hablaba de traer “belleza” a la vida Cristiana.

6. Schaeffer tuvo un conocimiento profundo y amor por las Escrituras. La Biblia era una viviente realidad para este hombre. El dijo en El Dios Que Está Ahí que debemos estar estudiando diariamente las Escrituras con el propósito de presentar la verdad a los no creyentes. El mismo leía al menos tres capítulos del A.T. y uno del N.T. cada día. Sus escritos están saturados de verdad bíblica y sabiduría.

7. Schaeffer fue un hombre de la Reforma, quien, sin embargo, no fue doctrinario o arrogante de su Calvinismo. Schaeffer se dio cuenta que la Reforma era necesaria y que debemos esperar “una iglesia reformada siempre reformándose.” Los Reformadores, aunque no del todo, trajeron la Escritura de regreso a su correcta centralidad y también desplegaron maravillas sociales y culturales para occidente, como Schaeffer lo señala en ¿Cómo Entonces Debemos Vivir? y en Manifiesto Cristiano. Mientras Schaeffer creyó en y enseñó las Normas de Westminster, su llamado se extendió mucho más allá de los círculos Reformados y Presbiterianos.

Por lo tanto, leamos y releamos los libros de Francis Schaeffer. Yo te sugiero adquirir La Colección de Obras y trabajar a tu manera a través de ellas—para la gloria de Dios, por el bien de su iglesia, y por el extendimiento del Reino. Si piensas que no tienes tiempo para leer, entonces por favor date el tiempo. Elimina tus distracciones y sumérgete en estos libros.

Recursos

Schaeffer escribió cerca de veinte libros de 1968 hasta su muerte en 1984. Aquí están algunas de las obras más notables con las que puedes empezar.

1. El Dios que está allí. Originalmente publicado en 1968, esta obra maestra de apologética dio a los Cristianos una manera para ver la cultura y la historia que los desafió a hablar el Cristianismo histórico en el mundo moderno.

2. El Está Allí Y No está Callado. 1972. Este corto pero profundo volumen argumenta que el Dios de los Cristianos es la mejor explicación para la epistemología, la moralidad, y la naturaleza del cosmos y el ser humano.

3. El Manifiesto Cristiano. 1981. Esta es una advertencia y un llamado a la acción a la luz de la declinación de la perspectiva Judeo-Cristiana en la ley y la cultura. Este fue un documento clave en el llamado a los Cristianos para ser activistas informados.
4. Las Marcas del Cristiano. Una precisa meditación en el significado del amor Cristiano como central para todos los esfuerzos Cristianos.

5. La Verdadera Espiritualidad. 1972. Explica las bases de la vida cristiana doctrinalmente y prácticamente. Estas son las verdades que revitalizaron el ministerio de Schaeffer después de una experiencia que lo consumió. Un clásico moderno.

6. ¿Cómo Entonces Debemos Vivir? 1976. Una amplia historia y crítica de la civilización Occidental desde un punto de vista Cristiano. Una motivación para los cristianos para entender su historia y para vivir acordemente bajo el Señorío de Cristo.


En nuestra biblioteca encontraras obra de Francis Schaeffer.
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Del Conocimiento de Dios


¿Cuál es Nuestra Concepción de Dios?


