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Importancia de tener iglesias centradas en el evangelio


La Ortodoxia Muerta.


Tim Keller


Tomé este artículo del estudio del Evangelio en Romanos de Keller (Estudio 4). En este tiempo de múltiples opciones, el artículo muestra la importancia de tener iglesias centradas en el evangelio.

Confiar en la ley (mandamientos de Dios) es moralismo. Esto es hacer la ley (Que es una cosa buena) un sistema de salvación. El contenido de la ley es bueno, pero usar la ley como un sistema de salvación es muerte. Pero el moralismo es extremadamente común y siempre lo ha sido. Este es actualmente la religión más grande del mundo. Hoy es extremadamente común para la gente compararse a sí mismos con otros, haciendo notar que ellos son “mucho más buenos que la mayoría de la gente”, y dicen, ” si hay un Dios, él ciertamente me aceptaría.”

Es completamente posible poner tu fe en tus prácticas religiosas para salvación en lugar de en Dios. De hecho, tu puedes aún confiar en el Cristianismo en lugar de Cristo. Esto sucede en toda clase de iglesias.

La “Ortodoxia muerta” es una condición donde las doctrinas básicas son cuidadosamente suscritas, pero estas no vitalizan a la gente. Puede haber un apoderamiento de verdades, pero el evangelio no hace una revolución interna. El Dr. Richard Lovelace dice que los miembros de iglesia quienes no son verdaderamente enseñados que ellos son justificados por la fe sola en lugar de sus presentes logros espirituales, “son subconscientemente y radicalmente personas inseguras”.

La “Ortodoxia muerta” hace que la iglesia esté apoyada en un “cojín religioso” que le hace sentirse bien y cómoda. La gente desesperadamente necesita asegurarse que ellos están en lo correcto. Y entonces se juntan buscando un “cojín”. Varias iglesias hacen esto de varias maneras:

a) Las “Iglesias Legalistas” producen detallados códigos de conducta y detalles de doctrina. Los miembros necesitan continuamente escuchar que ellos son más santos y cuidadosos en la doctrina y que las iglesias con mala doctrina están equivocadas. Ellos confían en su “exactitud teológica”.

b) Las “Iglesias de Poder” ponen gran énfasis en milagros y obras espectaculares de Dios. Los miembros necesitan continuamente tener experiencias de poder emocional y ver sucesos dramáticos. Ellos están confiando en sus sentimientos (o emociones) y en esas respuestas dramáticas a las oraciones.

c) Las “Iglesias Sacerdotales” ponen gran énfasis en los rituales y la tradición. El manejo de la culpa de la gente es anestesiada por la belleza de la música y la arquitectura y la grandeza y el misterio de la ceremonia. Estos descansan en tradiciones.
Ahora, el cuidado de la buena doctrina, una buena conciencia moral, la oración de fe, y la belleza del culto ¡Todo ello está bien! Pero el problema es que esos elementos son regularmente usados como una forma de “obras muertas”, reemplazos de la confianza en la justicia de Cristo.

“Mucho de lo que hemos interpretado como un defecto de santificación ( carencia de madurez) en la gente de la iglesia, es realmente una consecuencia de su pérdida respecto a la justificación [el evangelio de la justicia recibida].”Richard Lovelace. La importancia de este principio no puede ser sobre enfatizado.
Por esto, una iglesia centrada en el Evangelio es rara. Muchas iglesias comienzan con la misión central de conectar a la gente con Jesús, pero pasado el tiempo ellas son arrastradas a mantenerse a sí mismas o a seguir una agenda separada. Ellas hacen todo esto en el nombre del Cristianismo, pero el corazón de su mensaje se ha ido. Algo más además de la gracia de Jesucristo toma el lugar central.

¿Cuáles son las señales o síntomas de la “Ortodoxia muerta”? Lee Romanos 2.21-29

1. Hay una posición sólo teórica hacia la Palabra de Dios. v. 21. Una persona puede amar los conceptos de la verdad, pero nunca está bajo ella, nunca sentir su poder. El moralista o persona con una ortodoxia muerta raramente o nunca está “bajo convicción”. Un cristiano real encuentra la Biblia “viva y activa” (Heb.4.12).

