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Trayendo al corazón sabiduría (Parte I)




"Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría"
(Salmo 90:12)




Sermón Predicado el Domingo 8 de Marzo 2009

Trayendo al corazón sabiduría (Parte I)

Introducción

El salmo 90 es uno de los salmos más profundos de todo el salterio, es profundo porque es una oración, y es la oración de Moisés, varón de Dios.
El tema central de este salmo es la eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre.
A este salmo se le ha llamado el “salmo de la noche vieja”. “Muchos cristianos ven reproducida en este salmo, de manera exacta, la disposición de ánimo que les embarga el último día del año. Cuando piensan en la brevedad de la vida y en la caducidad del hombre…” (Van Deursen)
También son muchas las generaciones de personas afligidas que han escuchado este salmo alrededor de un féretro que esta por ser enterrado, y que se han consolado con él aún cuando están viendo pasar frente a sus ojos el valle de sombra de muerte, sabiendo que algún día ellos también irán a su propio lugar.
“El salmo noventa se puede citar como quizá la más sublime de las composiciones humanas, la más profunda en sentimiento, la más elevada en composición teológica, la más magnífica en sus imágenes. Es verdadera en la descripción que da de la vida humana como atribulada, transitoria y pecaminosa. Verdadera en su concepto del Eterno, el Soberano, y el Juez; y, con todo, el refugio y esperanza de los hombres, que, a pesar de las pruebas más severas de su fe, no pierden su confianza en él, sino que, firmes en ella, suplican, como si lo predijeran, una sazón de refrigerio cercana.” (Isaac Taylor)

Enséñanos a contar nuestros días

Moisés sentía que estaba llegando al final de sus días, según el versículo 10 podemos deducir que estaba entre la edad de los 70 y 80 años ya que dice: "los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos".


Posiblemente, en este estadio de su vida, el octogenario Moisés, quién todavía peregrinaba en el desierto como un furtivo, sentía que su vida se le acababa, y se daba cuenta que no había hecho nada de lo que alguna vez soñó. Todos sus ideales, sus planes, anhelos, metas, proyectos de juventud etc., se habían frustrado. Se siente fracasado y abatido, es tanta su frustración que piensa que está bajo la airada mano de Dios. Cree que la vida es como un sueño, por eso dice en los vs. 5 y 6 que el hombre es “como sueño, como la hierba que crece en la mañana. En la mañana florece y crece; A la tarde es cortada, y se seca.”

Todos sabemos la historia de Moisés, y conocemos que él fue hijo de la hija de Faraón, ¡el príncipe de Egipto!, pero a pesar de haber estado en la cima del imperio más grande de la época, ahora no tenía nada, hace cuarenta años que esta huyendo y escondiéndose en el desierto, y ahora, ya viejo, el convicto y renegado Moisés, eleva una oración y ruega a Dios: "Enséñanos a contar nuestros días". “No sé vivir, no he sabido conducirme, he cometido muchos errores, demasiadas malas elecciones. ¡Ayúdame a entender el misterio de la vida, a evaluar mis días y a tener sabiduría!”. Sí, Moisés recién había comprendido que la vida era corta, frágil y que la había vivido sin la sabiduría de lo alto.
¿De donde vengo?, ¿Quién soy?, ¿Para que estoy?, ¿Para donde voy? Se dice que estas peguntas son las más importantes que puede hacerse una persona en la tierra, ya que ellas apuntan a la misma existencia del ser humano, y las respuestas a ellas serán las que determinarán la realización completa del individuo. Por eso es necesaria la sabiduría, para poder vivir la vida. El príncipe de los predicadores, Spurgeon, dijo en relación a este salmo: “La guadaña termina con la vida de las flores del campo, y el rocío de la noche llora sobre ellas. Aquí tenemos la historia de la hierba: es sembrada, crece, florece, es segada, desaparece; y la historia del hombre no es muy distinta”

Se dice que el cementerio es el lugar más rico de la tierra, porque allí están enterrados las ideas, invenciones y descubrimientos que nunca se concretaron. Basta con ir a un cementerio y leer los epitafios de las lápidas, podemos allí hacer nuestra la nostalgia de gente que algún día vivió, que tuvo sueños, ideales, grandezas etc. pero que un día, inevitablemente, les llegó la muerte. Y ahora hay allí, sólo el triste testimonio de un epitafio que dice que alguien vivió, alguien soñó, alguien respiró, alguien tuvo alguna aspiración; pero que todo eso terminó.
“Porque todos nuestros días declinan…; Acabamos nuestros años como un pensamiento”. Una versión popular dice: “Como una historia que es contada...”

