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La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte II)



Continuación....


“Pero había un hombre llamado Simón, que antes ejercía la magia en aquella ciudad, y había engañado a la gente de Samaria, haciéndose pasar por algún grande. A éste oían atentamente todos, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: Este es el gran poder de Dios. Y le estaban atentos, porque con sus artes mágicas les había engañado mucho tiempo”



Hechos 8: 9-11

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”



Hch 20: 32

“Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad”

Col. 2: 10


En el capítulo anterior habíamos identificado el falso dualismo que actualmente se enseña en la mayoría de las iglesias evangélicas. También dijimos que este dualismo no era algo nuevo, sino que era la misma herejía gnóstica del primer, segundo y tercer siglo de nuestra era. Este falso dualismo consistía en establecer categorías de cristianos, es decir, cristianos más espirituales y cristianos menos espirituales. Los más espirituales eran aquellos que habían descubierto un evangelio más espectacular, un evangelio de milagros y nuevas revelaciones. En cambio los cristianos menos espirituales, eran aquellos que todavía no habían recibido las nuevas revelaciones, por lo tanto tenían que seguir buscando “más poder y más revelación”



Ahora vamos a explicar el por qué ha sido tan aceptado este falso evangelio por la mayoría de los cristianos en este tiempo, así como en los primeros siglos de nuestra era.

Una falsa Doctrina de Cristo y la Salvación

La soteriología es aquella doctrina que habla de la redención o salvación del hombre. En otras palabras, es la aplicación y apropiación de la obra de redención, efectuada por Jesucristo en su vida, muerte, resurrección e intercesión, por nosotros, su Iglesia.



Cuando tenemos un concepto deficiente de la salvación, o de la redención aplicada a nuestras vidas, es inevitable caer en el engaño de Satanás.
Ese fue el problema de los cristianos judaizantes de Galacia, ya que al no entender la salvación gratuita de Dios, cayeron en el legalismo y la salvación por obras.
También cometieron el mismo error los “cristianos” gnósticos de los primeros siglos, ya que al no creer en la humanidad real de Jesucristo, negaban una satisfacción completa del sacrificio Vicario de Cristo ante el Padre.
Todo mal concepto de la salvación, trae desastres doctrinales que afectarán profundamente nuestra forma de ver y vivir la vida cristiana.
Si queremos tener una vida abundante en Cristo Jesús, debemos comprender a cabalidad lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Pablo en la carta a los Efesios ora para que los cristianos sepan cuál es la esperanza y la herencia que tienen en Jesucristo, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos”.



Pero para vivir vidas completas en Cristo, debemos saber si realmente Cristo hizo una obra completa por nosotros en la Cruz. Y para saber si su obra fue completa, debemos hacernos y respondernos las siguientes preguntas:
¿Fue completa su obra en la Tierra? ¿Fue su vida, una vida perfecta en santidad y en obediencia?, ¿Fue su muerte un sacrificio perfecto ante el Padre?, ¿Fue su resurrección una completa victoria sobre Satanás y la muerte?, ¿Es actualmente su intercesión por la Iglesia (y por mí) una oración perfecta, agradable y aceptada ante el Padre?



Si creemos junto con la iglesia histórica y reformada que nuestro Señor realizó una obra completa en todo sentido, y que no debe agregársele nada, entonces estoy listo para comenzar a apropiarme de las bendiciones escriturales y a vivir por gracia.
En cambio, si pienso que a la obra de Cristo hay que agregarle algo adicional, por muy noble o santo que sea, entonces mi evangelio es incompleto, y no sólo incompleto, sino que falso, es decir, anatema y maldito.



Toda gran herejía y apostasía de la iglesia comienza con restarle méritos a la gloriosa y completa obra de Cristo. Ireneo, un padre de la Iglesia primitiva, dijo: “El diablo, sin embargo, como él es el ángel apóstata, sólo puede llegar hasta cierto punto, como hizo en el principio, engañar y extraviar la mente del hombre para que desobedezcan los mandamientos de Dios, y gradualmente obscurecer los corazones”
Satanás ha querido truncar la palabra infalible de Dios desde el principio, y su estrategia siempre es la misma, la mentira. Sus mentiras y engaños irán contra la persona y obra de Cristo. Y cuando sus engaños entran en la iglesia, estos siempre, cual virus, van contra las doctrinas de la gracia.
Satanás sabe muy bien que solamente la verdad nos hace libres, y que esa verdad, mientras esté oculta, será su mejor arma para extraviar y entretener a la iglesia en cualquier baratija religiosa que esté de moda.
La astucia de Satanás ha sido la misma. La serpiente engañó a Adán y Eva haciéndoles creer que Dios no les había dicho toda la verdad, y por tanto ellos debían descubrir lo que todavía estaba oculto.