2. Hay una sutil u obvia superioridad moral. Si tu descansas en tus logros espirituales (moralidad y observancia de la religión), tu mirarás hacia abajo a aquellos que han fallado en las mismas áreas. Los Moralistas/Ortodoxia muerta son al final “fríos” y los más terribles jueces hacia aquellos que están batallando. Ellos no tienen palabras de ánimo para ellos. Una señal de esta condición es que tu no eres accesible – la gente no desea compartir sus problemas contigo. No eres una persona simpática. Además, los Moralistas/Ortodoxia muerta tienden al chisme y la murmuración y a ser defensivos.

3. Y lo más importante, hay una total carencia de una “vida interior”. Esta significa una activa vida de oración, y un sentido de la presencia y cercanía de Dios. Ahora, esto es algo que el Moralista y/o la Ortodoxia muerta no tienen regularmente. Ellos pueden obtener “sentimientos” cuando ellos son contagiados en la liturgia o en la excitación en un servicio en la iglesia, pero ellos están radicalmente inseguros que Dios les ama y por lo tanto experimentan muerte permanente en ellos. (¡Esto no quiere decir que un cristiano real siempre tiene grandes tiempos de quietud!).

4. Ahí encontramos doblez de vida. Ahí puede haber una completa hipocresía y una “doble vida”. Es posible que el “pilar de la iglesia” está teniendo una aventura amorosa o sea deshonesto en los negocios.

SOBRE ESTA PIEDRA



¿QUIENES SOMOS? (1 º PARTE)

Somos parte de la Iglesia de Jesucristo. Y sobre esta premisa explicaremos quienes somos. Etimológicamente el termino iglesia tiene su origen en la palabra griega ekklesía. La cual está compuesta de dos palabras. La primera, "ek", que significa, "desde", o "fuera de"; la segunda, que viene de la raíz, "kaleo", y significa "llamado". Las dos palabras (juntas) conllevan una significación de, "ser llamado afuera de".

Sin embargo, el uso más común o simple indica una asamblea o convocación de personas. Estos llamados o convocados constituyen una asamblea o congregación. Luego, lo que constituye a una iglesia es un grupo de individuos reunidos y convocados por un heraldo. Por lo tanto para que exista iglesia o asamblea deben concurrir los siguientes elementos: personas (convocados), un llamado (convocación), alguien que llama (quien convoca) y una meta final (propósito de la convocación). Entonces, en base a lo antes expuesto o explicado, podríamos decir que:

En primer lugar, la Iglesia de Jesucristo es: “la asamblea o congregación que el Dios vivo reúne alrededor de su Mesías Jesús. De esta forma, la Iglesia es la familia espiritual de Dios, la comunión cristiana creada por el Espíritu Santo a través del testimonio de los grandiosos hechos de Dios en Cristo Jesús. Dondequiera que el Espíritu Santo, una a las almas que adoran a Cristo unidas, allí está el misterio de la Iglesia.”

Por lo tanto, nosotros, también, formamos parte de la iglesia de Jesucristo, ya que somos un grupo de personas que hemos oído y obedecido (solo por gracia) al llamado de Dios nuestro Padre, y nos hemos reunido en torno a la persona de Jesucristo para recibir sus dones y bendiciones de salvación por medio de su Espíritu Santo haciéndonos partícipes de su Glorioso Cuerpo, que esta sentado a la diestra de Dios Padre Todo Poderoso.

En segundo lugar, la Iglesia de Jesucristo se ha definido también como la communio sanctorun o la communio fedelium, es decir, la comunidad de los santificados o de los fieles. En virtud de esto, se ha dicho que la Iglesia de Jesucristo tiene atributos (concilio de Nicea, 325 A.D.) que la identifican y diferencian de toda otra institución. Estas propiedades son:

1.- La Iglesia es Una: esto significa que todos aquellos que pertenecen a la Iglesia son miembros del Cuerpo de Cristo. Este Cuerpo, llamado el Cuerpo Místico, está controlado por una Cabeza, Jesucristo, quien también es Rey de la Iglesia. Por lo tanto, al ser miembros del Cuerpo de Cristo y al estar conectados a su Cabeza implica una unidad total siendo partícipes de todas las bendiciones de salvación que Cristo ganó para nosotros. Por esta razón la Iglesia es Una, porque todo el que cree en Él pasa a ser parte, inmediatamente, del cuerpo de Cristo. No hay dos Iglesias porque no hay dos Cristos. Hay un Cristo, por lo tanto, la Iglesia es Una.