El primer ataque de Satanás a la raza humana fue sutil y astuto para destruir la confianza que Eva tenía en la bondad de Dios. Desafortunada y lamentablemente para ella y para nosotros, él tuvo éxito. Desde ese día hasta la fecha, los hombres han sostenido un concepto falso de Dios. Esto es precisamente lo que ha minado y socavado el terreno de la justicia y les ha inducido a una vida descuidada, temeraria, atolondrada y un destino destructivo.Nada tuerce y deforma al alma más que un concepto bajo e indigno de Dios. Por ejemplo, los fariseos, a pesar de que consideraban que Dios era severo y austero, lograron mantener un nivel relativamente alto de moralidad externa; sin embargo, su propia justicia era externa. Por dentro eran «sepulcros blanqueados», como nuestro Señor mismo se los dijo. Su concepto equivocado de Dios resultó en una idea errada de la adoración. El fariseo no amaba a Dios y el servicio que le rendía lo consideraba una esclavitud, pero no podía escapar de dicho servicio sin afrontar una pérdida demasiado grande. No era fácil vivir con el Dios del fariseo, así que su religión se volvió inflexible, difícil y sin amor. No podía ser de otro modo, porque nuestra noción o concepto de Dios siempre tiene que determinar la calidad de nuestra religión.Gran parte del cristianismo desde los días en que Cristo anduvo en la tierra como humano ha sido inflexible y severo (para muchos esto es la sana Doctrina). Y la causa o razón ha sido la misma: un concepto indigno, o un punto de vista inadecuado de Dios. De modo instintivo tratamos de ser semejantes a nuestro Dios, y si creemos que él es austero, duro y exigente, así seremos nosotros.De este fracaso en la comprensión de Dios surge un mundo de infelicidad y tristeza entre buenos cristianos hasta el día de hoy. Se cree que la vida cristiana se trata de que carguemos la cruz en forma malhumorada e indiferente bajo el ojo escrutador de un Padre severo, quien espera mucho y no perdona nada, ni permite excusas ni disculpas. Se cree que Dios es austero, enojadizo, iracundo, de temperamento malhumorado, y extremadamente difícil de complacer. La clase de vida que nace y surge de dichas calumnias y nociones tan difamatorias conduce a una mera parodia de la verdadera vida cristiana.Para nuestro bienestar espiritual, es de suma importancia que siempre tengamos presente un concepto correcto de Dios. Si pensamos que él es frío y exigente, nos será imposible amarlo, y nuestras vidas se encontrarán sumidas en un temor servil. Si, por el contrario, consideramos que es bondadoso y comprensivo, toda nuestra vida interior reflejará esa idea.La verdad es que Dios es el más atractivo, simpático, amable y amante de todos los seres, y servirle constituye un placer indescriptible. Él es todo amor, y quienes confían en él no necesitan conocer nada más que ese amor. Él es justo a cabalidad, y no podemos esperar que tolere el pecado pero, por intermedio de la sangre del pacto eterno, él puede actuar hacia nosotros exactamente como si nunca hubiésemos pecado. Para los hijos de los hombres, cuya confianza esté depositada en él, su misericordia siempre se impondrá y triunfará sobre la justicia.El placer de la comunión con Dios supera las expresiones del lenguaje humano. Él se comunica con sus redimidos en una comunión fácil, sin inhibiciones ni impedimentos, que proporciona descanso, salud y sanidad al alma. Dios no se siente ofendido, ni es egoísta, ni temperamental. Lo que Dios es hoy, encontraremos que lo será mañana y al día siguiente y el próximo año. No es difícil complacerlo, aunque tal vez sea difícil satisfacerlo. Él espera de nosotros únicamente aquello que él mismo nos ha suplido. Él está presto a tomar nota del esfuerzo más sencillo y leve de agradarle, e igualmente está presto y listo a pasar por alto las imperfecciones cuando sabe que tuvimos la intención de hacer su voluntad. Nos ama por lo que somos y valora nuestro amor más que las galaxias de mundos recién creados.Desafortunadamente, muchos cristianos no pueden liberarse de sus nociones pervertidas de Dios, y estas nociones envenenan sus corazones y destruyen su libertad interior. Sirven a Dios de manera terrible e inflexible, como lo hiciera el hermano mayor, haciendo el bien sin entusiasmo ni gozo, y se les hace totalmente imposible comprender la celebración alegre, y la fiesta animada y vivaz porque el hijo pródigo regresa al hogar. Su idea de Dios descarta la posibilidad de que Él experimente felicidad y gozo en su pueblo, y atribuyen el canto y la algazara a un mero fanatismo. Son almas infelices, condenadas a caminar penosa y pesadamente en su sendero melancólico, con determinación inflexible de hacer el bien aunque se les caiga el cielo encima y a estar en el grupo o partido ganador el día del juicio.¡Cuán bueno sería si pudiésemos aprender y comprender que es fácil vivir con Dios! Él se acuerda de nuestra condición y sabe que somos polvo. Tal vez tenga que castigarnos a veces, por cierto, pero aun esto lo hace con una sonrisa, la sonrisa orgullosa y tierna de un Padre que prorrumpe en placer por un hijo imperfecto pero prometedor, cuya imagen se asemeja cada día más a la de Aquel cuyo hijo él es.Algunos de nosotros nos sentimos saltones y tiritones, estamos conscientes de nosotros mismos y carecemos de naturalidad porque sabemos que Dios ve hasta nuestro más íntimo pensamiento y conoce a cabalidad nuestros caminos. No hay necesidad de que seamos y vivamos tan atemorizados. Dios es la suma total de toda paciencia y la esencia de la bondadosa buena voluntad. Le agradamos al máximo, no tratando con frenesí de ser buenos y hacernos mejores, sino arrojándonos en sus brazos con todas nuestras imperfecciones, creyendo que él comprende todo y nos ama a pesar de ello.