El diablo siempre dará la idea que al mensaje o a la Palabra de Dios le falta algo, para que luego, nosotros, por nuestros propios medios “completemos y agreguemos lo que falta”.





Esto es el principio del ocultismo. El ocultismo parte de la base de que no todo esta revelado, que Dios todavía se ha guardado algo y que nosotros debemos buscarlo y descubrirlo. Todas las ciencias ocultas parten de esta falsa hipótesis; es por esta razón que entran en misteriosas especulaciones en relación a ángeles, demonios, seres míticos, encantos, conjuros, magia, leyendas, espíritus, sueños, revelaciones etc. Col. 2: 18



Cuando Satanás logra eclipsar y oscurecer los principios sólidos y diáfanos de la Escritura, la iglesia entra en sus peores crisis.
Por esta razón, en distintas épocas de la historia, Dios ha tenido que levantar a valerosos hombres para que saquen a luz la preciosa Palabra Eterna. Pablo tuvo que luchar contra los legalistas; Juan contra los gnósticos; Atanasio contra Arrio, porque negaba la divinidad de Cristo; Agustín contra Pelagio, porque negaba la gracia en la salvación; Lutero y Calvino contra Roma, porque negaba la justificación por la sola fe; El calvinismo contra el arminianismo porque este negaba la soberanía de Dios en la salvación del hombre etc.



Hoy también estamos embarcados en la misma lucha. Un falso evangelio anda por ahí enseñando que aún falta “algo más” para llegar a ser cristianos completos. Cuando oigo predicar a supuestos “apóstoles y profetas” siempre quedo con la impresión que en vez de ayudar a las personas a afirmarse y confiar en la obra de Cristo, les animan a buscar “nuevas experiencias” para así ser “más exitosos, más prósperos y más espirituales”. Lamentablemente los resultados son desastrosos. Cada vez veo más cristianos confundidos y desesperanzados en su búsqueda sin fin, muchos de ellos rayando en la esquizofrenia y en la paranoia.



Pero ¿qué hace que miles de creyentes acepten y crean un cúmulo de ideas antibíblicas, mágicas y ocultistas? ¿Qué es lo que nuestra gente no está haciendo bien? ¿Por qué hay tan pocos cristianos viviendo vidas victoriosas y fructíferas?,





veamos:



En primer lugar hay un mal entendido de nuestra identidad en Cristo. La gran mayoría de los cristianos no tienen idea quienes son en Cristo. Las Escrituras dicen: “…Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba Padre!” (Gal 4: 6) y “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro Espíritu, de que somos hijos de Dios” (Rom. 8: 16)
El mensaje del evangelio “…que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) se está perdiendo en nuestras predicaciones y experiencias personales.
Muchos cristianos no tienen ni la menor idea de quienes son en Cristo, y la mayoría ignora su herencia espiritual. Piensan que la vida eterna es lago que reciben al morir; desesperadamente intentan convertirse en algo que ya son; ¡y creen que su identidad está determinada por lo que hacen!
Producto de que no saben quienes realmente son en Cristo Jesús, intentan desesperadamente llegar a ser algo que ya son. Pocos cristianos saben quienes son como hijos de Dios o comprenden su herencia en Cristo. Por ello es que Pablo ora: “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cual la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Ef. 1: 18-19)
Al fallar en la verdad que dice “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1: 27) caemos en el juego de tratar de “comportarnos como cristianos” y hacer todo lo posible por “parecernos” a un hijo de Dios. Esta falsa hipótesis crea una vida legalista o mística en los creyentes, ya que primero está el “hacer” y luego el “ser”. Es decir, si oro, si leo la Biblia, si no digo malas palabras, si voy a la iglesia, si diezmo etc., entonces, y sólo entonces seré un hijo de Dios. Con esto, los creyentes actuamos desde una óptica católica romana, es decir, tratamos de agradar a Dios partiendo desde nuestras propias experiencias, méritos u obras. Trágicamente el resultado es una forma sutil de “comportamiento cristiano” que conduce a la gente a consumirse en la derrota del día a día.
El legalismo y/o el misticismo siempre nos dirá: “lo que estas haciendo está mal. No deberías hacerlo de esa manera, o esa no es la mejor manera de hacerlo. Esta es una mejor manera”
Las personas responden diciendo: “Está bien. ¡Haré un mayor esfuerzo!” y se obtiene nuevamente la respuesta a esta: ¡Pero no estás haciendo tu mayor esfuerzo! ¡Si tan sólo te esforzaras más!
La metodología que dice “haz un mayor esfuerzo” hace que las personas sean esclavas en vez de que se sientan libres. Algunas han logrado pasar del legalismo negativo (no hagas esto y no hagas lo otro) al legalismo positivo (haz esto y haz lo otro). Entre más no esforcemos en la carne, terminaremos por quebrantarnos. El cansancio y la rebelión son las únicas consecuencias del legalismo o del “buen comportamiento cristiano”.
Jesús dijo: En esto es glorificado mi padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15: 8). Cuando leemos este pasaje concluimos que tenemos que llevar mucho fruto ¿cierto?...
No. No es cierto, ni se trata de eso. El llevar fruto es evidencia del hecho de que estás permaneciendo en Cristo (que asumes que eres un hijo de Dios por la fe). Algunos cristianos intentan llevar fruto sin permanecer en Cristo (no dimensionan la obra preciosa de la gracia), y no pueden hacerlo. ¿Por qué no pueden? Porque Jesús dijo: “yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer”. Cristo no dijo que seríamos unos lisiados sin él, o que no seríamos eficaces sin él. Dijo que sin él






