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Sola Scriptura!!!


La Palabra de la Gracia V/S La Palabra de la Magia (Parte I)

“Y dijo Dios...” Génesis 1:3
“Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras”. Sal. 19: 4
“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca” Sal 33: 6
“El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas” Sal. 68: 11
“Escucha, pueblo mío, mi ley; Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. Abriré mi boca en proverbios; Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, Las cuales hemos oído y entendido; Que nuestros padres nos las contaron”. Sal. 78: 1-3
“Se acordó para siempre de su pacto; De la palabra que mandó para mil generaciones” Sal. 105: 8
“Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina”. Sal. 107: 20
“En el principio era La Palabra, y La Palabra estaba con Dios, y La Palabra era Dios. Esta era en el principio con Dios. Todas las cosas por Ella fueron hechas, y sin Ella nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Juan 1: 1-3
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” Juan 5: 24
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” Juan 8: 31
“¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra” Juan 8: 43
“Y ahora, hermanos, os encomiendo a Dios, y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” Hch 20: 32

La Palabra como fundamento de todo

Los versículos antes leídos nos muestran la centralidad de la Palabra, tanto en la creación como en la redención y santificación. Fue por La Palabra que todas las cosas fueron hechas y también fue por La Palabra que la iglesia fue redimida, y a su vez por La Palabra la Iglesia y el mundo están siendo santificados y sobreedificados.
Por lo tanto la relación de Dios con la creación y con la iglesia, particularmente con el hombre, no es una relación místico-esotérica, orientada por el sentimiento y lo oculto, sino una relación orientada lingüísticamente, es decir, por la Palabra. No se niega el aspecto emocional del Cristianismo. Ciertamente no hay nada malo con que la gente se emocione acerca de Dios, y que cada cristiano llore por su arrepentimiento o se alegre por su santificación. Sin embargo, el Cristianismo no se reduce a emociones o manifestaciones extáticas.
Dios estimó comunicarse con el hombre en función del lenguaje, por medio de La Palabra Encarnada (El Señor Jesucristo), y por medio de La Palabra Escrita (La Biblia).
El lenguaje es el vehículo de comunicación que Dios instituyó para revelarse al Hombre. Según Gén. 1:28 Dios se reveló al hombre por medio del habla. Pero el lenguaje o la palabra no quedó reservada solamente a la relación Dios-hombre, sino que también Dios estableció la palabra para que los hombres la usaran como medio de comunicación y de interrelación entre ellos mismos, por ejemplo en Gen. 2:23 vemos como Adán bendice a su mujer por medio de la palabra. Con respecto al mandato cultural (Gen 2: 19), este también está determinado por el lenguaje o la palabra, ya que Adán nombró (por medio de palabras) a los animales para poder ejercer dominio sobre ellos y sobre la creación. De esta forma, tenemos que la palabra pasa a ser el común denominador entre las relaciones Dios-hombre, hombre-mujer y hombre-creación.
Por lo tanto cuando la palabra o lenguaje que empleamos se torna turbio, borroso, ruidoso, ambiguo o simplemente no existe, se nos hace imposible tener una comprensión clara de la creación, de nuestros semejantes y, sobre todo, de Dios. Desde el principio, con Adán y Eva, Satanás quiso cambiar la Palabra de Dios por medio de la mentira. Pablo nos dice que los hombres cambiaron la verdad de Dios por la mentira; y Dios confundió la lengua de los hombres en la torre de Babel por la sencilla razón que los hombres ya no comprendían la Palabra de Dios.
En cuanto a la revelación especial, Dios consideró apropiado comunicarse y enseñarle al hombre por medio de La Palabra; por cierto, Dios se reveló a Sí mismo por medio de hechos o acontecimientos, tales como la zarza ardiendo, las plagas de Egipto, el nacimiento virginal, la resurrección de Cristo etc. Pero Dios no dejó estas acciones por sí solas. Ni tampoco nos dejó una tradición oral para que se desvirtúe a través del tiempo, sino que inspiró a determinados hombres por medio del Espíritu Santo para que escriban Palabra por Palabra las poderosas manifestaciones de Dios. Por lo tanto Dios interpretó verbalmente sus “actos poderosos” para que no pueda haber equivocación en su significado.
“La Palabra de Dios es la posesión más preciosa de la Santa Iglesia Universal. Fuera de La Palabra no hay conocimiento del Dios Verdadero, no hay Iglesia, y no hay adoración. La Palabra es la Revelación del Dios Verdadero en Cristo; Cristo mismo es La Palabra esta Palabra es para perdonar y dar vida eterna, diciendo “Las palabras que os he hablado son Espíritu y son Vida” (Juan 6: 63). Esa Palabra de Perdón y Salvación ha sido dada a Su Iglesia, y aparte de la Iglesia, la obra de la Palabra y del Espíritu no es eficaz. Como lo establece Lutero en su Catecismo Mayor, “y todo esto es el oficio y obra del Espíritu Santo, que Él comienza y que diariamente incrementa la santidad sobre la tierra por medio de estas dos cosas, la Iglesia Cristiana y el Perdón de los Pecados. Por lo tanto, allí donde está la Iglesia y donde “la Palabra es predicada... allí siempre está el Espíritu Santo… porque es imposible que la Palabra de Dios vuelva a Él vacía”. Lutero advirtió que una Congregación Cristiana nunca debería reunirse sin la predicación de la Palabra; pues, cuando la Palabra de Dios no es predicada, Cristo no está presente. Por lo tanto, con la predicación de la Palabra, “cuando estamos en el templo para la adoración pública cada semana, estamos en la presencia de Dios, el dador de Vida” (Pr. Enrique Ivaldi)