Sin duda, todos somos una historia que algún día se contará, y nuestra vida será el testimonio que otros oirán, y dependiendo de nuestra sabiduría querrán imitarnos, o evitarnos como modelo de vida.
Necesitamos la sabiduría de Dios para poder conocer nuestro camino, cuántos son nuestros días, y cómo invertirlos sabiamente.

"¡Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría!"

El modo de Faraón y el modo de Dios

Como habíamos dicho, Moisés fue criado en Egipto, en toda la grandeza de la cultura egipcia. Los egipcios (al igual que los mayas, los aztecas y los incas) eran hábiles en medir el tiempo, ellos contaban los años, los meses, las semanas, los días, las horas y hasta los minutos y segundos. De hecho ellos adoraban al sol y a la luna, y creían que estos influían tremendamente en la vida de cada persona, incluso en la vida de Faraón, que según ellos, era el hijo del sol. Por lo tanto debían conocer perfectamente los siclos y el tiempo de cada uno de los astros. Por este mismo motivo Moisés le pide a Dios que le enseñe a contar los días. Pero Moisés le pide a Dios que le ayude a contar los días “de tal modo” que traiga a su corazón sabiduría. Moisés sabía contar los días, pero al modo egipcio, al modo que lo contaban los magos paganos de Egipto, como Janes y Jambres, al modo que le habían enseñado sus antiguos dioses, al modo que al final no trae sabiduría.
Pero una de las cosas principales que nosotros tenemos que entender cuando se trata de medir y contar nuestros días es que el modo como los hombres cuentan los días es muy distinto al modo como Dios lo hace. Y Moisés entendió esto, por eso le pide a Dios que le enseñe nuevamente a contar sus días, ya no al modo de los dioses egipcios, sino al modo de Dios, al modo del gran YO SOY. Sólo el Anciano de Días es el único que nos puede enseñar a vivir los días que nos restan en la tierra.

Dos Generaciones, Y Dos Modos De Contarlas

Veamos lo que nos dicen los capítulos 4 y 5 del Génesis.
Génesis 4:17 nos relata la historia de Caín. Caín fue el primer hijo de Adán y Eva, que mató a su hermano Abel. Y en este capítulo se nos da la descendencia de Caín. En los versículos 17 y 18 dice: "Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc. Y a Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael, y Mehujael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec". Es muy revelador darse cuenta que al describir a los descendientes de Caín no se menciona la edad de ellos, ni la de sus hijos, ni mucho menos la época o fecha en que murieron sus descendientes.
Sin embargo, cuando estudiamos la descendencia de Set, el substituto de Abel, nos encontramos con una visión y una manera muy diferente de relatar su descendencia. Leamos por favor la forma como se cuenta la línea de Set: "Y vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set. Y fueron los días de Adán después que engendró a Set, ochocientos años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días que vivió Adán novecientos treinta años; y murió. Y vivió Set ciento cinco años, y engendró a Enós. Y vivió Set, después que engendró a enos, ochocientos siete años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días de Set novecientos doce años; y murió".

Si seguimos leyendo la descendencia de Set, vamos a encontrar el mismo modo de contar los días respecto a cada uno de sus hijos: se da primero su época de nacimiento, luego su edad, cuando tuvieron el primer hijo; cuando tuvieron los otros hijos, también se cuenta cuántos años vivieron, y después, se cuenta y se dice a que edad murieron. El modo de relatar la descendencia de Caín es distinto al modo de relatar la descendencia de Set, ¿Por qué razón? El gran predicador chino Watchman Nee nos da la respuesta: “¿Cual es la razón de esa diferencia? Es porque a los ojos de Dios Caín no tiene años que sean contabilizados. Tal vez él se haya casado a los cincuenta años, engendró hijos a los sesenta y morir con seiscientos años, sin embargo Dios no los consideró. Simplemente los ignoró. A los ojos de Dios este hombre nunca vivió; aún mientras vivía, él estaba muerto. Por eso, solamente su nacimiento fue registrado (que equivale a la muerte) y no su muerte. Ya que, para Dios, él no vivió, entonces no tiene números para contabilizar y, tampoco murió. ¿Que tipo de persona esas del capítulo 4 representan? Representan todos los que no nacieron de nuevo, los que están muertos en Adán, los que no tienen vida eterna, por lo tanto no tienen cuenta de años.