“Nada podemos Hacer”



No le hemos enseñado a nuestra gente a permanecer en Cristo, y no los hemos ayudado a estar firmemente arraigados en Él. No les hemos enseñado las hermosas doctrinas de la gracia, ni su nueva posición en Cristo por la fe.
Cuando el evangelio que predicamos no les enseña a las personas las hermosas doctrinas de la gracia; su elección, regeneración, conversión, justificación, santificación, seguridad de la salvación, unión mística etc. Inmediatamente creamos un falso evangelio, un evangelio substituto, que niega y lucha con el evangelio de la Sola Gracia, por la Sola Fe en el Sólo Cristo.
Inventamos un evangelio que ya no es “Sólo Christus”, sino que es Cristo, más sanidad interior; más liberación; más guerra espiritual; más maldiciones generacionales; más “retiros espirituales”; más “ofrendas de pactos” etc. Así enlodamos la preciosa Sangre de Jesucristo y la Palabra de su Gracia que tiene el único poder para sobreedificarnos se convierte en un Libro para “iniciados”.
Un evangelio incompleto creará cristianos incompletos, con vidas incompletas, con iglesias incompletas, con un testimonio incompleto…y así suma y sigue, volvemos a caer en el círculo vicioso del evangelio incompleto.
Como tenemos un evangelio incompleto, creamos programas espirituales para poder completarlo. Pero estos programas de nada sirven, ya que parten de la base de un evangelio incompleto en la vida del creyente… programas así son contraproducentes y dañinos para las personas. “¡Oh gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue en vano. Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?” Gal. 3: 1-5



Cuando presentamos un evangelio incompleto, es decir, que hay que agregarle nuevas “revelaciones” o “hacer nuevas cosas”, pasamos a formar cristianos criticones, legalistas y místicos. Estos cristianos a menudo son las típicas personalidades que atropellan e intimidan a otros. Insisten en que tienen la razón, e irónicamente, pueden tener la razón en el sentido legalista y moralista. Utilizando las escrituras, pueden probar sus puntos y demostrarte como “debes vivir”. Saben lo que es correcto y lo que no lo es. Han captado la letra de la ley, la cual mata, pero no el espíritu que da vida.



A menudo utilizan su pobre teología como una cortina de humo para que los demás se mantengan a la defensiva y para que no se les acerquen demasiado. Cualquier intento para atravesar sus barreras cuidadosamente erigidas, para llegar a su persona interior, es rechazado. Sus inseguridades resultan en un retraimiento o pasividad, o se convierten en unos controladores enfermizos.
La mayoría de estas personas jamás han tenido relaciones cercanas, y no son libres en Cristo. Muchos de ellos llegan a ser pastores. Aquellos que se encuentran alrededor de estos controladores son las víctimas, y a menos que sean liberados en Cristo, continuarán en el ciclo del abuso y del evangelio incompleto.

¿Qué dice la Biblia al respecto?