El Problema

Pero lamentablemente aún dentro de la iglesia hay quienes han querido establecer vías diferentes de llegar y conocer a Dios aparte de la Palabra. Ya en el siglo I existía en la iglesia una secta de corriente filosófico-teológico llamada el “Gnosticismo”. Este pretendía establecer otras bases epistemológicas (de conocimiento) para el conocimiento de Dios o la fe. El Gnosticismo se inspiraba en una mezcla de doctrinas judías y helenistas, que “se embarcaba en especulaciones en cuanto a ángeles y espíritus” (Berkhof). El gnosticismo buscaba satisfacer la sed de conocimiento profundo, el deseo de comunión mística con Dios, y la esperanza de obtener para el alma, un camino seguro hacia el mundo superior después de la muerte. El gnosticismo era un movimiento especulativo, ellos siempre reclamaron para si, un conocimiento más profundo, de las cosas divinas, del que podían tener los creyentes comunes. Para esto establecieron “ritos simbólicos, ceremonias místicas, y la enseñanza de formulas mágicas. Para iniciarse en estas asociaciones, los ritos y fórmulas extrañas constituían una parte importante. Se suponía que estas constituían una protección necesaria y efectiva contra el poder del pecado y la muerte, y que eran los medios para ganar acceso a la bendición del mundo venidero. La participación en la redención, o la victoria sobre el mundo, solo se ganaba mediante ritos secretos de las sociedades gnósticas. El camino a la redención estaba conformado por la iniciación en los misterios del casamiento con Cristo, bautismo especial, nombres mágicos y ungimiento especial, por medio del cual se alcanzaba el conocimiento de Dios. Con el tiempo el gnosticismo llegó a ser más y más un sistema de misterios religiosos. Los hombres de dividen en tres clases: los espirituales, que constituyen la élite de la iglesia, los físicos constituidos por los miembros comunes de la iglesia, y los hílicos o gentiles. Solo los hombres espirituales eran realmente capaces de conocimiento superior (epignosis), y de este modo recibir la altísima bendición… (L. Berkhof)
El gnosticismo fue un formidable enemigo que estaba dentro de la Iglesia. Muchos fueron arrastrados por un tiempo por sus osadas especulaciones o por sus ritos místicos, pero la gran mayoría de los creyentes no se dejó engañar por sus representaciones fantasmagóricas, ni por sus promesas seductoras de secreta felicidad. Fue duramente refutado por nuestro apóstol Juan, y terminó siendo vencido por los Padres de la iglesia mediante la exposición, preparación y circulación de pequeñas exposiciones de los hechos fundamentales de la Palabra de Dios, por ejemplo, El Credo Apostólico.
Sin embargo el gnosticismo no dejó de tener una impresión duradera en la Iglesia. Algunas de sus particularidades fueron absorbidas por la iglesia católica romana con su peculiar concepción de los sacramentos, su filosofía de un Dios oculto a quien había que acercarse a través de intermediarios (santos, ángeles, María etc.), su división de los hombres en órdenes superiores e inferiores y su énfasis en el ascetismo y monasticismo.
Hoy también podemos ver el gnosticismo en algunos sectores de la iglesia evangélica. Muchos cristianos desean medios más cortos y vías más fáciles para relacionarse con lo “divino”, ya que se encuentran estancados inconscientemente en las mismas cosmovisiones gnósticas del pasado. No necesitamos ir más lejos para ver esas antiguas herejías que hoy cobran vida en los grupos neopentecostales y carismáticos; tal es el caso de las redes apostólicas, la doctrina de la prosperidad, la súper fe, la guerra espiritual, la cartografía espiritual, la sanidad interior, la demonología y las nuevas formulas ocultas de la “Visión Celular” como los pre-encuentros, encuentros, reencuentros, requete-encuentros, requetecontra-encuentros, el regreso del encuentro etc.