Watchman Nee está en lo cierto, y la conclusión es esta: La descendencia de Caín no tiene días para ser considerados delante de Dios. Sus días no cuentan delante de Dios. Dios no tiene memoria ni registro de ellos. Por esta misma razón el restaurador Nehemías le respondió a sus enemigos “Y en respuesta les dije: El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos, porque vosotros no tenéis parte ni derecho ni memoria en Jerusalén”.

Caín y sus hijos representan a los hombres que nunca han nacido de nuevo, a los hombres que no han sido tocados por la gracia irresistible de Dios. Ellos no tienen una historia delante de Dios; están muertos en delitos y pecados (Ef. 2:1). La Biblia dice: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5: 12).

Por lo tanto, el estado de una persona sin Cristo es el mismo estado que tenía (y tiene) Caín junto a su descendencia. Caín y sus hijos no tienen una historia espiritual como para ser registrada por el Espíritu Santo. No se registra la fecha en que nacieron, porque en realidad ellos nunca nacieron para Dios; tampoco se menciona en que época o año engendraron hijos, porque jamás han sido padres espirituales de alguien, ellos nunca podrán decir como Pablo: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos” (1 Tes. 2: 7), la descendencia de Caín es una descendencia maldita, es estéril, no puede dar vida porque sencillamente no tiene vida para dar. Por esto, ellos no tienen historia. Los cainitas son los sin historia, los sin iglesia, los sin salvador, los sin testimonio, los sin vida. Así es la depravación total, y esta es su consecuencia: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3: 23)

Muy diferente es con la descendencia de Set (los setitas). Desde Adán en adelante, incluyendo a todos los patriarcas y hasta el último de los profetas junto a los apóstoles, se nos informa casi escrupulosamente la época en que nacieron, en que fecha tuvieron hijos, cuanto tiempo vivieron y cuando murieron. La historia de ellos sí cuenta, hasta el mismo Señor Jesucristo lo dijo: “Pues aun vuestros cabellos están todos contados” (Mt. 10: 30), nuestras vidas están registradas en los cielos porque nuestros nombres están inscritos en los cielos y en el libro de la vida. “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros” (Is. 49: 15-16)

Dos generaciones que nos revelan tremendas cosas. Por un lado están los quebrantadores del pacto. Respecto de ellos no hay memoria, ni registro, ni historia en los cielos. Pudieron haber edificado e inventado tremendo proyectos. Pudieron haber acumulado riquezas y bienes. Caín y su descendencia construyeron grandes ciudades (Gé. 4:17), desarrollaron la ganadería (Gé. 4:20), inventaron y crearon grandes obras de arte (Gé. 4:21), emprendieron grandes negocios metalúrgicos (Gé. 4:22), en fin, fundaron grandes imperios sobre la tierra. Sin embargo, no tienen días ni historia para Dios, ellos no existen para Dios, sus obras no son suficientes para ganar el agrado o favor de Dios porque la salvación no es por obras sino que es por Gracia, por medio de la fe, y esto NO es de Nosotros, sino de Dios. ¡Aleluya! , El día que ellos vuelvan al polvo -porque de allí fueron tomados- van a perder su alma, porque Dios les dirá: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. (Lc. 12: 20-21)

En cambio, por otro lado, tenemos a los hijos del pacto, la descendencia de Set. Estos son los que sí existen para Dios. Estos son los que han entrado en pacto con Dios y con su ley. Estos son los que viven para Dios, porque Cristo ha venido a sus vidas y han vuelto a nacer. Dios lleva un registro de ellos, y cuenta sus días. Sus días comenzaron a ser contados desde el preciso momento en que la gracia soberana e irresistible (invencible) llegó a sus vidas. Si bien es cierto que ellos ya existían en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo, y que Dios los conocía y los amaba mucho antes de ser formados en el vientre de sus madres, sin embargo la verdadera existencia en el reino de Dios comenzó a ser registrada cuando ellos recibieron a Cristo en el corazón.
¿Por qué podemos estar seguros de nuestra salvación?, ¿Por qué podemos confesar nuestra fe cada día de reposo junto a nuestra familia?, ¿Por qué decimos que somos real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios?, ¿Por qué confesamos cada domingo nuestra identidad en Cristo?, ¿por qué decimos que somos amigos de Cristo, que estamos sentados con él en los lugares celestiales?, ¿Por qué podemos decir que nuestros hijos están también bajo este maravilloso pacto de gracia?. La razón es muy sencilla, porque hubo un día en que nosotros nacimos de nuevo. Porque ese mismo día la vida de Dios se metió en nuestros huesos y pudimos decir ¡¡Abba Padre!! Ahí comenzó el Señor a contar nuestros días.