2.- La Iglesia es Santa: En virtud del sacrificio Vicario de Cristo y su justicia imputada a nuestras vidas la Iglesia es Santa. También se refiere a la obra de santificación que el Espíritu Santo está realizando en la vida de cada uno de los escogidos y la certeza de que, un día, todos seremos completamente santos. Pero sobre todo la Iglesia es Santa (apartada para) porque es propiedad de Dios y le pertenece.

3.- La Iglesia es Católica (Universal): Es universal o católica porque incluye a todos los creyentes sobre la Tierra, en cualquier tiempo particular, sin excepción de alguno; porque sus miembros están entre todas las naciones del mundo y porque ejercita una influencia dirigente sobre la vida entera del Hombre con el mensaje del Señorío de Cristo sobre todas las cosas (arte, educación, política, deporte, literatura, ciencia, filosofía etc.)

4.- La Iglesia es Apostólica: Porque se basa en las enseñanzas de los Apóstoles de Jesucristo que fueron inspirados por el Espíritu Santo para escribir la Revelación de Dios, su Palabra infalible y eterna.
Entonces podemos decir, hasta aquí, que somos parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual es: Una (no hay otra), Santa (propiedad de Dios), Católica (universal, en todas épocas y lugares) y Apostólica (descansamos en la doctrina de los Apóstoles, La Biblia)
En tercer lugar, afirmamos, humildemente, que no somos “La Iglesia De Jesucristo”, sino que somos parte de ella. Con esto queremos decir que la Iglesia no se sujeta a ningún hombre ni institución, aparte de Cristo, sino que cualquiera que invoca el Nombre Del Señor Jesucristo confesando su nacimiento (virginal) muerte (vicaria) y resurrección (victoriosa), forma parte de la Iglesia. Por lo tanto reconocemos como hermanos y miembros de su Cuerpo a todos aquellos que se someten a su Señorío y Salvación. En virtud de esto rechazamos terminantemente toda arrogancia y espíritu separatista de cualquier iglesia “cristiana” que afirme ser la única, original y exclusiva “iglesia cristiana”, excluyendo con esto a otros que no se les sometan o conformen a sus requerimientos egoístas y personalistas. Esto, es precisamente lo que pretende la Iglesia Católica Apostólica Romana, tildando de herejes o, eufemísticamente, de “hermanos separados” a nosotros los de fe protestante o reformada.
Nuestra herencia, fundación y base espiritual están en Cristo y su Palabra, pero parte de nuestra historia viene de la Reforma Protestante. La Reforma del Siglo XVI fue un redescubrimiento de la doctrina bíblica. Al principio, los reformadores no querían romper con la "Iglesia Católica Romana”, sino que querían reformarla. Querían retornarla a su fundamento, al Dios vivo, al evangelio de Cristo y la presencia del Espíritu Santo, revelado en la Biblia. Pero la misma Iglesia Romana no quiso volver. Había tantos defectos y errores fundamentales dentro de la Iglesia Romana, que no permitía ninguna forma de cambio. Esta iglesia rechazó a todos los que predicaban cualquier punto diferente o en contra de los errores de ella. Entonces, los reformadores no tenían otra alternativa que separarse, y aun huir para salvar su propia vida, a causa de la persecución que la Iglesia Romana emprendió contra los reformadores.
Lo que pasó con la Reforma fue que varios líderes en diferentes países trabajaron para retornar la iglesia al verdadero evangelio. Entre ellos tenemos principalmente a Martín Lutero, formador de la Iglesia Luterana y Juan Calvino, formador de las Iglesias Reformadas. Aunque ellos pensaban y creían prácticamente lo mismo, siguieron la misma creencia pero con distintas formas. Nosotros, La Iglesia Reformada, seguimos la tradición de ambos, pero más específicamente la de Juan Calvino. Continuará…




“ECLESIA REFORMATA, SAMPER REFORMANDA”

¿Puede un Cristiano Sufrir Depresión Espiritual?


D. M. Lloyd-Jones (1900-1981)

“¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío” (Salmo 42:5). “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío” (Salmo 42:11).


La descripción más simple del libro de los Salmos es que él era el libro inspirado de oración y alabanza de Israel, si me preguntasen por un libro de experiencias espirituales diria con toda seguridad que ese libro es el libro de Los Salmos.
Ellos contiene la revelación de la verdad, no de forma abstracta, sino en términos de la experiencia humana. La verdad revelada está impregnada de emociones, anhelos y sufrimientos del pueblo de Dios por las circunstancias que tuvieron que enfrentar.Debido a eso, los salmos siempre han sido una fuente de aliento y ánimo para el pueblo de Dios a través de los siglos – tanto para los hijos de Israel como para la Iglesia cristiana de ayer y hoy.