El ir en pos de "fórmulas ocultas o mágicas" para la vida cristiana exitosa revela un Cristianismo poco profundo, inclinado al Gnosticismo. El primer pecado del hombre en el Edén involucró un deseo de conocimiento y poder secreto a través de las artes mágicas y no a través de la Palabra o mandato de Dios. El actual gnosticismo o misticismo en nuestras iglesias asesta un golpe a la comunión y a la comunicación que Dios quiere establecer con su pueblo solo por medio de La Palabra, dejando a Dios silencioso y remoto. Priva al Hijo de su poder salvador, convirtiéndolo en un camino entre muchos caminos posibles. El misticismo conduce necesariamente a la fragmentación de la verdad, a la salvación por obras, a mesías substitutos, y a la deificación de hombres narcisistas y acomplejados que pretenden ser “apóstoles y profetas”. “El resultado inevitable de todo misticismo es otro salvador.”
Así como los gnósticos del siglo primero y segundo distorsionaron el evangelio y creyeron que podían salvarse a sí mismos con conocimiento secreto, hoy día muchas iglesias evangélicas creen que pueden llegar a “una espiritualidad superior” creyendo y practicando las “nuevas revelaciones” que nos traen los “apóstoles y profetas” de “este último tiempo”.
Tanto para los antiguos herejes, así como los nuevos, el secreto está en oír la voz del “Espíritu” más que la “letra muerta de la Palabra (Cristo)”. Los actuales herejes crean en un falso dualismo (dos caminos por separado), ya que transforman la vida cristiana en una carrera de “experiencias paranormales en el espíritu” más que una vida basada en la Palabra Eterna del Cristo Resucitado. Con esto, caen en la trampa de “Cristo sí, pero más del Espíritu”. Esto es a lo que se le llama “Dualismo”, que corresponde a creer que hay dos estilos de vida cristiana o dos formas de llegar a Dios el Padre. Por un lado está Cristo, pero por el otro lado está el Espíritu Santo; por un lado está la Palabra, pero por el otro está la “Unción”.
Tanto Cristo como el Espíritu Santo pasan a ser más o menos independientes el uno del otro; cada uno nos lleva al Padre en su propia manera particular. De este modo, la Palabra y el misticismo, la razón y el alma, son colocadas una contra la otra, produciéndose una competencia entre ambos (Cristo y el Espíritu Santo) luchando por quien es mejor para llevarnos al Padre y darnos vidas más exitosas ¿Cristo o el Espíritu Santo?
Para esta nueva clase de gnosticismo, el Hijo y el Espíritu están tan descoordinados que ambos, de la misma manera, tienen su propio camino al Padre. Los dos son más o menos independientes el uno del otro; cada uno dirige al Padre en su propia manera particular
La doctrina y la experiencia están separadas: la doctrina es solamente para la mente, solo sirve para saber teología. Pero a parte de ella, hay otro camino, “el mover del Espíritu”. De esta forma “la unción, el poder, las revelaciones, las caídas etc.” pasan a ser manifestaciones de categorías superiores de cristianismo. Esta forma de pensar establece un falso evangelio entre la mente y el corazón; las ideas y las emociones. De manera que no tienen su fuente en la Sola Scriptura (La Palabra) sino que tiene su propio origen, en cualquier otra fuente, menos en la Palabra Autoritaria del Dios Vivo.
Con esto último nacen dos mediadores, dos reveladores, dos caminos, dos salvadores. El Hijo hace que conozcamos a Dios en la “Vieja Biblia”, el Espíritu hace que conozcamos a Dios en las “nuevas revelaciones”. El Hijo, está para convertirse y dar los primeros pasos de cristiano; en cambio el Espíritu Santo está para los cristianos “mas avanzados”, “los más maduros”, “los más espirituales”, “los que tienen la unción”.
La consecuencia lógica es que se divorcia la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas de la obra de Jesucristo. La redención obrada por Cristo es menos que la obra “novedosa” del Espíritu. El énfasis desmedido de las operaciones del Espíritu en nuestras vidas tiende a llevar a una independencia de Cristo, la iglesia, los sacramentos y la Biblia. Las experiencias pasan mostrarse más importantes que la justificación, la comunión subjetiva con el Espíritu es más sublime que la vida objetiva de la iglesia y los sacramentos, y la unción por parte del Espíritu más excelsa que conocer la Escritura.

Lo que dice la Escritura

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. (Juan 15:26)
Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Juan 20:22)
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! (Gál. 4:6).
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:13-15).