El hermano Watchman Nee nos dice: “Cuántos nacimientos usted tiene?" Si hubo sólo uno, yo temo por usted, pues es necesario que usted tenga el segundo nacimiento. Temo que entre los que están leyendo este libreto, haya los que tienen sólo un nacimiento… así como Caín, no tienen años contados delante de Dios. Aunque él haya vivido quinientos o setecientos años y realizado muchas cosas, nada de eso tiene valor. …Por eso, la edad espiritual solamente se inicia con el nuevo nacimiento.

Un día, conversando con un hermano, pregunté: “¿Por qué Pablo estableció a Timoteo cuando este era joven?, ¿acaso un presbítero no debe ser anciano y experimentado?, ¿Como pudo establecer una persona joven? Eso no es correcto. ¿Como Timoteo pudo ser presbítero?" Acuérdese de que la contabilidad de Dios es diferente de la humana. Usted puede tener sesenta años, pero solamente un mes delante de Dios, o puede tener veinte años, sin embargo puede que ya tuviera diez años ante Dios. La cuenta se inicia con la salvación, pues antes de eso no hay nada contabilizado.

Conclusión

Un gran predicador calvinista dijo: “el que nace una vez morirá dos veces, en cambio el que nace dos veces morirá tan sólo una vez”. ¿Cuántas veces ha nacido?, ¿una vez? Entonces ud. Está en problemas, porque para Dios ud. No existe, sus días son irrelevantes y no son contados. En cambio si ha nacido dos veces ¡¡aleluya!! Ud. Vive para Dios. Sin embargo, no es porque seamos mejores que otros. No es porque hayamos cumplido una lista de méritos. Es porque la gracia soberana, incondicional e irresistible de Dios nos ha alcanzado, nos ha vencido. Es porque un día nosotros estábamos muertos, es porque un día nosotros estábamos en delitos y pecados, y el Dios de los cielos se nos manifestó, se nos reveló en la persona de Jesucristo. Oh, no es de los sabios, no es de los poderosos, no es de los ricos. “Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Ro. 9: 15-18)

¿Existe UD. Para Dios?, ojo, note que no le estoy preguntando si UD. Cree que Dios existe , sino que le estoy preguntando si cree Ud. Que existe para Dios, ¿tiene UD. Una historia delante de Dios?, ¿Contará Dios sus días?, ¿a que descendencia pertenece?, ¿a la de Set?, ¿o esta engrosando la descendencia de Caín, éstos cuya historia no cuenta, éstos cuyos años están ignorados para Dios, estos cuyas acciones por muy grandes que sean no les servirán de nada a la hora de ver los registros en los cielos o de dar cuenta a Dios?

“Son muchos tus pecados. La arena del mar es poca en comparación. Pero cada uno de ellos ha de ser borrado, o perecerás eternamente. Un pecado no perdonado no puede entrar en el Reino de los cielos. ¿Qué harás entonces? Una cosa es clara: No puedes hacer nada. No puede; deshacer el pasado. Pero he aquí "el sacrificio más excelente". Limpia de todo pecado. Por él, toda clase de pecados son perdonados a los hijos de los hombres. Torna lo escarlata tan blanco como la nieve, y lo carmesí como la blanca lana. Cambia lo más vil en perfecta pureza. Sus méritos pueden hacerte a ti sin mácula. ¿Querrás ser tú como Caín y rechazar "el más excelente sacrificio"?

Tú necesitas paz. Satanás aturde. La ley te condena. La conciencia te acusa. Tus heridas son profundas. Tus cargas pesadas. Tu memoria trae ante ti horribles espectros. El corazón se derrite. Andas taciturno y pesado. Te miras a ti mismo y te desesperas. Miras el mundo y se burla de tu problema. Buscas una reforma y resulta una cisterna rota. Vuelas hacia los actos externos de la religión y son como cañas, te apoyas en ellas y te hieres las manos. ¡Cuán distinto es el "sacrificio más excelente"! Nos habla de que Dios está satisfecho, el pecado remitido, y todos los acusadores enmudecidos. Trae paz, perfecta paz, que sobrepasa todo entendimiento. ¿Serás como Caín y rechazarás el "más excelente sacrificio"? (Henry Law, el evangelio en Génesis)



¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
(Sal. 8:4)


SOLI DEO GLORIA




Walter Vega.
Ministro Iglesia Reformada Maipú
Presbyterian Church in America