Este es un extracto de uno de los mejores libros del Dr. Martyn Lloyd-Jones, en este libro el autor nos guía através de la siempre clara enseñanza bíblica a como tratar con nosotros mismos.No plantea ninguna doctrina nueva. El Dr. Lloyd-Jones nos lleva a un viaje de nuestra propia naturaleza através de la experiencia bíblica y doctrinal.


Néstor Rubilar.


Problema Planteado

En el Salmo 42, el salmista se siente desdichado y perturbado, y por eso se desahoga con estas dramáticas palabras: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío». Esta declaración, que se encuentra dos veces en este salmo, es también repetida en el salmo siguiente.El salmista está compartiendo su perturbación, la infelicidad de su alma, y las circunstancias por las que estaba atravesando, cuando escribió estas palabras. Él nos cuenta el motivo de su perturbación. Probablemente en aquel período le fue impedido unirse a los demás en adoración en la casa de Dios. Pero no es sólo eso: él estaba claramente siendo atacado por ciertos enemigos. Había personas que estaban haciendo todo lo posible para deprimirlo – y él relata eso.

Con todo, estamos interesados particularmente en la manera como él enfrenta la situación y por la cual trata consigo mismo.

En otras palabras, nuestro asunto es lo que podríamos describir como «depresión espiritual», sus causas y la manera cómo tratarla. Es interesante notar la frecuencia con que este asunto es tratado en las Escrituras. Esto nos lleva a la conclusión de que es un problema muy común, y que parece haber afligido al pueblo de Dios desde el principio, pues tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento lo describen y lo tratan ampliamente. Esto por sí sólo sería razón suficiente para llamar nuestra atención, pero también lo hago porque parece ser un problema que está afligiendo al pueblo de Dios de forma particular en la actualidad.

Examinando el problema

Por ahora, quiero abordar este asunto de manera general. Quiero examinar y considerar las causas generales, y también evaluar la manera en que debemos tratar el problema en nosotros mismos, si es que estamos padeciendo de él.
Sería imposible encontrar una descripción mejor de la que es dada por el salmista en el salmo 42. Es un cuadro extraordinariamente preciso de la depresión espiritual. Lean las palabras y casi podrán ver al hombre, perturbado y abatido. Es casi posible ver eso en su rostro.En relación con eso, noten la diferencia entre el versículo 5 y el 11. Versículo 11: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios, quien es la salud de mi rostro, y el Dios mío». (Sal. 42:11). En el verso 5 él dice: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío». En este versículo él dice que hay socorro en la presencia de Dios; pero en el versículo 11 él habla de «mi rostro».En otras palabras, el hombre que se siente abatido, desanimado y miserable, que está desdichado y deprimido, siempre revela eso en su rostro. Él parece preocupado y perturbado. Basta mirarlo, y se percibe su condición. «Sí», dice el salmista, «pero cuando realmente miro a Dios, y me siento mejor, mi rostro también mejora» – «él es la salud de mi rostro». Aquella apariencia cansada, perturbada, afligida, inquieta, perpleja e introspectiva se deshace, y yo paso a comunicar una impresión de paz, tranquilidad y equilibrio.Pero contemplen de nuevo el cuadro que este pobre hombre presenta. Parece estar cargando el mundo sobre sus hombros. Está abatido, triste, perturbado, perplejo. No sólo eso, también nos dice que llora: «Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche». Él llora porque está en un estado de perplejidad y temor. Está preocupado consigo mismo, con lo que está sucediendo con él, y perturbado con los enemigos que lo están atacando e insinuando cosas sobre él y sobre su Dios. Todo parece estar encima de él, aplastándolo.Él no logra controlar sus emociones, y llega al punto de perder el apetito. Dice que sus lágrimas han sido su pan. Todos estamos familiarizados con este fenómeno. Si alguien está ansioso o preocupado, pierde el apetito. De hecho, la comida le parece casi repugnante.


Uno de los problemas resultantes de la depresión espiritual es que, con frecuencia, cuando sufrimos de ella, no estamos conscientes de la impresión que estamos causando en los demás. Si tuviésemos la capacidad de vernos a nosotros mismos como los demás nos ven, ese sería muchas veces el paso decisivo para la victoria y la liberación. Es bueno mirar hacia nosotros mismos, intentando visualizar el cuadro que estamos mostrando a los demás como una persona deprimida, llorosa, que no quiere comer, ni ver a nadie, y está tan preocupada con sus problemas que comunica a todos un cuadro de depresión y miseria.