En los textos antes leídos podemos hacer el siguiente análisis:

A.- Que es Jesucristo quien envía a al Espíritu Santo (yo os enviaré del Padre… Recibid el Espíritu). Aunque el Espíritu Santo posee la misma divinidad y sustancia que el Padre y el Hijo, no actúa de forma independiente de ellos, sino que se mueve en un mismo plan eterno predeterminado desde antes de la fundación del mundo, el cual es redimir a la humanidad y hacer al Hijo Señor de todo. (Porque de él, por él y para él son todas las cosas)

B.- Que el Espíritu viene para glorificar al Hijo (El me glorificará). La misión del Espíritu Santo es que el hombre confiese que Cristo es el Salvador y Señor de la Tierra. El Espíritu Santo glorificará siempre a Cristo y nunca se glorificará a sí mismo. El Espíritu santo siempre nos llevará a Cristo que es la Palabra “Ahora Padre glorifícame, tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” Juan 17: 5

C.- Que el Espíritu viene a extender el evangelio por toda la tierra (no hablará por su propia cuenta). El Espíritu Santo no dará “nuevas revelaciones” o un “nuevo evangelio”, sino que hablará lo que oyere del Padre y del Hijo, esto es, el evangelio de gracia. “Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio distinto al que os hemos anunciado, se anatema” Gálatas 1: 8
El teólogo reformado Greg Uttinger dijo: “Si separamos la obra del Espíritu de la sangre de Cristo y de la palabra de Dios, distorsionamos el Cristianismo de la manera más horrorosa, y cualquier misticismo que creemos será más parecido al panteísmo Oriental que a cualquier cosa en la Biblia”
Por lo tanto, el establecer un camino diferente al Padre, aparte de Cristo, es tan satánico como practicar la idolatría. El que tiene a Cristo, tiene por lógica al Espíritu Santo. El Espíritu Santo no es un segundo misterio o secreto que hay que descubrir o encontrar en el peregrinar cristiano. Ni tampoco el Espíritu Santo te llevará a “nuevas revelaciones” de misterios que están ocultos para cierta clase de cristianos. El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Divinidad enviada por Cristo y el Padre para que te guíe en tu caminar cristiano, te consuele en momentos difíciles, te fortalezca cuando estés cansado, santifique tu vida y te ilumine cuando leas la Palabra.
El Espíritu Santo siempre obrará amparado por la Palabra de Dios. No dirá nada extraño ni diferente al glorioso evangelio de Cristo. El Espíritu Santo siempre te conducirá al dulce evangelio de Cristo y al tierno amor del Padre. El Espíritu siempre te conducirá a la Palabra y, la Palabra te revelará al Cristo, el Hijo de Dios.
Si tuviéramos que hacer un esquema de cómo obra la Santísima Trinidad, tendríamos algo así:






En primer lugar tenemos que Dios Padre envío a Jesucristo para morir por nosotros (Dios Hijo), Este antes de irse envió al Espíritu Santo para que nos guíe e ilumine la Palabra de Dios (toda verdad), La Palabra de Dios (La Escritura) nos lleva Cristo, y Cristo nos muestra al Padre.
El cristiano no se queda estancado en el Espíritu esperando “nuevas revelaciones de Dios”, sino que el Espíritu Santo siempre nos conducirá a la Palabra y la iluminará para que conozcamos a Cristo, el único mediador entre Dios y los Hombres.
Por lo tanto cuando se nos enseña un evangelio que no nos conduce al Padre por medio de la Palabra y de Cristo, ese evangelio es falso.
Por eso, a Dios solo lo encontramos en la Palabra (la Biblia, La Escritura) y no en los ídolos de roma, el misticismo de los neopentecostales o la música de los carismáticos. Cuando un “espíritu” me conduce a ídolos, misterios, música como fin en si misma o a cualquier otro fenómeno que no sea la Palabra objetiva de Dios (la Biblia y los sacramentos) es cualquier “espíritu” menos el Espíritu Santo.
El pastor luterano Enrique Ivaldi dijo: “Cuando los Medios de Gracia son despreciados en Palabra y Sacramentos, Gracia y fe son también despreciados... Así, las iglesias y sus miembros que no centran su Culto solamente en la Palabra y los otros Medios de Gracia viven en peligro eterno. El Culto contemporáneo parece muy interesado en apelar a la condición humana del hombre. Por ello, esta insistencia en la experiencia y emociones humanas, el uso de “métodos” para seducir a los sin iglesia, la intrusión del racionalismo en territorio Santo y la naturaleza homo-céntrica del Culto Evangelical Americano… debe recordar… que en el Culto ni aún la más mínima “contribución” del hombre es aceptable y que en ese marco estilo y contenido son idolatría. ¡La Palabra es eficaz solamente cuando ella es Palabra Sola!”

“Y vosotros estáis completos en Él…” (Col. 2: 10)

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