El Sacerdocio Universal del Creyente



El trabajo desde una óptica de Reino


El siglo XVI fue para muchos sociólogos, historiadores, filósofos, economistas y teólogos un cambio de paradigma. Una verdadera reforma en todos los aspectos de la vida del hombre. Sin duda, la reforma protestante fue la causante de este cambio de cosmovisión. La sociedad y sus instituciones fueron trasmutadas de la noche a la mañana, y los antiguos principios que perduraron por cerca de mil años quedaron obsoletos como un zapato viejo. Es que la reforma protestante no solo estableció la doctrina de la justificación por la sola fe, sino que junto con esta fundó un nuevo concepto que cambio la forma de identificar al hombre este concepto se llamó “El Sacerdocio Universal del Creyente”. Este nuevo paradigma puso al individuo en un nuevo papel dentro de la sociedad, de ser un mero espectador, lo transformó en un protagonista y actor principal en todos los estamentos sociales y colectivos de las naciones que abrazarían la causa protestante. Atrás quedaban los castrantes y retrógrados prejuiciosos que la iglesia de roma había impuesto en el hombre. El hombre ahora se sabía responsable ante Dios. Ya no tenía que creer todo lo que el Papa dictaba, porque tenía la Biblia. Ya no debía hacer méritos ante el cura para irse al cielo, por que creía en la justificación por fe. Ya no temía a la excomulgación de la iglesia, porque comprendía la gracia.
Ahora era un hombre emancipado, libre. Libre de los hombres, pero esclavo de Dios. Es decir, autónomo ante la sociedad pero teónomo en cuanto a Dios.
El sacerdocio universal afectó tanto al hombre que este comprendió que era sacerdote en todo lugar, y que su profesión era su religión, teniendo que agradar y servir a Dios en el oficio que había aprendido desde pequeño. Zapateros, sastres, médicos, soldados, comerciantes, pintores, artistas, agricultores, artesanos etc. todos eran sacerdotes y por tanto debían representar a Dios en lo que hacían. Esto trajo como resultado una pujante economía que redundó en beneficio para ellos, sus familias y las naciones donde vivían. No es de extrañarse que el padre de la Sociología moderna, Max Weber, escribiera en su libro “Ética Protestante y Espíritu del Capitalismo” que las naciones de fe protestante eran más ricas, industrializadas, democráticas y desarrolladas que las católicas.
Para el católico romano el trabajo es un castigo, en cambio para el protestante, es una bendición, una oportunidad para dominar y conquistar la tierra para su Dios. El romanismo ve la vida en términos esencialmente emocionales, y como preparación para el cielo. El trabajo se ve como una faena pesada, un aspecto de la maldición, no como una forma de dominio, y la vida eterna (en el cielo) se ve como “eternas vacaciones” con el Señor. El romanismo y muchos evangélicos produjeron una vida superficial en términos intelectuales y vocacionales (laborales). La fe se convierte en una experiencia emocional, y no es de extrañarse que las mujeres predominan tanto en los círculos católicos como evangélicos: La religión la convierten en un asunto solo para mujeres y los hombres en ella están impotentes o castrados. El romanismo y el falso protestantismo exalta a la gente nula, pelagatos píos que reducen la fe a manifestaciones histérico-piadosas y por casi dos siglos el arminianismo y el dispensacionalismo han endemoniado a la iglesia con sus modos santurrones, afeminados y cobardes. La gente nula evita actos abiertos de pecado, no porque amen y teman a Dios sino porque son almas tímidas que temen a la gente y no se atreven a ofenderlos. En sus manos, el evangelio y la fe reformada dejaron de asociarse con dominio y fortaleza, y llegaron a asociarse con debilidad y temor.
El trabajo es la oportunidad para dominar la tierra y extender el Reino. Es el medio donde ejerzo mi sacerdocio a través de mis dones, manifestados en la vocación que el Señor me dio, es decir, mis talentos.