Primera causa: el temperamento

Habiendo descrito el problema de forma general, quiero ahora mencionar una de sus causa generales. Yo no dudo en poner, en primer lugar y por encima de todo, el temperamento.A fin de cuentas, es un hecho que las personas son diferentes en temperamento y personalidad. ¿Alguien se sorprende de que yo ponga esto en primer lugar? O tal vez usted argumente: «Cuando usted habla de los cristianos, no debería abordar el asunto del temperamento, o tipo de personalidad. Pues el cristianismo elimina todo eso, así que usted no debería considerar ese aspecto como influyendo en este asunto». Pues bien, esa objeción es válida, y debe ser respondida.

Quiero comenzar dejando bien claro que el temperamento, el perfil psicológico y nuestra personalidad, no tienen la más mínima influencia en lo tocante a nuestra salvación. No importa cuál sea nuestro temperamento, somos todos salvos del mismo modo, por el mismo acto de Dios en y a través de su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nosotros nos gloriamos en el hecho y de esto hay pruebas abundantes– de que todo y cualquier tipo concebible de temperamento fue, y todavía es, encontrado hoy en la Iglesia del Dios vivo. Pero aunque yo enfatice con todo mi ser que el temperamento no incide de manera alguna en nuestra salvación, quiero igualmente enfatizar que él hace una enorme diferencia en la experiencia concreta de nuestra vida cristiana. Y cuando estamos tratando de un problema como la depresión espiritual, esta cuestión del temperamento debe ser uno de los primeros factores en ser considerado.En otras palabras, de acuerdo con mi comprensión de la enseñanza bíblica sobre este asunto, no hay nada más importante que la necesidad de conocernos a nosotros mismos, y eso, tan pronto como sea posible. Pues el hecho es que, aunque seamos todos cristianos, unidos en un mismo «cuerpo», todos somos diferentes, y los problemas y las dificultades, las tribulaciones y las perplejidades que enfrentamos son, en gran medida, determinadas por las diferencias de temperamento y tipos de personalidad.