Pero la Biblia me enseña algo totalmente distinto. Hubo un tiempo cuando encontré a Cristo. Fui transferido del reino de las tinieblas al “reino de su amado hijo” (Col. 1: 13). De la misma manera me convertí en una nueva criatura, las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas. Mi vida ya no está más en la carne o viejo hombre; está en Cristo. Pablo escribe, “más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el espíritu de Cristo, no es de él”. (Rom. 8: 9) Es de una importancia crítica el que nos demos cuenta que todo cristiano ya no está más en la carne, ya que todo hijo de Dios está en Cristo. Nuestra esperanza yace en el hecho bíblico de que estamos vivos en Cristo, y nos hemos convertido en un participante de la naturaleza divina (2 Ped. 1: 4). Pablo escribe: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5: 8).
El evangelio no está incompleto en nuestras vidas. Creemos que tenemos un Dios completo (Padre, Hijo y Espíritu Santo), un evangelio completo (Consumado es) y que trata con personas por completo (Cuerpo, alma y espíritu).
¿Entonces por qué no vivimos nuestra vida de acuerdo a quienes somos en realidad? He descubierto que muchas personas intentan matar al viejo hombre, pero no logran hacerlo. ¿Por qué no lo logran? Porque ya está muerto. No podemos hacer por nosotros mismos lo que Cristo ha hecho por nosotros, y es inútil el intentar llegar a ser quienes ya somos. Simplemente tenemos que aceptar lo que Cristo dijo que era cierto acerca de nosotros por causa de su obra en la cruz, y luego podremos andar según la fe. La salvación no es una añadidura, es una transformación. Somos regenerados, nacidos de nuevo, una nueva creación en Cristo.
La única razón por la cual podemos caminar como hijos de luz es porque ahora somos hijos de luz. “mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1: 12). “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gal. 3: 26). “Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…Amados ahora somos hijos de Dios…Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo” (I Juan 3: 1-3)
Entendamos que la vida eterna que recibimos es “Cristo, quien es nuestra vida” (Col. 3: 4). Esta vida es el pasado eterno, el presente y el futuro. Pablo dice “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2: 20)
La vida eterna no es algo que recibimos al morir físicamente, sino que la obtenemos del momento mismo de recibir a Cristo Jesús. “El que tiene al hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (I Juan 5: 12)
Cuando nacemos de nuevo, nos volvemos espiritualmente vivos. El Espíritu de Dios implanta su vida, la vida de Dios, en nuestro ser y pasamos a estar unidos a Cristo y al Padre. El estar en Cristo es el fundamento teológico central para una vida plena y llena. Es la base de la vida cristiana. Pablo identifica a todo creyente verdadero con Cristo: En su muerte, en su sepultura, en su resurrección, en su vida, en su poder, en su herencia, en su posición celestial ¡Aleluya!
Nuestro viejo Catecismo de Heidelberg (1562) parte con la siguiente pregunta y respuesta: “¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
Que yo, con cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, que me libró del poder del diablo, satisfaciendo enteramente con su preciosa sangre por todos mis pecados, y me guarda de tal manera que sin la voluntad de mi Padre celestial ni un sólo cabello de mi cabeza puede caer antes es necesario que todas las cosas sirvan para mi salvación . Por eso también me asegura, por su Espíritu Santo, la vida eterna y me hace pronto y aparejado para vivir en adelante según su santa voluntad”



La vida humana se vive de acuerdo a lo que se cree, esta verdad esencial de quienes somos en Cristo es tremendamente importante. Nuestras actitudes, respuestas y reacciones a las circunstancias de la vida son determinadas por nuestras percepciones (presuposiciones) de quienes somos. Nadie puede comportarse consistentemente de una manera que sea inconsistente con la manera en que esa persona se perciba que es. Si los cristianos no son diferentes en su interior a los no creyentes, o si ellos se perciben a sí mismos como que no son diferentes, entonces la vida en el mejor de los casos se vivirá de una manera mediocre, con muy poca distinción entre los cristianos y los que no lo son. El resultado será derrotas repetidas en la vida cristiana. El acusador de los hermanos aumenta esto derramando culpa y a menudo es ayudado por los maestros legalistas.
Si creo que soy un terrible pecador, entonces me comportare como un terrible pecador. Si creo que soy un fracasado, entonces mi única expectativa de vida será el fracaso. En cambio, si cada día me veo a luz de la preciosa Sangre de Jesucristo y creo lo que la Palabra dice de mí, esto es, que soy un hijo de Dios, la niña de sus ojos, una nueva criatura, un poema de Dios etc.; entonces me conduciré en función de la verdad de Cristo en mi vida, y no del falso evangelio que me dice que estoy incompleto en Cristo.



Recordemos y hagamos como San Pablo:

“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su Gracia,
que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados”
Hch 20: 32

Amén

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