El verdadero hombre es el que domina para Dios por medio de su trabajo, su profesión, oficio o don. El hombre sin dominio es un eunuco. Y el hombre humanístico que domina solo para su propio beneficio (antropocéntrico) carece del verdadero dominio, no trabaja para Cristo, sino que para el anticristo (Eros, Mammón, Baal, Tánatos). Su labor se dirige hacia su propio placer sensual, una sexualidad frenética, tratando de probar una falsa potencia, porque sabe de corazón que él es un hombre impotente, un fracasado, en lo que concierne al verdadero dominio de Dios.
“Para el hombre humanístico el descanso es un escape del trabajo. El estar de vacaciones significa evitar las demandas de trabajo, corresponde a la contraparte secular de la idea de un rapto. El rapto y la flojera se colocan falsamente como premisas y significan rendición; miran el retiro como privilegio, en vez de una tragedia o aflicción. Es un abandono de la virilidad y de la vida. El trabajo no da dominio en el mundo del humanismo, y el estar de vacaciones es un intento de escape del hecho de la frustración y la castración. En cambio, para el hombre de Dios, el descanso es un privilegio como lo es el trabajo. El descansa porque él tiene la seguridad de que el Dios omnipotente e infalible le ha asegurado la victoria y que su labor nunca es en vano en el Señor. Mientras un hombre sea capaz, él necesita trabajar y él necesita descansar” (Rousas Rushdoony).
Jonathan Edwards (teólogo, filósofo, abogado y pastor) escribió: “Es conforme a la manera de Dios, cuando él logra cualquier trabajo glorioso en el mundo a fin de introducir un estado nuevo y más excelente de su iglesia, comenzar donde aún no se había echado los cimientos, para que el poder de Dios pudiera ser más conspicuo; para que el trabajo pudiera parecer ser enteramente de Dios y ser más evidentemente una creación de la nada. Conforme a Oseas 1:10 “Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: sois hijos del Dios viviente”. Cuando Dios está a punto de convertir la tierra en un paraíso, él no comienza su trabajo donde ya hay algún buen desarrollo, sino en el desierto donde nada crece y no se ve nada sino arena seca y rocas estériles; que la luz pueda brillar de la oscuridad, el mundo se pueda rellenar del vacío y la tierra se pueda regar con manantiales de un desierto árido: “Daré aguas en el desierto, ríos en la soledad, para que beba mí pueblo, mí escogido”. Ahora, cuando Dios está a punto de hacer algún gran trabajo para su iglesia, su manera es empezar por el extremo inferior; de tal manera que cuando esté a punto de renovar toda la tierra habitable es probable que empiece en esta parte máxima, más humilde y más débil, donde se ha plantado por último la iglesia de Dios; y de esa manera el primero será el último, y el último primero; y eso se cumplirá de una manera eminente…

“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”
(1º Corintios 15:58)


Walter Vega.

Guardaos de Los Parasitos!!!



Los neo-liberales y el reino
De los parásitos

Augustus Nicodemus Lopes

El liberalismo teológico nació, se alimentó, y vivió como parásito, usando el cuerpo, las energías, los recursos y la vida de las organizaciones eclesiásticas fundadas y financiadas por conservadores. Los primeros liberales eran ministros de denominaciones conservadoras - aunque ya eran minadas por las ideas del Unitarismo y de la Ilustración. Los liberales recibían su sustento de estas denominaciones confesionales, y también respeto. Aunque los liberales habían cambiado sus creencias, no encontraban otro cuerpo que los alimentara. No tenían a donde ir. El liberalismo nunca plantó iglesias, nunca aumentó el número de miembros, y nunca ayudó el estado financiero de las iglesias. Sólo logró reproducir otros liberales, lo cuales a su vez necesitaban también sobrevivir. El liberalismo teológico siempre tuvo que hallar un huésped de quien pudiera chupar sus energías hasta que este mismo muriera, drenado de vida. Hoy estamos presenciando las últimas pataletas fatales de las denominaciones históricas en Europa y Estados Unidos que en días pasados dieron abrigo a estos parásitos.