Todos participamos de la misma batalla, es claro, pues todos compartimos de la misma salvación común, y tenemos una misma necesidad básica. Pero las manifestaciones del problema varían de un caso a otro, y de una persona a otra. No hay nada más ocioso, al tratar este problema, que suponer que todos los cristianos son idénticos en todos los aspectos. No lo son – y Dios jamás planeó que así fuesen.
Este punto puede ser mejor ilustrado por un ejemplo tomado de otra esfera. Todos nosotros somos seres humanos, básicamente con la misma constitución física, sin embargo, sabemos muy bien que no hay dos personas idénticas. En verdad, somos todos diferentes en muchos aspectos. Ahora, muchas veces encontramos personas que defienden estilos de vida, o métodos de tratamiento de enfermedades, que ignoran completamente este hecho fundamental, y por lo tanto, están obviamente erradas. Ellas recetarían la misma dieta para todo el mundo. Prescriben un régimen universal, afirmando que va a sanar a todo el mundo. Eso, creo, es imposible; es básicamente errado.
Muchas veces he dicho que la primera ley fundamental de la dietética se resume en aquel dicho inglés, que traducido dice más o menos lo siguiente: «Juan Pérez no podía comer gordura, su mujer no podía comer carne». ¡Es cierto! Es una declaración graciosa, en un sentido, pero por otro lado, es un principio fundamental de la nutrición. Juan Pérez tiene una constitución diferente de la de su mujer, y sugerir que la misma dieta sería perfecta para ambos es un error fundamental.Menciono esto para ilustrar esa tendencia a reglamentar; y el punto que quiero aclarar es que no podemos establecer leyes así generalizadas y universales, como si los hombres fuesen máquinas. Es equivocado en la esfera física, como lo acabo de demostrar, y es mucho más equivocado en la esfera espiritual.Es bien obvio que podemos dividir a los seres humanos en dos grupos básicos – los introvertidos y los extrovertidos. Hay un tipo de persona que está permanentemente volcada hacia adentro de sí misma, y otro tipo cuya atención está, en general, volcada hacia fuera. Y es muy importante comprender, no sólo que pertenecemos a uno de esos dos grupos, sino también que el problema de depresión espiritual tiende a afectar a uno de esos grupos más que al otro.
Hay un tipo de persona que es especialmente vulnerable al problema de la depresión espiritual. Eso no significa que esas personas sean peores que otras. En verdad, yo podría sustentar, con buena base, que las personas que más se han destacado de forma gloriosa en la historia de la Iglesia eran, muchas veces, del tipo de personas que estamos considerando. Algunos de los mayores santos eran introvertidos; el extrovertido generalmente es una persona más superficial.
En la esfera natural existe el tipo de persona que está siempre haciendo autoanálisis, evaluando todo lo que hace, y preocupándose con los posibles efectos de sus acciones, siempre mirando para atrás, siempre llena de remordimientos fútiles. Puede ser algo que fue hecho una vez para siempre, pero ella no logra olvidarlo. No puede deshacer lo que fue hecho, mientras pasa todo el tiempo analizándose, culpándose y condenándose. Ustedes están familiarizados con este tipo de personas. Ahora, todo eso también es transferido a la esfera del espíritu, afectando su vida espiritual. En otras palabras, existe el peligro de que tales personas se tornen mórbidas.
1º Yo ya dije que podría mencionar nombres. Ciertamente uno de ellos fue el gran Henry Martin. No se puede leer la vida de ese gran hombre de Dios sin llegar a la inmediata conclusión de que él tenía una personalidad introspectiva. Era introvertido, y sufría de una clara tendencia hacia la morbidez y la introspección.
Esos dos términos nos recuerdan que el problema fundamental de esas personas, es que ellas muchas veces no cuidan de establecer la línea divisoria entre el autoanálisis y la introspección. Todos concordamos con la necesidad de examinarnos a nosotros mismos, pero también concordamos que la introspección y la morbidez son cosas nocivas. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre el autoanálisis y la introspección? Yo diría que atravesamos la línea divisoria entre autoanálisis e introspección cuando no hacemos otra cosa sino examinarnos, y cuando este autoanálisis se torna el fin dominante de nuestra vida.Debemos examinarnos periódicamente, pero si lo hacemos constantemente, colocando, por decirlo así, nuestra alma en un recipiente para disecarla, eso es introspección. Y si estamos siempre hablando con los demás respecto de nosotros mismos, de nuestros problemas y dificultades, y nos aproximamos a ellos con cara larga diciendo: «¡Tengo tantos problemas!» – probablemente eso significa que tenemos siempre toda nuestra atención centrada en nosotros mismos. Esto es introspección, y puede conducir a la condición conocida como morbidez.Este es, entonces, el punto desde donde debemos comenzar. ¿Nos conocemos a nosotros mismos? ¿Sabemos cuáles son las áreas específicas de peligro para nosotros? ¿Sabemos en qué somos especialmente vulnerables? La Biblia está repleta de enseñanzas sobre eso. Ella nos exhorta a ser cuidadosos respecto de nuestras fortalezas y nuestras debilidades.
Tomemos a Moisés como ejemplo. Él era el hombre más manso que había sobre la tierra, según la Biblia; y, sin embargo, su mayor fracaso tuvo que ver exactamente con eso. Él afirmó su propia voluntad y cayó en la ira. Tenemos que vigilar tanto nuestras fortalezas como nuestras debilidades. La esencia de la sabiduría es comprender este hecho fundamental sobre nosotros mismos. Si yo, por naturaleza, soy un introvertido, tengo que ejercer una vigilancia constante y advertirme a mí mismo sobre eso, para no caer inconscientemente en un estado de morbidez. De la misma manera, el extrovertido necesita conocerse a sí mismo, manteniendo vigilancia contra las tentaciones peculiares de su naturaleza. Algunos de nosotros, por naturaleza y debido a nuestro temperamento, somos más susceptibles a la enfermedad llamada «depresión espiritual» que otros.
Pertenecemos al mismo grupo que Jeremías, Juan Bautista, Pablo, Lutero y muchos otros. ¡Una compañía muy selecta! Sí, pero no se puede pertenecer a ella sin ser especialmente vulnerable a este tipo específico de tribulación.

Segunda causa: Condiciones físicas

Ahora pasemos a la segunda gran causa: condiciones físicas. ¿Sorprende esto a alguien? ¿Hay alguien que piensa que la condición física de su cuerpo no importa porque ya es cristiano? Bien, si piensa así, no va a tardar en sufrir una desilusión. La condición física tiene mucho que ver con todo esto. Es difícil marcar una línea divisoria entre esta causa y la anterior, porque el temperamento parece ser controlado, hasta cierto punto, por condiciones físicas – y en verdad hay personas que, al parecer, son físicamente vulnerables al problema de la depresión espiritual.
En otras palabras, existen ciertas debilidades físicas que tienden a causar depresión. Pienso que Thomas Carlyle fue un buen ejemplo de eso. O tomemos aquel extraordinario predicador inglés del siglo XIX, Charles Haddon Spurgeon. Ese gran hombre era sujeto a la depresión espiritual, y la explicación, en su caso, sin duda era el hecho de que él sufría de gota,2 el problema que terminó causando su muerte. Él tuvo que enfrentar ese problema de depresión espiritual muchas veces en su forma más intensa.Hay muchas personas que me buscan por su problema de depresión, en cuyos casos resulta obvio para mí que la causa del problema es, principalmente, física. Están incluidas en este grupo de causas físicas: cansancio, agotamiento, «stress», o cualquier tipo de enfermedad. No se puede aislar lo físico, separándolo de lo espiritual, pues somos cuerpo, mente y espíritu. Los mejores cristianos son más propensos a ataques de depresión espiritual cuando están físicamente débiles – y encontramos grandes ilustraciones de eso en la Biblia. A esta altura quiero decir una palabra de advertencia. No podemos olvidar la existencia del diablo, ni permitir que él nos engañe, considerando espiritual aquello que es fundamentalmente físico. Pero por otro lado, debemos ser cuidadosos en esta distinción en todos los aspectos; porque, si echamos toda la culpa a nuestra condición física, podemos hacernos culpables en un sentido espiritual. Sin embargo, si reconocemos que nuestro físico puede ser parcialmente responsable por nuestro problema espiritual, y tenemos eso en cuenta, será más fácil tratar lo espiritual.

Tercera causa: El problema de la «reacción»

Otra causa frecuente de la depresión espiritual es lo que podríamos llamar «reacción» – reacción a una gran bendición, o a una experiencia extraordinaria o fuera de lo común. Pretendo llamar la atención al caso de Elías, sentado debajo del enebro. No tengo ninguna duda de que su problema era que él estaba sufriendo una reacción a lo que había sucedido en el Monte Carmelo (1 Reyes 19). Abraham tuvo la misma experiencia (Génesis 15). Por eso, cuando alguien viene a contarme de alguna experiencia extraordinaria que tuvo, yo me alegro con la persona, dando gracias a Dios; pero luego me dispongo a observarla atentamente, por si hay alguna reacción. Eso no sucederá obligatoriamente, pero puede darse si no estamos conscientes de esa posibilidad. Si sólo comprendiésemos que cuando Dios se agrada en darnos una bendición especial, deberíamos redoblar nuestra vigilancia, así podremos evitar esa reacción.