El liberalismo sobrevivió a costas del esfuerzo misionero, del celo expansionista y del sacrificio financiero de los Cristianos bíblicos, quienes fundaron iglesias, crearon organizaciones, recogieron fondos para las misiones, abrieron escuelas teológicas - todas ellas siendo ocupadas después por los liberales. Sé que esto no ocurrió de un día para otro, y que hubo un proceso durante el cual las doctrinas fundamentales del Cristianismo histórico venían siendo erosionadas lentamente en estas denominaciones. De cualquier forma, el liberalismo ya desarrollado no fundó nuevas denominaciones, no abrió nuevas iglesias, no inauguró nuevos campos misioneros y no abrió nuevas escuelas. No conozco ninguna carrera de teología hoy en Estados Unidos o en Europa que sea liberal y que funcione en una universidad que fue creada por liberales. Harvard, Union, Princeton, Yale, Ámsterdam, Oxford, etc. - todas fueron creadas por conservadores de las diferentes líneas doctrinales.

En Brasil, las denominaciones que nacieron como fruto de las disidencias liberales en contra de iglesias conservadoras, son prácticamente inexpresivas excepto cuando salen en las noticias por algún escándalo. El carácter parasitario del liberalismo teológico se debió al hecho de que los liberales no creen en el evangelismo y las misiones. Creen en hacer obras sociales, en enseñar a las personas a cultivar las tierras, y organizarse políticamente contra la opresión, a abrir pozos, etc. Y aunque estas cosas sean loables, no producen nuevas iglesias, no aumentan el número de creyentes comprometidos y no traen retorno financiero. Los liberales siempre necesitan un huésped para sobrevivir mientras llevan adelante su agenda. Se nutren chupando la herencia organizacional eclesiástico-financiero de Calvino, Lutero, Wesley y de los puritanos.

El liberalismo falleció, históricamente, con el advenimiento del pos-modernismo y por la evidente falta de resultados académicos y eclesiásticos. Pero, como virus mutante, se transfiguró en el neo-liberalismo. Aunque diferente en muchos aspectos del antiguo liberalismo, el neo-liberalismo conserva el carácter parasitario. Los neo-liberales no saben en que creen, dudan de la autoridad de la Biblia, están medio perdidos sin referencia histórica y teológica. Es por esto que los pastores neo-liberales difícilmente logran fundar nuevas iglesias, traer a los pecadores a Jesucristo, aumentar el número de miembros, abrir frentes misioneros y mejorar las ofrendas de las iglesias. Necesitan buscar un huésped en algún cuerpo eclesiástico del cual sacar su sustento, mientras se quedan reflexionando e intentando descubrir lo que creen. Uno de los secretos de la supervivencia del parásito es la imitación. El parásito logra imitar el ambiente en que se encuentra para pasar desapercibido. De esta manera un neo-liberal puede ‘volverse’ fundamentalista, conservador, Reformado, Pentecostal, y aún liberal - dependiendo de la necesidad del momento. Y tal vez es esto que hace que los neo-liberales sean más peligrosos que los viejos liberales.
Debido a la dificultad de extirpar los parásitos que tienen poderes de imitar, poca esperanza queda fuera de esperar la muerte del huésped, lo cual representaría también la muerte del parásito - aunque no siempre.



Pastores neo-liberales brincan de iglesia local a iglesia local, dejando detrás de ellos una historia de
Comunidades drenadas, confundidas y cicatrizadas.

Yo sé que los neo-liberales no son los únicos parásitos en el Cuerpo de Cristo. Los pastores Reformados Ineptos pueden tener el mismo efecto en la práctica. Pero estos casos siempre serán una distorsión del Ministerio pastoral Reformado, mientras que los neo-liberales simplemente serán ellos mismos.