Cuarta causa: El enemigo de nuestras almas

Pasemos a la causa siguiente. En cierto sentido, en último análisis, esta es la única causa de depresión espiritual – es el diablo, el enemigo de nuestras almas. Él puede usar nuestro temperamento (Yo) y nuestra condición física. Él nos manipula de tal forma que acabamos permitiendo que nuestro temperamento nos controle y gobierne nuestras acciones, en vez de mantenernos nosotros en control de él. Son incontables los medios por los cuales el diablo causa la depresión espiritual.
Tenemos que acordarnos de él. Su objetivo es deprimir al pueblo de Dios, de tal forma que él pueda ir al hombre del mundo y decirle: «Mira el pueblo de Dios, ¿tú quieres ser así?». La estrategia del adversario de nuestras almas, el adversario de Dios, es llevarnos a la depresión.En verdad, puedo resumir este asunto de la siguiente forma: la causa básica de toda depresión espiritual es la incredulidad, pues si no fuese por ella ni el diablo podría hacer cosa alguna. Es porque prestamos atención al diablo en vez de oír a Dios, que caemos derrotados ante los ataques del enemigo.
Por eso es que el salmista continúa diciéndose a sí mismo: «Espera en Dios, porque aún he de alabarle». El vuelca su pensamiento hacia Dios. ¿Por qué? Porque él estaba deprimido, y se había olvidado de Dios, de manera que su fe en Dios y en su poder, y su confianza en la relación que tenía con el Señor, no eran lo que deberían ser.
Podemos, por lo tanto, resumir todo eso afirmando que la causa fundamental es pura y simple incredulidad.
Tratamiento: Asumiendo el control de nosotros mismos
Hasta aquí hemos examinado las causas. ¿Y en cuanto al tratamiento? En resumen, la primera cosa que por ahora necesitamos aprender es lo que el salmista aprendió – necesitamos asumir el control de nosotros mismos. Este hombre no se contentó con quedarse sentado, sintiendo lástima de sí mismo. Él hizo algo al respecto: Asumió el control de sí mismo.Pero él hizo todavía una cosa más importante: Habló consigo mismo. Él se volcó hacia sí, diciendo: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?». Habla consigo mismo, argumenta consigo mismo. Sin embargo, alguien pregunta: ‘Pero, ¿no es exactamente eso lo que debemos evitar, ya que tomar demasiado tiempo con uno mismo es una de las causas del problema? ¡Eso contradice sus declaraciones anteriores! Fuimos advertidos contra la introspección y morbidez, y ahora nos dice que debemos hablar con nosotros mismos!’.¿Cómo podemos armonizar las dos cosas? De esta manera, ¡yo estoy diciendo que debemos hablar con nuestro ‘yo’ en vez de permitir que nuestro ‘yo’ hable con nosotros! ¿Entienden lo que eso significa? Estoy diciendo que el mayor problema en toda esta cuestión de la depresión espiritual, en un sentido, es que permitimos que nuestro ‘yo’ hable con nosotros, en vez de nosotros hablar con nuestro ‘yo’.¿Estoy intentando ser deliberadamente paradójico? De ningún modo. Eso es la esencia de la sabiduría en esta cuestión. ¿Ya percibieron que una gran parte de la desdicha y perturbación en sus vidas provienen del hecho que se están escuchando a sí mismos en vez de hablar consigo mismos?Por ejemplo, consideren los pensamientos que les vienen a la mente cuando despiertan por la mañana. Ustedes no los originaron, pero esos pensamientos comienzan a ‘hablar’ con ustedes, trayendo de vuelta los problemas de ayer, etc. Alguien está hablando. ¿Quién les está hablando? Su ‘yo’ está hablando con ustedes.Ahora, lo que el salmista hizo fue lo siguiente: en vez de permitir que ese ‘yo’ hablase con él, él comenzó a hablar consigo mismo. «¿Por qué te abates, oh alma mía?», pregunta él. Su alma estaba deprimida, aplastándolo. Por eso, él se dirige a ella diciendo: ‘Oye por un momento, yo quiero hablar contigo’. ¿Ustedes entienden de qué estoy hablando? Si no, es porque todavía no han tenido mucha experiencia en estas cosas.El mayor arte en este asunto de la vida espiritual es saber cómo dominarse.Un hombre necesita tener control sobre sí mismo, debe hablar consigo mismo, exhortarse y examinarse a sí mismo. Debe preguntar a su alma: ‘¿Por qué te abates? ¿Cómo te puedes abatir así?’.Usted, lo mismo que el salmista, necesita volverse a sí mismo –reprendiendo, censurando, reprobando, exhortando– y diciéndose a sí mismo: «Espera en Dios», en vez de refunfuñar y murmurar de esa manera desdichada y deprimida.Y entonces debe continuar, acordándose de Dios: quién es él, lo que él es, lo que él ha hecho, lo que él ha prometido hacer. Habiendo hecho eso, concluya con esta nota de triunfo: desafíese a sí mismo, desafíe a los demás, desafíe al diablo y a todo el mundo, diciendo con el salmista: «Aún he de alabarle. Él es la salud de mi rostro, y el Dios mío».Esta es, en resumen, la esencia del tratamiento. La esencia de esta cuestión es entender que este nuestro ‘yo’ interior –esta otra persona dentro de nosotros– necesita ser controlado. No le preste atención –hable con él, reprobando, censurando, exhortando, animando, acordándose de aquello que usted sabe– en vez de oír plácidamente lo que él tiene que decir, permitiéndole que lo lleve al desánimo y la depresión.Ciertamente esto es lo que siempre él hará, si usted le entrega el control. El diablo intenta controlar nuestro ‘yo’ interior, usándolo para deprimirnos.Necesitamos levantarnos, y decir como el salmista: «¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí?». ¡Basta ya de eso!
«Espera a Dios, la salud de mi rostro, y el Dios mío».